Millie también recordó el día en que había usado una falda plisada demasiado corta.Una ráfaga de viento se la había levantado hasta la cintura. El accidente solo había durado un segundo, pero había sido suficiente para que el muchacho se fijara en las bragas que llevaba puestas y se pegara un trompazo contra una farola. Mucho se había reído aquel día. Sin embargo ahora solo podía pensar en esa anécdota con amargura porque aquel niño dulce, torpe e ingenuo, era el mismo hombre que se había propuesto ser su verdugo. .Y se sintió engañada.Luego observó los diplomas que colgaban de la pared del estudio; licenciado en ciencias económicas y derecho mercantil, masters en finanzas ymarketing, doctorado en ciencias sociales. Observó también una serie de fotos donde se podía apreciar perfectamente la metamorfosis que su antiguo amigo había sufrido. En la primera aparecía el niño que ella recordaba, feúcho y de mirada asustadiza. En la siguiente se veía a un chico algo más apuesto posando con
Millie estaba aterrada pero intentó hacer memoria y se remontó a esa mañana en la que se había ausentado a clases en el instituto. Por aquel entonces, ella salía con Kevin, el capitán del equipo de baloncesto, y se encontraban en un rincón de la cocina besándose mientras el pequeño Brady, —quien también había faltado a clase porque estaba enfermo— los espiaba desde las sombras. Millie lo había visto de reojo y con una sonrisa pícara, cogió la mano de su novio y se la colocó sobre sus pechos. Le divertía poner celoso al muchacho. Hacía que su ego se disparara por las nubes. Pero Kevin se calentó más de la cuenta y quiso subirle la falda a la fuerza. Ella , asustada, le gritó que parase, a la vez que él seguía tirando de su ropa con más rudeza.De todo se fue de control y un cuerpecillo menudo se interpuso entre él y la chica. El chico que había Sido su novio bajó la mirada, observó al niño enclenque que le amenazaba con los puños en alto y se sintió todavía más humillado, por lo que
Millie lo miró, herida hasta lo más profundo. ¿Qué no volvería a meterse en su vida?¿Ahora que por fin empezaba a aceptar que estuviera en ella decía que no volvería meterse en su vida? Se enjugó las lágrimas y abandonó el despacho con toda la dignidad que pudo mantener. La asistente vio como ella se dirigía al ascensor arrastrando los pies y sintió pena. Había escuchado al señor Cooper y a ella discutir, y la pobre chica se veía tan vulnerable... Seguramente, el cabrón de su jefe ya le había dado la patada. El muy cerdo siempre hacía lo mismo con todas las mujeres. * * * Tres meses después: —Millie, el señor Cooper me ha pedido que le envíeslos documento de la urbanización “Paraíso”— ella miró a la otra mujer de arriba abajo. Sí, ahí estaba ella, Millie Stewart, trabajando como secretaria en Surebank. —¿Qué le pasa a Bradox? ¿Ahora me manda a su asistente personal a pedirme las cosas? ¡No, no!, dile que me los pida él mismo —solté sin titubea
Me dispuse a volver y concentrarme en el trabajar, cuando entró Bradox en m idespacho.—¿Le puedo ayudar en algo, señor? —pregunté con ironía.—Si desaparecieras seríamos felices los dos, pero te tengo que aguantar —sonrió con la misma ironía que yo había puesto en mi pregunta.—Tengo que hablar contigo —cerró la puerta y se sentó en una de las sillas que había delante de mi mesa.—Tú dirás.—Te necesito mañana por la noche.—¿ Sí? — interrogué ilucionada.— ¿Vamos a reanudar lo nuestro?.—No, demonios. Ya métetelo en la cabeza. Te necesito para que me acompañes.—¿A una cena de negocios? —No —se frotó los ojos desesperado porque no dejaba que se explicara, y a mí me encantaba sacarlo quicio—. Verás, tengo que acudir a la fiesta de un cliente muy importante, es en su casa a las afueras de la ciudad, es indispensable que asista, me invitó a mí y a mi pareja.—¿Qué pareja? ¿ Te has buscado novia? —pregunté.— Ese es el problema, no. No tengo a nadie. Y es por eso que necesito que v
