LXIX. El inicio del descontrol
— Vamos Emma, ya hemos llegado, por favor sígueme — indicó aquel de inmediato mientras me sujetaba guiándome con sumo cuidado, por tanto, confiando en sus palabras aunque era algo incierto el propósito con que aquello contaba, hombro a hombro ambos nos adentramos al elevador y desde allí espere con paciencia llegar finalmente a donde sea que aquel me dirigía.

Con suma cautela, pocos segundos después de haberse cerrado las compuertas detrás nuestra, Dominieck me hizo girar sobre mi propio eje probablemente hacía donde en algún momento estuve dando la espalda intentando así acomodarme para que al subir fuera más fácil salir de aquel elevador.

A poco menos de un minuto, finalmente aquel se detuvo en tanto, ambos habiendo abandonado aquel especial espacio nos adentramos a uno nuevo interesantemente algo diferente.

Dominieck ante aquello no se hizo esperar pues la emoción no se lo permitía, de modo que me hizo avanzar un poco hacia el frente dando no más que algunos diez pasos y habiéndo
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