LXXII. Los juegos de Kreiger
Al abrir mis ojos, había perdido por completo la noción del tiempo y del espacio ya que para aquel instante aún me mantenía con los recuerdos muy presentes respecto a aquellos últimos instantes en los cuales aun me encontraba consciente y acomodada en el asiento del copiloto junto a Dominieck, así que al despertar al no saber dónde me encontraba me dispuse a observar todo lo que se mantenía esparcido a mi alrededor.

Al hacerlo realmente no pude evitar perderme contemplando los detalles rústicos que en su interior se mantenían y que daban vida a toda aquella recamara, dándole a la misma un aire especial y algo distinguidamente atractiva, pero sin dejar de ser obvio el hecho de que no le conocía, lo que la hacía ante todo un espacio totalmente nuevo para mí.

De ella de igual manera, emanaba un aroma muy característico bastante masculino, aroma que no muy bien se adentró en mi olfato hizo que de alguna manera la sangre en mis venas empezara a hervir, la energía empezó por ello a acumu
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