—¿Qué haces aquí, Bradox? —Pues intentar hablar contigo, no tengo otra forma — entró sin previo aviso. —Eso, tú entra, total... —Me crucé con el portero en la entrada, así que sé que estás sola. —¿Y si hubiera un hombre en mi cama? —pregunté dirigiéndome a la cocina. —Pues lo sacaría de un empujón por la ventana —se apoyó sobre la encimera mientras yo terminaba de hacerme el café,bobviamente no le haría uno a él. —¿Por la ventana? ¿Con qué derecho? Aunque tal vez sea yo quien te saque ti. —Eso habría que verlo. Y ahora dime, ¿Qué te pasa, preciosa?¿Por qué huyes de mí? — Era a Katya a quien te ibas a llevar a Marruecos…¿Verdad? —¿De qué estás hablando? —preguntó frunciendo el ceño. —No vengas a hacerte el inocente. —No me hago nada, vengo de pasar unos días increíbles contigo, me entero de que mi mejor amigo perdió la vida y tú me das la espalda. ¿Qué inocente? ¡Solo quiero saber porqué te has apartado de mí! —exclamó en voz tan alta, que hasta hizo que me sobresaltara,
Casi una hora después, el regresó cargado de bolsas, pero cuando digo cargado, es que lo tuvo que acompañar un chico del súper a traer las cosas.Lo dejaron todo en la cocina y Brad le dio una propina al chico antes de que se marchara. Me puse a colocar todo en su lugar con él, en ese silencio que me ponía de lo más nerviosa. Me había cambiado de ropa antes de que llegara, y me puse unas mallas ajustadas con una camiseta, él no tardó en entrar a cambiarse y salió con un pantalón de chándal y una camiseta.Descorchó una botella de vino y llenó dos copas, se puso a preparar la cena y yo me senté a esa especie de barra que separaba el salón de la cocina.—¿Te puedo ayudar en algo? —pregunté, temerosa, porque ya me esperaba cualquier cosa de él.—No.Joder, parecía que tenía esa palabra esa en la punta de la lengua. Echaba de menos lo relajado que le había visto en Marruecos, y me sentía castigada.Di un sorbo a la copa de vino y me puse a contemplarlo mientras se afanaba, de espaldas
—Quítate la gabardina, quiero ver cómo te queda la ropa que escogí para ti —me ordenó sin más, en cuanto entró por la puerta a las ocho y veinte minutos. Parpadeé sin saber qué hacer. Por un momento sus palabras me pillaron desprevenida. Pero empecé a obedecer, zafando la gabardina con dedos temblorosos y dejé que la prenda cayera a mis pies.Bradox observó el vestido negro que llevaba puesto y arqueó una ceja.—¿No se suponía que estarías desnuda por debajo del abrigo? —me recriminó.—Sí, pero también pensé que no te importaría que me pusiera este vestido—alegué en un tono coqueto.—Pues te equivocaste, me gustas más desnuda. Pero se ve que estás acostumbrada a hacer lo que se te da la reverenda gana. — Vamos.— ordenó, tomándola de la mano y dirigiéndose a unas puertas cerradas, las cuales abrió con una llave que sacó de su bolsillo.Millie se quedó congelada en la entradaz cuando vio lo que había preparado del otro lado. Allí había otra mesa casi a la altira del suelo, de est
Millie abrió los ojos de par en par. Recordaba a ese muchachito tímido, responsable, buen estudiante, y no daba crédito. Sencillamente le resultaba imposible imagimarlo estafando a alguien o robando a punta de pistola.—¿Sorprendida? —Se burló Bradox— Pues no solo me convertí en un vulgar ratero, también llegué a ser el cabecilla de una banda de pandilleros y estafadores. Ya sabes lo hábil que soy con los números —añadió con un guiño de ojo.—Dios,no... —musitó ella.—Sí, y te aseguro que Dios no tuvo nada que ver en mi salvación —replicó con ironía.—¿Y cómo fue que…?Observaba a ese hombre apuesto y poderoso en el que se había convertido, y le venía a la mente un ave fénix resurgiendo de sus cenizas de forma gloriosa.—¿Quieres saber cómo retomé el buen camino? —inquirió con ironía— Fue gracias a mi padre.—¿El hombre que te adoptó?Bradox esbozó una sonrisa burlona.—Por supuesto, lo que no sabes es cómo le conocí.Escucha, es lo mejor de la historia —. Él no dejaba de rondarla,
