AMÉRICACuando veo a Arturo en el suelo, con la sangre saliendo a borbotones por la nariz, caigo en cuenta de que algo va mal, lo confirmo cuando tiran de mi brazo y me obligan a caminar hacia la salida, levanto la mirada, se trata de Bryce, ¿por qué? ¿Qué es lo que hace aquí? Debe ser una ilusión, o al menos eso es lo que pienso, pero me sube a su auto y mi esperanza se borra con ello. Intenta colocarme el cinturón de seguridad y le doy un manotazo. —Puedo hacerlo yo sola —digo con la lengua adormecida. Siento mi cuerpo pesado, el aire se comprime en mis pulmones y me siento morir, trago grueso, de soslayo observo, cómo se sube molesto, enciende el motor y acelera, bajo la ventanilla del auto para que la brisa gélida me dé en el rostro. —Baja la ventanilla —demanda.La cabeza me duele. —No quiero —suelto una risa que me sabe escandalosa. —Haz lo que te pido, deja de comportarte como una cría de mierda —agrega.—¿Estás molesto? —me giro a verlo—. ¿Por qué? Veo como aprieta el
ALENELlena de rabia, tiro todo a mi alrededor, si antes odiaba mi vida y maldecía a mi hermana, ahora más, todo está hecho un desastre, el jugo de naranja, la comida que mi padre hizo hace una hora, antes de salir a la tienda. Mi corazón late con fuerza, no puedo creer muchas cosas, y una de ellas es el tener que soportar esta vida de mierda cuando América está viviendo mi sueño, lo que yo siempre soñé. Y es que, por descuido de mi padre, leí el periódico que escondió para que yo no lo leyera. En él, la nota no importaba, tampoco lo que los estúpidos reporteros decían, sino, las fotos en las que se mostraba a Bryce, abrazando y besando a mi hermana, dentro de un maldito elevador. Las lágrimas se acumulan en mis ojos y vienen recuerdos a mi memoria de cuando éramos niñas. Mi padre estaba hablando con uno de sus socios, él le dijo que éramos gemelas idénticas, pero que pese a eso, él tenía a su consentida, y esa era ella, sentí celos, de inmediato comencé a verla como un objetivo q
BRYCEUn suave olor a lavanda inunda mis fosas nasales, me remuevo inquieto, la cabeza me duele una mierda y mi mano se desliza por algo que es suave, delicado. Abro los ojos lentamente, observando a la mujer de cabello caoba claro, con destellos rubios, que yace dormida pegada a mi pecho. América Sullivan, no, ahora, es América Henderson, anoche, la follé como nunca, la hice mía una y otra vez, la llené con mi semilla tantas veces, la marqué, y ahora, me siento mal, porque una parte de mí, siente que me estoy defraudando, que debo seguir con mi venganza. En cambio, otra, sabe que quizá no sea tan malo, después de todo, anoche le prometí algo, ella a mí, estoy seguro de que podré contener esto un tiempo más, hasta qué sepa que hacer con ella. Verla desnuda, hace que mis deseos por volver a follarla crezcan. No debo, quedó tan adolorida, que su sexo quedó rosado hasta la mierda, me levanto antes de que mi polla sea la ganadora, me visto y salgo de la habitación para dirigirme a la
AMÉRICATermino de vestirme cuando Bryce vuelve a entrar a la habitación, esta vez se nota pensativo, va con el teléfono en mano, luego lo deja sobre el tocador, se le ve contrariado y eso me preocupa. —¿Te sientes bien? —le pregunto. Él levanta la mirada, solo que ahora no está el mismo brillo de hace quince minutos, el mismo que destellaba de sus ojos cuando me miró. —¿Te sucede algo? ¿Es la empresa? —le pregunto. No deja de observarme con esa mirada muerta y comienzo a molestarme, sin embargo, no lo demuestro. —Bryce… —No es nada, me voy —agrega.Sale de la habitación y frunzo el ceño, me asomo por la ventana y me doy cuenta de que le ordena algo a sus hombres, luego se dirige a su auto, entra dando un azote de puerta, pisa el acelerador y se marcha como alma que lleva el diablo. —Qué raro —susurro para mí misma. El llanto de mi hija es lo que me hace salir de mi aturdimiento, voy a su habitación, Debby intenta calmarla, le pido una disculpa por dejarle la carga, la tomo e