—¿Nos vamos a Marruecos? —decir que me quedé pasmada al ver que estábamos en la terminal aérea de la que saldría un avión rumbo "Marrakech" , era quedarme muy corta.—¿Nunca has estado allí? —preguntó él sorprendido. —¡Wow! —grité, nerviosa— ¿Cómo vamos a ir a ese país sin escoltas?—¿Escoltas? —soltó una carcajada.—Es un país árabe, hay asaltos, secuestros y…—Eres un poco inculta, por lo que veo —me cortó, el muy idiota.—Inculta un carajo, y encima no entiendo para qué facturas las dos maletas pudiéndolas llevar en el avión.—Tranquila, a la salida nos las dan a nosotros directamente, vamos en primera clase.—¿Quién me mandaría a meterme en este lío? —rebuzné, pinzándome el puente de la nariz, ya estaba atacada de los nervios—. Si lo llego a saber antes, pido más dinero por esto, me estás llevando a un viaje internacional —lo seguí para pasar el trámite policial.—¿Y? Vas a conocer el país que más te gustará del mundo.—Lo dudo, en cuanto me baje del avión, me compro una bar
Por supuesto, y cosa que no dudaba, afuera nos estaba esperando un señor con un cartel y el nombre de Bradox, como en las películas.—¡Vaya, mira! Tenemos chofer y todo, cómo se nota que eres un hombre importante, ¿No, señor banquero?— Millie , no hagas que me arrepienta de haberte traído, nada más llegando al país —me dijo mientras nos acercábamos al coche.El chofer en cuestión nos dio la bienvenida en nuestro idioma mientras cogía las maletas para guardarlas. Nos montamos con él en el coche y emprendimos camino al lugar en el que nos alojaríamos.—¿Es un viaje de placer, señor? —le preguntó él chófer a Conrad.—Sí, pero también de negocios —respondió él con una sonrisa burlona. Ya me veía yo en la cena del jeque al que fuéramos a ver, más sola que una leprosa, mientras él hacía negocios con uno o varios de los asistentes a la misma.Menuda diversión iba a tener, esperaba que al menos pudiera hablar con alguna de las mujeres que fueran acompañando a sus maridos, o con las amantes.
—Te he dicho que la plaza se transforma, y no solo eso, la ciudad sale a la calle y se vuelve mucho más bonita. La plaza era grande, muy grande, rodeada de cafeterías, tiendas, de todo, pero se estaba comenzando a montar lo que parecían puestos. Aquello era impresionante y daba un ambiente diferente a lo que conocía. Debía reconocer que, en el poco tiempo que llevaba en ese país, me empezaba a gustar y mucho, pero no se lo diría a él, al menos por el momento. Nos fuimos para la terraza de la cafetería que decía Bradox, era precioso de lugar en el que cogimos una mesa pegada al muro desde el que se veía la plaza en todo su esplendor. Aquello era impresionante, como si fuera otro mundo y algo que me sorprendió es que no me sentí insegura en ningún momento, es más, la gente de allí era simpática y amable, fue algo que me chocó mucho.p Pedimos un té, aquel lugar me estaba transportando a algo único, cada vez la plaza estaba un poco más llena de gente y comenzaban a montarse un montón
—¡Quiero café! —grité aguantando la risa, sentada sobre la cama.Y es que, ahí le tenía a él, en mi cama, tumbado encima de las sábanas con el brazo alrededor de mi cintura. Así me había despertado cuando sonó la alarma del móvil.Al final no había logrado subirme a su cama, así que se metió él en la mía. —Ven, dame un beso y te llevo a que tomes el mejor desayuno del mundo —dijo acercándose, intentando besarme.—Con un café me conformo y, tranquilo, que ya me lo pago yo —respondí apartándolo, tenía que estar lejos de élbya mismo o sucumbiría a la tentación. —Ven, mujer, no me tengas miedo.—No te lo tengo, es solo que te estoy cobrando todos estos meses que has ignorado. Me levanté, salí hacia el salón y ahí me siguió él, me levantó en peso, se fue para el sofá mientras yo chillaba y me sentó sobre sus piernas agarrándome, para que no me escapara.—Ni se te ocurra —empujé su cara con mis manos mientras no dejaba de reír.—Tranquila, que no te voy a besar —su tono era creíble.—Má