41.

— Seguramente tienes hambre, ¿Por qué no desayunamos? Tengo algo que te ayudará con la resaca.

Sin embargo Kate lo detuvo cuando le pasó por el lado.

— ¿Cuál es tu nombre? — Preguntó. — Es decir, es normal que quiera conocer el nombre de la persona que me salvó ayer, aunque si no me lo quieres decir no hay problema, espero no creas que estoy siendo muy...

— Aspen, me llamo Aspen. — La interrumpió, su bonita sonrisa consiguió avergonzarla de alguna manera. — ¿Y tú cómo te llamas?

Finalmente, cuando la luz del foco que no estaba fundido le dio a la cara, Kate pudo mirar el café en sus mirada brillante y el negro en su cabello alborotado.

— Kate... — Balbuceó. — Mi nombre es Kate.

— Entonces, Kate, mucho gusto, ¿Qué te parece si desayunamos? — Le preguntó con una dulce sonrisa, una sonrisa tan amable que casi la hace desfallecer.

— Sí, vamos.

Incluso la cocina de Aspen era sencilla, tenía una mesa con una sola silla, puest

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