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Destino
Destino
Por: Ariel Cortazzo
Capitulo uno.

Como cualquier otro sábado había salido con Edmund, bueno todos le llamamos Ed. Y aunque no tenemos nada serio se podría decir que lo pasamos bien juntos.

Habíamos decidí ir a Phyros, un garito rockero que esta en el centro de la ciudad y que a ambos nos encanta. todos los fines de semana había música en directo y eso para mi era la cosa más placentera del universo, pero nosotros nos conformabamos con ir una vez al mes más o menos, era cuando nos solíamos juntar todo el grupo.

Estábamos esperando a unos amigos con los que habíamos quedado allí, pero como de costumbre en ellos, llegaban tarde asique optamos por acercarnos a la barra y pedir un par de cervezas para hacer tiempo hasta que llegasen.

—Rebeca acaba de mandarme un mensaje, están en mitad de un atasco— dice Ed tras dar un trago a su cerveza.

—No entiendo como se las apañan para llegar siempre tarde— digo mirándole y suspiro.

Doy un trago a mi cerveza y cogiendo a Ed de la mano me lo llevo al servicio de chicos ya que esta siempre menos concurrido que el de chicas. Me sonríe pícaramente mientras lo arrastro hasta uno de los diminutos cubículos, cierra la puerta y en un cerrar y abrir de ojos y me tiene cogida por el culo haciendo que mis piernas rodeen su cintura. Mis labios buscan los suyos desesperadamente, su lengua se entrelaza con la mia y nuestros jadeos suenan ahogados. En ese momento el móvil de Ed vuelve a sonar.

—Déjalo no lo mires— digo besando su barbilla.

—Lo siento nena pero tengo que cogerlo— responde.

Me baja al suelo y saliendo del cuarto de baño responde a quien quiera que sea. Cuando salgo justo detrás de él, un grupo de niñato vociferan eufóricos, ni que fuera la primera chica que ven salir del baño de chicos.

Llego hasta Ed que hablar por teléfono con quien parece ser Norbert. Me hace señas para avisarme que sale a buscarle y que le espere dentro, como de costumbre le hago caso. Aunque mejor así porque en estas fechas en Múnich hace demasiado frio.

Cuando vuelve con Norbert, pedimos una tabla de chupitos.

La noche se pone interesante cuando Norbert que ya está borracho se sujeta a mis caderas por detrás para bailar conmigo y Ed que no soporta no ser el centro de atención, de un empujón le aparta de mi y me besa intensamente en mitad de la sala, y aunque estoy acostumbrada ya a sus ataques de celos la verdad es que preferiría que no lo hiciera con tanta gente a nuestro alrededor.

Por fin el grupo llega al garito y nos podemos divertir todos juntos. Sam, mi mejor amiga me abraza sonriendo y yo se lo devuelvo, hace bastante que no nos vemos y ya la echaba de menos. La noche continua como todo estaba previsto, pero entonces un insoportable pitido hace acto de presencia y todo el mundo empieza a correr al ver las llamas que provienen de una de las barras del local. En ese momento solo siento como la gente comienza a empujarme y Ed al verlo tira de mi, pegandome a él. Me creo a salvo hasta que me doy cuenta de que las llamas comienzan a devorar ferozmente el lugar y Ed muerto de miedo me deja sola entre la multitud, escabullendose entre los pequeños huecos. El humo está haciendo mella en mi, mi respiración es fatigada y mis ojos apenas pueden ver por donde voy.

A estas alturas el local está completamente vacío, solo quedo yo en el lugar, que no soy capaz de salir ya que no veo con tanto humo a mi alrededor y llamas. Mis ojos apenas pueden ver nada, me escuecen y mi pecho está tan oprimido que tengo la sensación de estar ahogandome poco a poco, pero entonces puedo vislumbrar una silueta que rápidamente se acerca a mi. De repente solo siento que mi cuerpo no responde y me desplomo. Pero no siento el golpe contra el suelo, unos brazos fuertes me sujetan evitando la caída. Mis párpados son tan pesados que acaban por cerrarse por completo.

***

Cuando despierto siento mis parpados aún pesados aunque acabo abriéndolos casi por completo. No recuerdo nada de lo que sucedió anoche, estoy desorientada y no sé donde me encuentro. Me miro la muñeca, tengo algo, ¿que es? ¿una vía?... Debo de estar en el hospital ¿que me ha pasado? me toco levemente la cara y noto un tubito que sale de mi nariz, estoy asustada, ¿que paso anoche?

Llevo un rato despierta cuando me doy cuenta de que la puerta de la habitación en la que me encuentro se abre y alguien vestido de verde entra. Imagino que se debe de tratar del médico y la verdad es que, que medico, pienso para mi. Alto, espalda ancha, ojos color miel, pelo oscuro como el carbón, mandíbula marcada, es todo un dios de la medicina. Pero este no tarda en sacarme de mi ensoñamiento.

—Buenos días señorita Winter ¿Como se encuentra?— dice mirándome mientras se acerca a la cama en la que me encuentro.

—Buenos días, ¿que me ha pasado?— pregunto aún confusa.

—¿No recuerda nada?— se extraña.

—La verdad es que no, lo último que recuerdo es que estaba en un concierto con unos amigos.

—La sala en la que se encontraba salió ardiendo, que este viva es un milagro. Uno de los bomberos la sacó de allí— termina diciendo.

—¿Mis amigos están bien?— pregunto.

—Solo quedaba usted dentro de la sala, los demás asistentes salieron y están bien. Ahora dígame si le duele algo.

—El pecho... es como si tuviera una tonelada de acero encima de él.

