La condujo al último piso, siguió tirando de ella por corredores y cuando llegaron a la habitación más alejada de la casa, la soltó de un empujón y echó el pestillo de la puerta. Millie observó su alrededor y vio que había una mesa de billar, una máquina de pinball y una diana de dardos. Estaban en el salón de juegos.—Tú, sucia ramera —siseó él, colérico—. Me doy la vuelta un segundo y ya intentas follarte a cualquiera.Ella lo miró asustada pero no se amilanó.—Te equivocas, no es cualquiera. Íbamos a casarnos.—¿Qué? —murmuró sorprendióLa confesión de la chica le había sentado como una patada en la entrepierna. Ella también se dio cuenta de la expresión desencajada del banquero y se mostró más altanera.—Lo que oyes. Anthony era mi prometido y me ha ofrecido su ayuda —le aseguró con la barbilla erguida.Bradox recuperó la compostura y empezó a acorralarla lentamente.—¿Ah sí? ¿Y cómo es eso? —le preguntó en un tono burlón a la vez que la joven retrocedía algo intimidada.— Me ha
Cuando se separaron, Millie tuvo que recostarse de la pared, para no caer. Le temblaban las piernas y notaba todo su cuerpo adolorido. Entonces se dio la vuelta y sin pensárselo dos veces le soltó una bofetada en la cara.—¡Cerdo! ¡Al final me has convertido en una ramera! —le reprochó furiosa.Bradox se tocó la mejilla golpeada y le devolvió la bofetada.—No, querida, tú ya eras una puta antes de que yo te la metiera —le soltó con desprecio—. Y ahora, si me disculpas, voy abajo a coger tu abrigo.Millie lo fulminó con la mirada mientras lo veía salir por la puerta. Hasta que se dio cuenta de que estaba prácticamente desnuda y se cubrió con las manos.Ninguno de los dos se dirigió la palabra durante el trayecto a casa. Cada uno estaba inmerso en sus propios pensamientos. Ella seguía dándole vueltas a lo que su verdugo le hacía sentir y por más que intentó hallar una explicación lógica para todo aquel desenfreno, no la encontró. Era lo más irracional que había experimentado en su vid
Bradox apartó la mirada de la carretera y la miró fijamente. ¡Mierda!Definitivamente la estaba cagando.Cuando aparcó el coche en el garaje, comprobó que ella aún seguía profundamente dormida. Realmente parecía tan débil y tierna como un cervatillo recién nacido y eso le conmovió más de lo que quería admitir.Millie balbuceó medio adormilada cuando notó que él la alzaba en brazos. Pero Bradox siguió andando sin hacer caso a sus quejas. Luego metió la llave en la cerradura, abrió la puerta y la depositó con cuidado en el suelo. Ella observó asombrada lo que le rodeaba. Su apartamento. Estaba nada menos que en el refugio personal del banquero, donde dormía, comía, veía la televisión, leía sentado en el sillón. Y se le hizo interesante imaginarlo haciendo todas esas cosas normales. Se le antojó divertido, incluso. Lo sintió más humano y menos perverso.Se separó de él y recorrió el salón por su cuenta. El piso estaba decorado con estilo minimalista y los colores que predominaban eran el
Millie se inclinó hacia delante y se besaron de forma dulce y pausada. Bradox deslizó sus dedos por su cabellera castaña, su rostro angelical, sus pechos…Ella gimió contra su boca mientras sus manos se perdían por su espalda y su trasero. Luego abrió las piernas instintivamente al notar la dureza de su miembro clavándose contra su pelvis. Pero cuando él hizo el amago de penetrarla, ella rodó de costado, se deslizó hacia abajo y se detuvo frente a su pene. De repente le dio un lento lengüetazo y él abrió la boca por la impresión. Esperaba de todo menos aquello. Pero le gustó ver que ella tomara las riendas de la situación, y la observó con lascivia mientras se dejaba complacer. Millie agarró su pene e intentó metérselo casi entero en la boca.Aunque era bastante grande y le costaba. Escuchó que a él se le escapaba un gemido de placer, y sonrió. Sí, no lo estaba haciendo tan mal después de todo. Así que chupó, succionó, movió la lengua con esmero por su glande y su tronco grueso. Lo n
