40.

...

En ese momento pensó que estaría bien con eso.

Pero, sin importar cuántas veces le marcó, la llamada no fue atendida.

— Maldita sea, Harvey. — Kate gruñe con rabia y aprieta el móvil entre los dedos. — ¿Justo en este momento tienes que no responder? ¿Qué diablos está mal contigo?

Se le volvió a caer del pedestal en el que lo había comenzado a subir, como si la realidad la hubiese bañado con agua fría.

Ya llevaba varios minutos encerrada en el cubículo del baño, con las piernas levantadas y abrazándose a ellas, alerta, escuchando a cada persona que entraba y salía, para tener mayor ventaja de escapar en dado caso que alguien estuviera buscándola.

Sin embargo llega a un punto en que empieza a pensar que no podía quedarse ahí encerrada y esperar por la posibilidad de que la saca

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