Sentí ganas de acariciar ese musculoso torso que se mostraba ante mis ojos, como si se insinuara y me incitara a llevar las manos sobre él, incluso me dio la sensación de que me picaban las palmas de las manos, como si de repente tuvieraunos imanes en ellas que querían ir al encuentro de los que él tuviera en ese cuerpo, diseñado para enloquecer a las mujeres. Se puso delante de mí y comenzó a quitarse el pantalón, mirándome fijamente, dejándolo caer seguido de su bóxer,todo con una sensualidad en su mirada que hacía arder cada rincón de mi cuerpo, y allí estábamos, desnudos, con la única luz de la Luna que entraba por la ventana y rodeados de la sensualidad de una noche en Marruecos. —Brad...—volví a murmurar pues, aunque sabía que en el fondo deseaba que pasara lo que él tuviera en mente, mi mente se mantenía en una lucha continua por dejarme llevar o no hacerlo, y más luego de la conversación que había tenido con su madre.Él, tan solo puso un dedo sobre mis labios exigiendo sil
La cabeza me daba mil vueltas y para colmo, tenía migraña, como si tuviera ahí a alguien martillando. Escuché a Bradox hablar por teléfono en árabe, ahora ya tenía claro por qué lo hablaba tan bien. Lo observé desde la cama, llevaba puestos tan solo un bóxer y así, con el pelo alborotado, estaba de lo más sexy. Me miró desde donde estaba y me hizo un guiño, además de una señal para que me levantara y fuera hasta él, le hice un gesto en negación, deseando ir al baño y me di cuenta de que estaba desnuda. ¡Mierda! Entonces recordé todo lo sucedido la noche anterior cuando llegamos al hotel y me sonrojé, era cierto que me lo había pasado de infarto, pero no me lo podía creer. ¡Me había vuelto a acostar con Bradox! Observé mi reflejo en el espejo y me quedé loca, estaba … despeinada, con el maquillaje corrido y con una cara de dormida, que me estaba dando hasta pena. Me lavé la cara para espavilarme un poco y luego me puse un albornoz que había colgado junto a la ducha. Cuando
Tiempo después llegamos a Ouarzazate, una ciudad turística situada al sur de Marruecos y que, tal como me dijo Bradox mientras yo me quedaba con la boca abierta ante aquella diversidad de paisajes, era conocida como “La puerta de entrada al desierto del Sahara”, cosa que me impresionó bastante.—Aquí se han rodado muchas películas —dijo mientras tomábamos el té en aquella otra parada antes de continuar nuestro camino.—Obviame, el paisaje es increíble —afirmé dando un vistazo a mi alrededor—. Eso sí, se dice que es la puerta de entrada al desierto, eso está muy bien, pero yo me pregunto, ¿dónde vamos? —me eché a reír.—Quizas terminamos en Argelia —arqueó la ceja.—¡Ni en broma! —exclamé riendo.—No, pero sí que quedaremos cerca de la frontera con ese país —me contestó al tiempo que afirmaba con un movimiento de cabeza.—¿Te gusta el peligro?—No veo dónde lo puede haber —hizo un carraspeo.—Eres demasiado prepotente—resoplé.—No es ser prepotente, es conocer el terreno —acarició mi m
Caía el atardecer sobre aquel precioso horizonte, cuando llegamos al lugar que él había mantenido en secreto hasta ese momento. Una puerta que guiaba por un solo camino, como una autopista sin fin, a ambos lados el desierto nos recibía y a mí, se me puso la piel de gallina al entrar en ese oasis.Él sonreía agarrando mi mano y viendo mi cara de asombro ante el espectáculo que teníamos delante. Aquello era algo inexplicable, había pasado de dejarme envolver por el cambio de paisajes y de forma de vida, a entrar en el corazón del desierto y eso, eso era como un soplo de aire fresco que hace que renueves todas tus energías.Atrás habíamos dejado el pueblo de Merzouga de dónde venía el nombre del desierto en el que nos habíamos adentrado, todo eran sensaciones, emociones y un montón de nervios por descubrir qué nos depararía aquella preciosa noche.Tras transitar durante un tiempo por esa carretera en la que, a los lados, de vez en cuando te encontrabas una señal de madera con el nombre d
