Primeras pistas
Llegó el viernes y me reencontraba con mis alumnos. Los saludé sin rencor, y les pregunté si habían hecho la tarea.
- Sí – Respondieron.- Bueno, me las van a dejar en el escritorio mientras empezamos con la unidad nueva. El tema de hoy es la división celular – Observé que se sorprendían de mi capacidad de no guardar resentimientos pese a lo acontecido en la última clase. Es que mi forma de ser era así, y por el error de uno solo, no iba a estar de malas con todos.Pregunté si todos habían entregado el trabajo y me contestaron afirmativamente. Empecé a contarlos y hubo algo raro. Eran diecinueve estudiantes, pero tenía en mi escritorio veinte monografías.- Chicos, ¿faltó alguien hoy?- No profe, estamos todos – Respondió un alumno.Tendría que ponerme a revisar uno por uno para poder dar con el error, pero eso atrasaría mi clase. Así que decidí chequearlo en mi casa. Los guardé en mi maletín.
Estaba proyectando unas diapositiUNA BROMA PESADA¿Qué me inquieta? No lo sé. Los secretos de Mark eran una opción. Ahí encontré algo en común. Tenía un hombre enigmático tanto en la vida real como en mis sueños. Me costaba creer que el hombre del que me había enamorado sea el causante de mis males nocturnos. No me creía capaz de sacrificar mi bienestar psicológico por alguien.Preparé café y decidí sacar del maletín los inéditos trabajos que les había pedido a mis alumnos. Tal como les había indicado, todos tenían llamativas carátulas, a color, con imágenes. Se habían esmerado. Comencé a leerlos y al llegar al número once hubo un detalle que llamó mi atención. Una vistosa carátula como las demás, pero con la palabra “ZOЯЯO”, con la misma disposición espejada en las letras R que tenía la bendita nota que me dejaron en el libro aquel día, más una imagen del animal. De inmediato, comencé a leerlo, pero no encontraba nada raro en el texto. Volví a la carátula y para mi otra sorpresa, era un trabajo anó
UNA DURA HISTORIA- Profe, ahora que recuerdo, si vi alguien salir del aula en pleno recreo ese día.Levanté mi cabeza rápidamente para mirarlo, además de mis cejas, por la sorpresa.- Ah, ¿sí? ¿A quién?- A Paula, pero cuando la vi estaba sacando algo de su mochila y salió. No miré mucho, pero podría ser algún objeto personal porque después fue al baño ¿Entiende?- Claro, sí, entiendo. Bueno, igual te agradezco la información – Y dejé que se vaya.Pensé en Paula. Es una estudiante repitente, se ve más grande que las demás chicas. Su cabello claro levemente ondulado y el peinado semi recogido, me recuerda a mí en la adolescencia. Tiene unos ojos hermosos, cejas perfectas. Y muy buen cuerpo. No tiene las mejores notas, pero tampoco las peores. Está siempre con Ornella.Por la descripción que me dio Genaro, podría tratarse de que estuviese en su periodo y entrase a buscar un apósito. No tenía nada de malo. Si me hubiese dicho que la vio en
¿AMOR PROHIBIDO?Entré a la sesión. Ahí está ella, mirándome con su sonrisa de dientes perfectos, mi psicóloga Rebeca Frau. Siempre luce su pelo lacio suelto, color negro azabache, que le llega justo a los hombros. Tiene unos divinos ojos verdes, que ni con sus intelectuales anteojos logra ocultarlos. El estilo que tiene es único, no a todas nos favorecería. Tomé asiento en el cómodo sillón y comenzamos nuestra charla.- Sigo con pesadillas, Rebe. Trato de cenar ligero, disminuí la ingesta de alcohol, y hace mucho no veo películas de terror - que son mis favoritas.- ¿Pensaste en las cosas que haces, justo antes de dormir, cuando ocurren?- Sí, de hecho, encontré algo en común. Sucede generalmente cuando estoy con el hombre que salgo.- ¿Con Marcos? – Ya se había aprendido muy bien el nombre. – Me dijiste que te ocultaba algunas cosas. ¿Eso no ha cambiado?- Sigue siendo un enigma para mí.- Descríbeme un poco mejor a ese hombre, cualitativamente. Y
