Por supuesto, y cosa que no dudaba, afuera nos estaba esperando un señor con un cartel y el nombre de Bradox, como en las películas.—¡Vaya, mira! Tenemos chofer y todo, cómo se nota que eres un hombre importante, ¿No, señor banquero?— Millie , no hagas que me arrepienta de haberte traído, nada más llegando al país —me dijo mientras nos acercábamos al coche.El chofer en cuestión nos dio la bienvenida en nuestro idioma mientras cogía las maletas para guardarlas. Nos montamos con él en el coche y emprendimos camino al lugar en el que nos alojaríamos.—¿Es un viaje de placer, señor? —le preguntó él chófer a Conrad.—Sí, pero también de negocios —respondió él con una sonrisa burlona. Ya me veía yo en la cena del jeque al que fuéramos a ver, más sola que una leprosa, mientras él hacía negocios con uno o varios de los asistentes a la misma.Menuda diversión iba a tener, esperaba que al menos pudiera hablar con alguna de las mujeres que fueran acompañando a sus maridos, o con las amantes.
—Te he dicho que la plaza se transforma, y no solo eso, la ciudad sale a la calle y se vuelve mucho más bonita. La plaza era grande, muy grande, rodeada de cafeterías, tiendas, de todo, pero se estaba comenzando a montar lo que parecían puestos. Aquello era impresionante y daba un ambiente diferente a lo que conocía. Debía reconocer que, en el poco tiempo que llevaba en ese país, me empezaba a gustar y mucho, pero no se lo diría a él, al menos por el momento. Nos fuimos para la terraza de la cafetería que decía Bradox, era precioso de lugar en el que cogimos una mesa pegada al muro desde el que se veía la plaza en todo su esplendor. Aquello era impresionante, como si fuera otro mundo y algo que me sorprendió es que no me sentí insegura en ningún momento, es más, la gente de allí era simpática y amable, fue algo que me chocó mucho.p Pedimos un té, aquel lugar me estaba transportando a algo único, cada vez la plaza estaba un poco más llena de gente y comenzaban a montarse un montón
—¡Quiero café! —grité aguantando la risa, sentada sobre la cama.Y es que, ahí le tenía a él, en mi cama, tumbado encima de las sábanas con el brazo alrededor de mi cintura. Así me había despertado cuando sonó la alarma del móvil.Al final no había logrado subirme a su cama, así que se metió él en la mía. —Ven, dame un beso y te llevo a que tomes el mejor desayuno del mundo —dijo acercándose, intentando besarme.—Con un café me conformo y, tranquilo, que ya me lo pago yo —respondí apartándolo, tenía que estar lejos de élbya mismo o sucumbiría a la tentación. —Ven, mujer, no me tengas miedo.—No te lo tengo, es solo que te estoy cobrando todos estos meses que has ignorado. Me levanté, salí hacia el salón y ahí me siguió él, me levantó en peso, se fue para el sofá mientras yo chillaba y me sentó sobre sus piernas agarrándome, para que no me escapara.—Ni se te ocurra —empujé su cara con mis manos mientras no dejaba de reír.—Tranquila, que no te voy a besar —su tono era creíble.—Má
—¿Te está gustando el país? —me preguntó recostándose en la silla con la taza en la mano. —Sí, realmente es todo lo contrario a lo que me había imaginado. —¿Ves como no corres ningún peligro? Conmigo estás a salvo. —Pues me alegra saberlo, a ver si es verdad que no me secuestran, o que me cambies a un pastor de ovejas por cuatro camellos. —Si te cambiara, quizás me dieran dos. —¿Dos camellos? —pregunté abriendo los ojos como platos, ¿ni siquiera los cuatro que yo había pensado? — ¡Qué horror, que poco valor tengo yo aquí! Entonces, no aceptes camellos, busca un jeque, ese al menos te daría acciones en su petrolera, o diamantes, qué sé yo. —Millie...— sonrió, negando con la cabeza. — ¿para qué necesito petróleo o diamantes, cuando lo que quiero es a ti? Me miraba fijamente y yo seguía con mi desayuno,tratando de evitarlo, pero era imposible, me sentía observada y claro, se me iban los ojos a él. Contemplé la plaza una vez más, esa tranquilidad que se veía ahora tan diferente