BRYCECuando llego al sitio, me doy cuenta de que se trata de una mansión elegante, aún tengo mis dudas de sí se trata del padre de América y su hermana, esa es una de las razones por las cuales no le mencioné la invitación extraña, por ello traje a Vanesa, quien llega cinco minutos tarde, mejor ella que la madre de mi hija. No pienso exponer a ningún peligro a América, es necia, por ello mentí. Miro la hora que marca mi reloj de mano, la paciencia no es lo mío, pude haber venido solo, pero una de las cualidades de Vanesa, es meter las narices donde no debe, y eso es lo que quiero que haga esta noche. Luego de contarle lo sucedido con Alene y América, omitiendo que mi esposa solo estaba siendo manipulada, aceptó ayudarme a cambio de que siguiéramos viéndonos, dije que sí, solo porque quiero obtener esa información, la que sea, más no pienso cumplir. América no sale de mi cabeza, comienzo a sentir cosas que incluso no sentí por Alene cuando creí amarla. Levanto la mirada al escucha
AMÉRICAMe congelo, las piernas me tiemblan y un escalofrío recorre mi espina dorsal, me escabullí con Debby a la dichosa fiesta de la que Bryce me mantuvo alejada, y ahora entiendo por qué, mi amiga, es quien tiene que sostenerme del brazo para que no pierda el equilibrio. Ver a mi padre y hermana resulta ser un golpe bajo, hace dos años que no los veo y parece que fueron como veinte más. Ellos no se han dado cuenta de mi presencia, de hecho, nadie lo hace, ya que estamos escondidas detrás el Cristal de una de las entradas de la mansión. Me doy cuenta de cómo ayudan a bajar a mi hermana, mintió y ahora eso podría suponer una mancha en mi carrera, los reporteros se acercan a ella y comienzan a hacerle preguntas. —América, es mejor que nos vayamos —dice Debby. Pero no puedo apartar la mirada de la mujer que se parece a mí, solo que ella está llena de odio hacia Bryce y a mí. —No estoy segura —musito.—No creo que sea buena idea quedarnos después de lo que dijo tu hermana —respond
AMÉRICANo pude dormir en toda la noche, y cuando por fin lo logro, me despierta la alarma que me anuncia que ha amanecido. Miro a mi alrededor, por un segundo mantengo la esperanza de encontrar a Bryce dormido, a mi lado, pero la desilusión le embarga al notar que nada fue un sueño, una pesadilla, él no llegó a dormir, él seguro se quedó con Alene. Las palabras que le dijo, hacen que de nueva cuenta se conviertan en espinas que se me clavan en el pecho. De cualquier modo me doy una ducha rápida para despertar, no quiero encontrarlo, ya sé lo que me dirá y no me siento preparada para lo que viene. Voy a la habitación de Madeline, la cargo y ella me recibe como siempre, el color de sus ojos hace que un nudo se forme en mi garganta y la pego a mi pecho. —No importa bebé, somos tú y yo contra el mundo —le susurro—. No necesitamos a tu papá. Me quedo mirando a mi hija todo el tiempo que puedo, luego trabajo un momento hasta que Debby me saca de mi ensimismamiento. —He encontrado un
BRYCETermino de firmar los papeles que tengo frente a mí, siento que el cansancio se convierte en una enorme piedra que cae sobre mis hombros, lo que estoy haciendo no es para nada fácil, en especial, cuando la vida de América y de mi hija corren peligro. Muevo el cuello con estrés, necesito hacer que ellas estén a salvo y fuera de lo que mi padre provocó, aunque no estoy seguro todavía de ello. He mandado a un par de investigadores para que ahonden en el caso. Por otra parte, América está un poco extraña, trata de ser sutil y cortante cada que nos cruzamos en el camino, puso como excusa no follar porque está en sus días, pero joder, ha pasado una semana de eso, hay algo más y lo pienso averiguar. La mirada que me lanzó anoche, cuando entré al baño con la intención de ducharme con ella, cubriendo sus tetas y coño con las manos, como si no quisiera que la viera desnuda por mucho más tiempo, me hace sentir como una mierda. Había un destello de molestia, de decepción, vi el dolor en