Pegada a la pared de la ducha, con Bradox Cooper aún dentro de mí, acabé dejándome caer sobre él, tras el intenso orgasmo que había tenido, rodeándole el cuello mientras él alternaba besos sobre mi hombro y la mejilla.Terminó de enjabonarme con una delicadeza que jamás habría pensado que pudiera mostrarme. Se duchó y tras acabar salimos a secarnos y ponernos algo de ropa cómoda.Nos quedamos dentro en la parte acristalada ya que el frío allí por la noche se sentía mucho más, así que nos tomamos un vino y al momento llegaron dos chicos con las bandejas de la comida.La pusieron sobre la mesa y la verdad que era un marco precioso el poder cenar ahí mirando hacia las dunas, en pleno desierto y viendo las estrellas a través del techo de cristal de esa zona.Una ensalada, dos hariras( que era sopa marroquí) y dos pastellas, eso sí que me emocionó.s Brad se veía feliz, cómodo, no sé, pero me daba la impresión de que le gustaba estar a mi lado, se le veía que disfrutaba de mi compañía.Est
Nos pusimos los cascos y se abrieron las puertas para que saliéramos de allí. Un cosquilleo recorría mi estómago y esque me parecía de lo más fascinante dar una vuelta por el desierto. Iba a bastante velocidad, pero sin pasarse, hicimos un buen camino hasta meternos en uno de esos carteles de la carretera que nos llevó a una cafetería que había al pie de una duna. Aquello era fascinante, demasiados lugares escondidos en aquel lugar lo más parecido a un oasis, solo faltaban las palmeras y en este bar las había, colocadas por ellos claro estaba, pero podías disfrutar de ellas en grandes macetas. Dejamos el Quad y nos sentamos en uno de esos cojines que había sobre una gran alfombra, todo rodeado de mesitas bajas, la música amenizaba el sitio, además había unos cuantos camellos para pasear a los turistas que iban llegando a tomar algo. —Me estas regalando el viaje de mi vida —dije mirándole. —Me alegra saberlo, porque aún te puedo enseñar todo el país —sonrió. —Bueno, sí no corro ri
—Tengo una duda… —le dije mirándolo directamente a los ojos. —Dime.—¿Desde fuera de la burbuja se puede ver lo que sucede dentro?—No —rió—. Está protegida con cristales especiales. De dentro hacia afuera se ve todo, pero no a la inversa. —Estupendo, veo que lo tienes todo bien pensado —reí.—Más de lo que imaginas. Y ahora…—Ahora, ¿qué?—Vamos a ducharnos, nos ponemos los pijamas mientras lo preparan todo, en un rato comienza a caer el sol y veremos el atardecer tomando una copa de vino.Me llevé la mano a la frente en un gesto que indicaba que estaba a sus órdenes y entramos a la casa, eso sí, me resultó raro que no pasara nada en la ducha más allá de caricias y besos.Cuando salimos me puse el albornoz y me sequé un poco el pelo, ya que no quería salir afuera con ese frío que hacía por las noches y acabar cogiendo una neumonía.Suerte que lo tenía liso y en apenas unos minutos ya estaba seco, de modo que volví a la habitación y busqué entre la ropa que habíamos comprado en Marr
—¿Aún odias Marruecos? —me preguntó ely, cuando entramos en la habitación.—No. Fui una tonta prejuiciosa. Me ha encantado, de verdad. ¡Ha sido el amanecer más bonito que he visto en mi vida!—Sabía que te gustaría, por eso era una sorpresa.—Amo este lugar —dije dándole un beso lento en la boca. Nos duchamos y le di un millón de veces las gracias por todo lo que me había mostrado de aquel país, él me besaba sonriendo y diciendo que me podía enseñar mil cosas más si no lo apartaba de mi vida.¡Para cagarse!Una cosa es lo que me había hecho sentir y otra muy distinta es que me fiara de él.Una llamada le hizo que cambiara la expresión de su rostro se volvió hacia mí y anunció:—Tenemos que volver a Seattle, Norman tuvo un accidente anoche y se encuentra entre la vida y la muerte, en estado crítico —dijo mientras arrugaba el entrecejo, como tratando de asimilarlo.Norman era un amigo suyo a quien yo había conocido de pases porque frecuentaba mucho Surebank. —¡No me lo puedo creer! —S