Bradox también tuvo que reprimir la risa cuando leyó el mensaje. Se encontraba en medio de una reunión importante y debía contenerse, por lo que escondió el teléfono bajo la mesa de juntas para contestarle:«Estimada deudora ardiente:¿Por quién la tomo? Por lo que es: mi zorra a sueldo. Y es usted una mentirosa. Su noche ha sido tan placentera como la mía. Lo sé porque estaba ahí cuando usted cayó cuadriplejica de placer entre mis brazos.P.D. Ahora que menciona lo del vestido… tiene razón, le debo algo, unos buenos azotes en el trasero. Le dije que escogiera un atuendo elegante y discreto. Por Dios ¿qué entiende por elegante y discreto? Aún se me pone dura de recordarla con ese escandaloso vestido.Atentamente, acreedor ocupado y reunido.»Millie rompió en una carcajada y se apresuró a responder.«Estimado acreedor ocupado .¿Cuadriplejica? Creo que se confunde usted de amante. Yo no me extenúo tan fácilmente, yo cabalgo hasta el amanecer. Y no solo soy su zorraa sueldo. Por lo vi
Millie también recordó el día en que había usado una falda plisada demasiado corta.Una ráfaga de viento se la había levantado hasta la cintura. El accidente solo había durado un segundo, pero había sido suficiente para que el muchacho se fijara en las bragas que llevaba puestas y se pegara un trompazo contra una farola. Mucho se había reído aquel día. Sin embargo ahora solo podía pensar en esa anécdota con amargura porque aquel niño dulce, torpe e ingenuo, era el mismo hombre que se había propuesto ser su verdugo. .Y se sintió engañada.Luego observó los diplomas que colgaban de la pared del estudio; licenciado en ciencias económicas y derecho mercantil, masters en finanzas ymarketing, doctorado en ciencias sociales. Observó también una serie de fotos donde se podía apreciar perfectamente la metamorfosis que su antiguo amigo había sufrido. En la primera aparecía el niño que ella recordaba, feúcho y de mirada asustadiza. En la siguiente se veía a un chico algo más apuesto posando con
Millie estaba aterrada pero intentó hacer memoria y se remontó a esa mañana en la que se había ausentado a clases en el instituto. Por aquel entonces, ella salía con Kevin, el capitán del equipo de baloncesto, y se encontraban en un rincón de la cocina besándose mientras el pequeño Brady, —quien también había faltado a clase porque estaba enfermo— los espiaba desde las sombras. Millie lo había visto de reojo y con una sonrisa pícara, cogió la mano de su novio y se la colocó sobre sus pechos. Le divertía poner celoso al muchacho. Hacía que su ego se disparara por las nubes. Pero Kevin se calentó más de la cuenta y quiso subirle la falda a la fuerza. Ella , asustada, le gritó que parase, a la vez que él seguía tirando de su ropa con más rudeza.De todo se fue de control y un cuerpecillo menudo se interpuso entre él y la chica. El chico que había Sido su novio bajó la mirada, observó al niño enclenque que le amenazaba con los puños en alto y se sintió todavía más humillado, por lo que
Millie lo miró, herida hasta lo más profundo. ¿Qué no volvería a meterse en su vida?¿Ahora que por fin empezaba a aceptar que estuviera en ella decía que no volvería meterse en su vida? Se enjugó las lágrimas y abandonó el despacho con toda la dignidad que pudo mantener. La asistente vio como ella se dirigía al ascensor arrastrando los pies y sintió pena. Había escuchado al señor Cooper y a ella discutir, y la pobre chica se veía tan vulnerable... Seguramente, el cabrón de su jefe ya le había dado la patada. El muy cerdo siempre hacía lo mismo con todas las mujeres. * * * Tres meses después: —Millie, el señor Cooper me ha pedido que le envíeslos documento de la urbanización “Paraíso”— ella miró a la otra mujer de arriba abajo. Sí, ahí estaba ella, Millie Stewart, trabajando como secretaria en Surebank. —¿Qué le pasa a Bradox? ¿Ahora me manda a su asistente personal a pedirme las cosas? ¡No, no!, dile que me los pida él mismo —solté sin titubea