Pegada a la pared de la ducha, con Bradox Cooper aún dentro de mí, acabé dejándome caer sobre él, tras el intenso orgasmo que había tenido, rodeándole el cuello mientras él alternaba besos sobre mi hombro y la mejilla.Terminó de enjabonarme con una delicadeza que jamás habría pensado que pudiera mostrarme. Se duchó y tras acabar salimos a secarnos y ponernos algo de ropa cómoda.Nos quedamos dentro en la parte acristalada ya que el frío allí por la noche se sentía mucho más, así que nos tomamos un vino y al momento llegaron dos chicos con las bandejas de la comida.La pusieron sobre la mesa y la verdad que era un marco precioso el poder cenar ahí mirando hacia las dunas, en pleno desierto y viendo las estrellas a través del techo de cristal de esa zona.Una ensalada, dos hariras( que era sopa marroquí) y dos pastellas, eso sí que me emocionó.s Brad se veía feliz, cómodo, no sé, pero me daba la impresión de que le gustaba estar a mi lado, se le veía que disfrutaba de mi compañía.Est
Nos pusimos los cascos y se abrieron las puertas para que saliéramos de allí. Un cosquilleo recorría mi estómago y esque me parecía de lo más fascinante dar una vuelta por el desierto. Iba a bastante velocidad, pero sin pasarse, hicimos un buen camino hasta meternos en uno de esos carteles de la carretera que nos llevó a una cafetería que había al pie de una duna. Aquello era fascinante, demasiados lugares escondidos en aquel lugar lo más parecido a un oasis, solo faltaban las palmeras y en este bar las había, colocadas por ellos claro estaba, pero podías disfrutar de ellas en grandes macetas. Dejamos el Quad y nos sentamos en uno de esos cojines que había sobre una gran alfombra, todo rodeado de mesitas bajas, la música amenizaba el sitio, además había unos cuantos camellos para pasear a los turistas que iban llegando a tomar algo. —Me estas regalando el viaje de mi vida —dije mirándole. —Me alegra saberlo, porque aún te puedo enseñar todo el país —sonrió. —Bueno, sí no corro ri
—Tengo una duda… —le dije mirándolo directamente a los ojos. —Dime.—¿Desde fuera de la burbuja se puede ver lo que sucede dentro?—No —rió—. Está protegida con cristales especiales. De dentro hacia afuera se ve todo, pero no a la inversa. —Estupendo, veo que lo tienes todo bien pensado —reí.—Más de lo que imaginas. Y ahora…—Ahora, ¿qué?—Vamos a ducharnos, nos ponemos los pijamas mientras lo preparan todo, en un rato comienza a caer el sol y veremos el atardecer tomando una copa de vino.Me llevé la mano a la frente en un gesto que indicaba que estaba a sus órdenes y entramos a la casa, eso sí, me resultó raro que no pasara nada en la ducha más allá de caricias y besos.Cuando salimos me puse el albornoz y me sequé un poco el pelo, ya que no quería salir afuera con ese frío que hacía por las noches y acabar cogiendo una neumonía.Suerte que lo tenía liso y en apenas unos minutos ya estaba seco, de modo que volví a la habitación y busqué entre la ropa que habíamos comprado en Marr
—¿Aún odias Marruecos? —me preguntó ely, cuando entramos en la habitación.—No. Fui una tonta prejuiciosa. Me ha encantado, de verdad. ¡Ha sido el amanecer más bonito que he visto en mi vida!—Sabía que te gustaría, por eso era una sorpresa.—Amo este lugar —dije dándole un beso lento en la boca. Nos duchamos y le di un millón de veces las gracias por todo lo que me había mostrado de aquel país, él me besaba sonriendo y diciendo que me podía enseñar mil cosas más si no lo apartaba de mi vida.¡Para cagarse!Una cosa es lo que me había hecho sentir y otra muy distinta es que me fiara de él.Una llamada le hizo que cambiara la expresión de su rostro se volvió hacia mí y anunció:—Tenemos que volver a Seattle, Norman tuvo un accidente anoche y se encuentra entre la vida y la muerte, en estado crítico —dijo mientras arrugaba el entrecejo, como tratando de asimilarlo.Norman era un amigo suyo a quien yo había conocido de pases porque frecuentaba mucho Surebank. —¡No me lo puedo creer! —S