Salimos del hotel y noté cómo el sol cada vez brillaba con una intencidad agobiante. Un coche nos esperaba en la puerta y nos montamos en el asiento de atrás, no tenía ni idea de dónde iba, pero de todas formas como no conocía nada de allí tampoco es que me importara, así que prefería sorprenderme. Miraba por la ventanilla y me gustaba ver las gentes, sus casas, sus puestos, tiendas, era todo tan diferente que me llamaba la atención, iba embobada mirando para todas partes. —No me haces ni caso —me dijo Bradox, cogiéndome la mano. —No me estabas hablando —contesté, tratando de soltarme, pero no me dejó. —Cierto, pero pensé que te seguirías preguntando a dónde te llevaba. —Si no vas a decírmelo, ¿para qué preguntar? —Me encogí de hombros. Volví a mirar por la ventana, pero él no me soltó la mano,sino que empezó a acariciarme despacio el dorso con el pulgar. Se iba escuchando en el coche música marroquí, no estaba muy fuerte, lo justo para disfrutar de ella mientras iba contempla
—¡Wow, estás preciosa! —exclamó al verme. —Bueno,te diré que tú también estás guapísimo—sonreí poniendo cara de pícara. Estaba acostumbrada a sus trajes en la oficina, pero verle con el esmoquin y la pajarita, era otro nivel de elegancia, desde luego. Me ofreció su brazo para que me agarrara a él, con esa media sonrisa que, sí, cada vez me ponía más nerviosa y obviamente él me gustaba un mundo, pero bueno, yo me había juradoantener las distancias. Bajamos en el ascensor y salimos afuera atravesando los jardines ante la mirada de la gente. Yo solo esperaba que el lugar al que hibsmos hiciera honor a nuestra vestimenta. El conductor nos abrió la puerta y, tal como nos sentamos, Bradox cogió mi mano y la entrelazó con la suya. Un cosquilleo recorrió mi estómago y es que, aunque no era la primera vez que lo hacía, esa noche estaba yo más… no sabía bien cómo explicarlo, ¿sensible? Llegamos ante la puerta de entrada de lo que parecía que era una mansión y, bueno, pues sí, era una gran
—Hermana, te presento a mi prometida, Millie —dijo Bradox, luego s que si hermana llegará hasta nosotros. —Encantada, Milka —saludé sonriente.—Que raro. Esta no cuadra en tu tipo, hermano. No es rubia y no parece una total bimbo —comentó ella, mirándome como lo haría un científico a bicho raro—. Parece una chica lista, aunque igual, si está contigo … puede que no lo sea tanto.—Hija, ¡esas no son formas de tratar a una invitada! —la reprendió Virginia.—Madre, todavía me acuerdo de la última mujer que nos presentó mi hermano. —Hermana, eso es cosa del pasado y lo sabes.—Sí, sí, pero aquella tipa de lista tenía bastante poco y era evidente que era una interesada. A ver, las cosas claras. Millie… —¿Me lo parecía a mí, o su hermana me tenía mala sangre sin siquiera conocerme? —. Mi padre es un hombre extremadamente tico, y mi hermano es dueño de un banco, como comprenderás, dinero tienen para forrar todo este país si quisieran, así que...¿Cuánto tardarás en querer meterte a nuestra
Sentí ganas de acariciar ese musculoso torso que se mostraba ante mis ojos, como si se insinuara y me incitara a llevar las manos sobre él, incluso me dio la sensación de que me picaban las palmas de las manos, como si de repente tuvieraunos imanes en ellas que querían ir al encuentro de los que él tuviera en ese cuerpo, diseñado para enloquecer a las mujeres. Se puso delante de mí y comenzó a quitarse el pantalón, mirándome fijamente, dejándolo caer seguido de su bóxer,todo con una sensualidad en su mirada que hacía arder cada rincón de mi cuerpo, y allí estábamos, desnudos, con la única luz de la Luna que entraba por la ventana y rodeados de la sensualidad de una noche en Marruecos. —Brad...—volví a murmurar pues, aunque sabía que en el fondo deseaba que pasara lo que él tuviera en mente, mi mente se mantenía en una lucha continua por dejarme llevar o no hacerlo, y más luego de la conversación que había tenido con su madre.Él, tan solo puso un dedo sobre mis labios exigiendo sil