Su sonrisa se fue haciendo más ancha a medida que las pupilas de ella más se dilataban por el terror.—Déjame que te cuente un secreto —dijo arrastrando las tiras de cuero po rla piel desnuda de su cuello—. El universo está hecho de elementos opuestos que forman parte de una misma cadena. La vida, la muerte, el bien, el mal, el odio, el amor, el placer, el dolor… —. Millie apretó los dientes al notar el primer latigazo en su costado—. Todo está relacionado. Todo guarda una conexión que hace que no exista lo uno sin lo otro —prosiguió acariciándola con el propio látigo que estaba usando para castigarla—. Ahora mismo por ejemplo, estás atada de manos, sabes que yo puedo hacer lo que quiera contigo y tienes miedo. Pero hay una parte de ti, una parte más oscura y secreta que disfruta siendo sometida. Eso no significa que seas sumisa, pero en este momento sabes que yo tengo el control absoluto de la situación, que no tienes más remedio que confiar en mí, y saberlo te excita. A pesar de que
De repente dio un respingo al notar un lengüetazo húmedo en su coño hinchado. ¿Es que quería volverla loca o qué?lBradox le introdujo un dedo mientras lamía los pliegues de su vagina y succionaba su clítoris en pequeños chupetones. En un momento dado, él se pudo duro, al ver como gemía a través de la mordaza y se retorcía de placer. Era la mejor tortura que se le podía haber ocurrido. Aunque su tortura supusiera también la suya, porque todo lo que quería era quitarse la bata y follarla contra la mesa hasta que le ardiera la verga.Pero se contuvo y le introdujo otro dedo, imaginando que era otra cosa más gruesa lo que le metía. Millie gimió, suspiró y se sacudió con más violenta, a medida que él seguía chupándole el coño como si fuera el mejor vino que hubiera probado en su vida. Sin embargo, cuando ya estaba a punto de correrse, sonó el timbre y él dejó lo que estaba haciendo para ir a abrir la puerta. «Maldito hijo de puta», gruñó ella para sus adentros. La frustración sexual era m
Bradox se mantuvo estático, resistiéndose a ceder. Le costaba dar el paso porque no quería herir a Millie. Sabía, que castigarla era una cosa, y humillarla iba mucho más allá de lo que había planeado. Sin embargo Caroline volvió a pegar los labios a los suyos, esperando que demostrara su autoridad, y él finalmente acabó devolviéndole el beso. La angustia se apoderó de Millie. ¡Oh, no! ¡No, por Dios! ¡Él y esa zorra se estaban besando! No, no... Él no sería capaz de llegar tan lejos. Aquello era demasiado mezquino incluso para él, se dijo en un intento desesperado por calmarse. Entonces escuchó algo más que unos besos, escuchó también el chasquido de una tela al desgarrarse, y de repente una presión espantosa aplastó su pobre corazón. Se quedó totalmente congelada. ¡Bradox no solo se estaba tirando a esa zorra, sino que lo estaba haciendo justo encima de ella como si ella fuera realmente una mesa! Las lágrimas cayeron por sus mejillas a medida que notaba el vaivén de las embestid
—Millie, escucha, sé que te he hecho daño pero debemos vernos. Necesito hablar contigo —le suplicó Bradox.—No, ya es tarde para eso. Ya no hay nada de que hablar. Hace tres días he comprendido que Brady murió hace tiempo. Adiós, fue bonito reencontrarnos y echaré de menos nuestro tiempo juntos pero no vale la pena seguro iriendonos así.—Millie espera, no me cuelgues. ¡Millie! —gritó él, fuera de control.Pero ya solo se escuchaba el sonido de la línea comunicando.¡Mierda!, masculló irritado.Tiró el móvil contra la pared, pasó una mano por su cabellera oscura y empezó a caminar de un lado para el otro como un animal enjaulado.¿Y ahora qué iba a hacer? ¿Correr en su busca para suplicarle perdón de rodillas? Cogió el abrigo dispuesto a hacerlo. Entonces lo meditó un segundo y se detuvo en seco.¿Iba a pedirle perdón por ser como era? ¿Por ser sincero? Puede que el castigo se le hubiera ido de las manos, pero lo había hecho con el firme propósito de mostrarle la verdad. Y la verdad