LA FOTOGRAFÍAIngresé al colegio unos veinte minutos antes. Fui a la sala de dirección y consulté “por curiosidad” qué preceptor estuvo a cargo, el año anterior, del curso donde estaba dando clases.- Me mataste. Tendrías que darme un minuto y me fijo – Dijo León Quiroga, el vicedirector. Era un hombre de unos sesenta años aproximadamente, canoso, pero con abundante cabello. Usaba unos anteojos redondos con mucho aumento.Abrió un cajón que tenía rotulado el año 2017. Adentro de él, numerosas carpetas grandes, ordenadas por curso. Sacó una y la puso sobre el escritorio.- Acá está – Dijo al abrirla y sacar una hoja – Preceptora “Giuliana Díaz Gaetán”. Pero ¿para qué necesitas esto? – Volvió a dirigir su mirada hacia mí.- Oh, por nada en especial – Me tomó desprevenida - Necesito hablar con ella acerca de unos alumnos que tuvo a cargo.- Bueno, por lo que sé ahora trabaja para el cuarto año. El aula está en el primer piso del lado este. Al frente de
ARRIESGARSE A SUFRIR- Pasar por afuera del aula donde estabas y volver a ver a los alumnos, me hizo recordar otras cosas. Iba a pasar de largo, pero decidí devolverme y contarte por si luego se me olvidaba.- Justo les acababa de pedir que realicen una actividad, así que me hallaste en un buen momento. Te escucho – dije intrigada.- Bueno, hay un alumno al que le llamé la atención una vez, por violento. Felipe es su nombre. En varias ocasiones lo vi provocando y empezando riñas con chicos de otro curso. El día que colmó mi paciencia, fue en una ocasión que lo vi agarrando del cuello a un alumno menor que él, lo tenía contra la pared. Creo que llegué justo a tiempo, sino no sé qué podría haber pasado. El niño estaba morado, comenzó a toser mucho cuando lo soltó. Pero, luego, no volví a interceptarlo en situaciones violentas.- Oh, por Dios. Es un chico alto y de contextura muy grande, lo ubico – Expresé impactada.- Eso, por un lado. También una vez encontré
INTACHABLE- Ah ¿Sí? – sonreí sarcásticamente - ¿Y qué clase de ayuda le dabas? ¿Lecciones sexuales después de clases?- ¡No! ¡Por el amor de Dios! ¿Cómo se te ocurre? – Parecía perder el control – Lo único que podía hacer es escucharla siempre que lo necesitara u ofrecer ayuda con mi materia. No sé que hay de malo con eso.- Sólo sé que te vieron muy cercano a ella. Y Paula está sufriendo por un amor prohibido. Qué coincidencia ¿No? – Lo miré de forma desafiante.- Es lo que decís, coincidencia. Eso no prueba nada y es una acusación muy fea la que me estás haciendo – Me apuntaba con el dedo índice.- ¡Eso no es todo! – Grité - ¡También estoy segura de que ella fue la que nos vio aquel día y escribió la m*****a nota!- ¿Cómo? – Preguntó confundido- ¡Lo que escuchas! – Saqué mi celular y le mostré la foto que me había llegado en clases – Esto me llegó hoy estando en plena clase. Además, usó sus redes expresando que vio algo indebido ese día. ¡Yo no
VIVIR CON MIEDOS O ARREPENTIMIENTOS- Lamentablemente, está muerto – Dijo el Oficial.- ¿Qué le sucedió? – Preguntó la vecina de al lado.- Al parecer causas naturales. Lo sabremos con seguridad luego de la autopsia. ¿Saben si vivía alguien más con él?- No, siempre estaba solo – Respondió Raquel.- Ok. ¿Cuándo lo vieron por última vez? – Indagó el policía.- No recuerdo bien – Dijo mi amiga.- Anoche lo escuchamos, por el balcón – Le mencioné, metiéndome en la conversación. Salió una mujer, también policía, que estaba escuchando.- ¿Qué escucharon? – Nos preguntó el Oficial.- Nos pidió que bajemos el volumen de la música – Oculté el detalle de que nos amenazó con llamar a la
No quise quedarme tanto rato ahí. Preferí irme a casa, tener tiempo para una misma es necesario. Mi habitación, mi cama, mi almohada. Tres elementos irremplazables. Saqué una remera vieja del segundo cajón en el ropero, y de un salto me acosté en la cama. Disfrutaba del olor a sábanas limpias. Pensaba en cómo a veces nos complicamos la vida sin necesidad. Y en todos los problemas que nos podríamos evitar. Es necesario encarar las dificultades con inteligencia emocional para no perder la cabeza.De un momento a otro, me encontré en un edificio con un salón interno y amplias escaleras. Era hermoso, pintado de blanco y doradas columnas. Me transmitía paz. Había mucha gente, algunos conocidos. Identifiqué a dos compañeras que hacía años no veía, las saludé alegremente, pero ellas parecían indiferentes hacía mí. Quizás no me recordaban. De todos modos, eso no alteró mi tranquilidad y seguí avanzando hasta llegar a las escaleras. Comencé a subir, todo marchaba bien, pero cu