—¿Dónde estás? —preguntó y noté la tristeza en su voz , algo normal puesto que acababa de perder a su mejor amigo.—No debe de preocuparte eso —me salió esa respuesta.—¿Qué te sucede, Millie?—Siento mucho lo de Norman —intenté cambiar el tema.—Estuve toda la noche en el velatorio, vine a casa a las seis de la mañana a ducharme y descansar tres horas.¿Dónde estás? —volvió a preguntar.— ¿Por qué quieres saberlo?—Quiero verte.—No, por favor, de verdad, esta tarde iré al funeral, pero no quiero verte.—¿Por qué te comportas así?—No es momento para hablar y respeto tu pérdida.—Esras haciendo que esto sea más doloroso todavía.—No, yo no, la culpa es de tu actitud y de tu forma de hacer las cosas.—¿A qué viene eso?—Déjalo de verdad, no tenemos que hablar, no hace falta.—Dime dónde estás —insistió y escuché ruido de llaves.—No te lo voy a decir, Bradox.—Dímelo…—¡Dije que no! —colgué y él comenzó a llamarme con insistenciaPuse el teléfono en silencio y boca abajo, no quería
—¿Qué haces aquí, Bradox? —Pues intentar hablar contigo, no tengo otra forma — entró sin previo aviso. —Eso, tú entra, total... —Me crucé con el portero en la entrada, así que sé que estás sola. —¿Y si hubiera un hombre en mi cama? —pregunté dirigiéndome a la cocina. —Pues lo sacaría de un empujón por la ventana —se apoyó sobre la encimera mientras yo terminaba de hacerme el café,bobviamente no le haría uno a él. —¿Por la ventana? ¿Con qué derecho? Aunque tal vez sea yo quien te saque ti. —Eso habría que verlo. Y ahora dime, ¿Qué te pasa, preciosa?¿Por qué huyes de mí? — Era a Katya a quien te ibas a llevar a Marruecos…¿Verdad? —¿De qué estás hablando? —preguntó frunciendo el ceño. —No vengas a hacerte el inocente. —No me hago nada, vengo de pasar unos días increíbles contigo, me entero de que mi mejor amigo perdió la vida y tú me das la espalda. ¿Qué inocente? ¡Solo quiero saber porqué te has apartado de mí! —exclamó en voz tan alta, que hasta hizo que me sobresaltara,
Casi una hora después, el regresó cargado de bolsas, pero cuando digo cargado, es que lo tuvo que acompañar un chico del súper a traer las cosas.Lo dejaron todo en la cocina y Brad le dio una propina al chico antes de que se marchara. Me puse a colocar todo en su lugar con él, en ese silencio que me ponía de lo más nerviosa. Me había cambiado de ropa antes de que llegara, y me puse unas mallas ajustadas con una camiseta, él no tardó en entrar a cambiarse y salió con un pantalón de chándal y una camiseta.Descorchó una botella de vino y llenó dos copas, se puso a preparar la cena y yo me senté a esa especie de barra que separaba el salón de la cocina.—¿Te puedo ayudar en algo? —pregunté, temerosa, porque ya me esperaba cualquier cosa de él.—No.Joder, parecía que tenía esa palabra esa en la punta de la lengua. Echaba de menos lo relajado que le había visto en Marruecos, y me sentía castigada.Di un sorbo a la copa de vino y me puse a contemplarlo mientras se afanaba, de espaldas
—Quítate la gabardina, quiero ver cómo te queda la ropa que escogí para ti —me ordenó sin más, en cuanto entró por la puerta a las ocho y veinte minutos. Parpadeé sin saber qué hacer. Por un momento sus palabras me pillaron desprevenida. Pero empecé a obedecer, zafando la gabardina con dedos temblorosos y dejé que la prenda cayera a mis pies.Bradox observó el vestido negro que llevaba puesto y arqueó una ceja.—¿No se suponía que estarías desnuda por debajo del abrigo? —me recriminó.—Sí, pero también pensé que no te importaría que me pusiera este vestido—alegué en un tono coqueto.—Pues te equivocaste, me gustas más desnuda. Pero se ve que estás acostumbrada a hacer lo que se te da la reverenda gana. — Vamos.— ordenó, tomándola de la mano y dirigiéndose a unas puertas cerradas, las cuales abrió con una llave que sacó de su bolsillo.Millie se quedó congelada en la entradaz cuando vio lo que había preparado del otro lado. Allí había otra mesa casi a la altira del suelo, de est