—Eso se debe al humo, con los días debería de pasar e ir mejorando su respiración. Será mejor que descanse, volveré en unas horas— dice sonriendo levemente y se aleja de la cama.

El médico sale de la habitación cerrando la puerta tras él y yo agotada cierro los ojos dejándome caer en los brazos de morfeo.

No se cuánto tiempo ha pasado hasta que la puerta se vuelve a abrir de nuevo, pero esta vez no es el dios de la medicina, sino el capullo que me dejó tirada en mitad de la multitud cuando más lo necesitaba. Haber descansado unas horas más ha hecho que los recuerdos sobre todo lo sucedido hayan vuelto a mi.

—Ginevra ¿como te encuentras? Joder, pensé que venias detrás de mi pero cuando llegue a la salida me di cuenta de que no estabas— dice sentándose en una silla cerca de la cama.

—No seas hipócrita, tú me dejaste tirada cuando viste que la cosa iba a peor— digo mirándole.

—Joder Ginevra entiende que tenía miedo y que era mejor que si alguien tenía que salir mal parado fuese solo uno y no los dos, ¿no crees? además ese bombero te salvó— dice él si ápice de remordimientos.

—Eres un hijo de puta, casi me muero allí dentro y a ti te importa una mierda— respondo enfadada.

—No es cierto, sabes que te quiero— dice él mirándome.

—Ed tu no me quieres y yo no te quiero, sabes que solo lo pasamos bien juntos, eso es todo, nada más— respondo a sus palabras, quizás este siendo demasiado dura pero fueron los límites que pusimos desde un principio.

—Pero eres mi amiga y me importas.

—Cada día lo pongo más en duda.

En ese momento la puerta de la habitación se abre y entra mi médico acompañado de otro hombre. Si el médico era el dios de la medicina este como mínimo es el dios de los dioses. Su pelo es castaño, sus ojos claros y grises que hacen que no pueda dejar de mirarlos, sus facciones marcadas, sus músculos que hacen que la camisa se ciña a ellos... ¿si no estoy en el cielo, donde estoy?

—Señorita Winter, ¿se encuentra algo mejor?— pregunta mi médico acercandose hasta la cama.

—Si, gracias. Parece que la presión que sentía en el pecho poco a poco se va disipando— respondo.

—Me alegro, aún así echaremos un vistazo para asegurarnos de que todo va bien— se acerca aún más a mi y con el fonendoscopio que lleva colgado del cuello comienza a oscultarme el pecho. aunque esto debería hacerlo sin la presencia del desconocido y de Ed, la verdad es que no termina de molestarme. Estoy demasiado centrada en esos ojos grises que no me quitan la vista de encima —Su pecho esta mucho mejor, pero aún así me gustaría seguir vigilandola durante un par de horas más— dice el doctor.

—¿Entonces podré irme a casa en un rato?— pregunto sonriendo.

—Si todo va bien esta noche volverá a su casa— responde él y yo asiento.

—Muchas gracias— contesto.

—Señorita Winter, quería presentarle a Jerome Winchester, él fue quien la sacó de aquella sala ardiendo— dice el médico señalando al desconocido.

Mi mirada se queda fija en él y como si estuviera reviviendo el momento mi cuerpo es recorrido por un pequeño escalofrío.

—Gracias señor Winchester, he vuelto a nacer gracias a usted— digo agradecida.

—No me las de, era mi trabajo y además no dude en ningún momento de que era lo correcto— responde él dejando su mirada clavada en la mía. Un fuego en mi interior comienza a arder bajo su penetrante mirada.

El médico me mira y se vuelve a acercar de nuevo a mi para comprobar que la sonda está bien colocada.

—Debería descansar y será mejor que su novio también lo haga, con la cara que tiene no le vendría nada mal— dice.

—No es mi novio— siento la necesidad de corregirle.

Ed asiente con la cabeza y sale de la habitación sin despedirse, imagino que todo esto no le está gustando demasiado pero es la verdad. Tras él, el doctor y el señor Winchester van a salir también.

—Señor Winchester ¿le importaría quedarse un momento?— pregunto mirándole.

—Claro, ¿ocurre algo?— pregunta él.

—Solo quiero hablar con usted un minuto— respondo.

El médico sale de la habitación tras despedirse y comentarle a Winchester que le espera en la entrada, y Winchester se sienta en el sillón que hay al lado de la cama y que hasta hace unos minutos ocupaba Ed. Me mira con sus preciosos ojos grises esperando a que hable.

—Solo quería agradecerle de nuevo lo que hizo por mi, aunque no recuerdo bien lo que sucedió si que le vi sujetandome antes de perder la consciencia— digo.

—Hice lo que sentí en ese momento y era mi deber sacarla de allí. Lo único que no entiendo es como pudo quedar atrapada allí sola— responde.

—Me quede allí gracias a Ed— respondo —Al principio él me dio la mano e íbamos saliendo juntos hacia fuera pero cuando la gente comenzó a golpearnos y empujarnos él simplemente soltó mi mano y huyó, después de eso solo recuerdo a la gente aplastandome muerta de miedo e intentando salir a toda costa.

—¿Tu novio te dejó allí tirada?— pregunta confuso.

—Como ya dije antes no es mi novio, e imagino que tendría miedo y por eso lo hizo, no lo justifico pero...

—Entonces es un amigo... solo un amigo... — susurra levemente y yo asiento.

—Lo es señor Winchester.

—Prefiero que me llames Jerome, es menos formal— dice él sonriendo.

—Ginevra, ese es mi nombre— respondo.

Sonreímos a la vez y casi sin voz repito su nombre. Jerome. Que nombre tan bonito.

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