BRYCEA lo largo de mi vida me he enfrentado a varios obstáculos, pero ninguno se compara con la batalla interna a la que me estoy enfrentando, amo a América, ella es mi vida, ni muerto pienso dejarla, eso es un hecho, pero al mismo tiempo quiero asesinarla. La pérdida de nuestro hijo me tambalea, era mío, pero todo esto es culpa de Vanesa, si ella no hubiera mentido y enfrentado a mi jodida esposa para ocasionar una ruptura, América no hubiera reaccionado de ese modo tan imprudente. Y ahora, verla como si la luz se le hubiera muerto en los ojos, hace que las entrañas se me revuelvan, sus ojos no tardan en llenarse de lágrimas cuando le digo que ha perdido a nuestro hijo, comienza a sollozar con fuerza. —¡Dios, es mi culpa, mi culpa! —chilla con fuerza. —No lo es —intento acercarme a ella, no obstante, me detengo en el último momento—. Fue un accidente. Ella levanta la mirada llena de rabia. —¿Eso te repites para no odiarme más de lo que ya debes hacer? —inquiere en medio de un
AMÉRICAHan pasado tres semanas desde que perdí a mi bebé, por mi error, por Bryce, por Vanesa, y en todo este tiempo he descubierto dos cosas, soy buena haciendo que él se enfade, y que puedo llevarlo hasta el límite. En estos días he sido distante solo con él, lo ignoro la mayor parte del tiempo, hablamos solo cuando lo creo necesario y siempre que el tema se trate de Madeline, quien le ha tomado un cariño sorprendente. No es que esté celosa, después de todo es su padre, pero hay veces en las que por las noches me mantiene despierta el miedo de perderla para siempre, y que cuando crezca me haga a un lado para estar con su padre. Debby dice que son miedos normales, que ella me ama y que soy su mamá. Pero esa espina de confusión, sigue ahí, en alguna parte de mi pecho, lista para atormentarme una noche más. Me pongo de pie, me levanto con el corazón latiendo fuertemente. Me pongo de pie y salgo de la habitación para ir a la cocina por un vaso de agua, Vanesa no se ha aparecido y
BRYCEAmérica cree que puede jugar conmigo a su antojo. Bien, le voy a demostrar que no puede, que soy mejor jugador que ella, por lo que decido ignorarla y concentrarme en la rubia que me mira como si fuese lo único que está en su mundo. No me agrada, ella se lame los labios al tiempo que ancla sus ojos sobre los míos, luego, ligeramente viajan hasta mi polla, la cual no puede estar más muerta, ya que el único coño que deseo probar es el de la malcriada que me ignora y que no para de reír a propósito, con Alarik. —Bien, comencemos —anuncia uno de mis socios. Veamos hasta qué punto es capaz de llegar América, con tal de matar esto que siento por ella. No va a lograr que le dé el maldito divorcio, eso ya debe saberlo más que de sobra. —Como saben —habla Ricardo, un socio y amigo—. Este juego es exclusivo, todos los que estamos aquí, es porque lo queremos, a nadie se le obliga, se ha hecho ya el intercambio de parejas y por ende, solo nos queda disfrutar, no hay límite, a menos de
AMÉRICABusco algún indicio de que sea una habitación como la de la pareja que quiere ser vista, pero no, esta solo tiene un sofá, las paredes están cerradas, no hay manera de que escape de esto. —Si lo que buscas son cámaras, no las vas a encontrar —me dice Bryce, quitándose la ropa. —¿Qué haces? —inquiero con cautela. —Lo que debí haber hecho desde que llegaste a la conclusión de que haciendo que Alarik te besara y te tocara, ibas a lograr que te diera el divorcio —espeta con firmeza. —Ya no podemos estar juntos —declaro—. ¿Acaso no lo ves? Soy la hermana de la mujer que te iba a destruir, te he engañado todo este tiempo, te oculté una hija, perdí a tu bebé, estamos casados solo por contrato, uno que no debió ser. Trato de que entre en razón, pero al parecer no lo logro. Se queda desnudo, solo con los bóxer, retrocedo, sin embargo, él me jala con fuerza haciendo que mis pechos se aplasten contra su duro tórax. —¿A dónde vas? —baja sus manos hasta mi trasero y lo apretuja. —B
AMÉRICAMiro a Bryce hablando con el doctor, luego de todo el revuelo con Vanesa, llegó la policía y la llevaron al hospital, no murió, pero si quedó gravemente herida, él dice que su familia piensa internarla en un centro psiquiátrico para ayudarla, es lo mejor, eso creo, y ahora, luego de dos días de todo el revuelo con la prensa, estamos en casa. Mandó llamar a su doctor de cabecera para que me revisara y verificar que todo esté bien. Lo estoy, pero es como si no escuchara razones. Miro a Bryce y siento que no lo merezco, es decir, todo lo que inició fue por la sed de venganza de mi padre y hermana, él iba a ser mi cuñado y terminó siendo mi marido, el padre de mi hijo. Quien en estos momentos frunce el ceño con algo que le dice el doctor. Luego lo despide y cierra la puerta. —¿Todo bien? —inquiero con cautela. —Tienes un poco de anemia, al parecer mi trabajo es que comas mucho, estás demasiado delgada —anuncia con disgusto. Un silencio incómodo se aloja entre los dos. —Cre
BRYCEHace años creí haber encontrado a la mujer de mi vida, Alene, estaba equivocado, porque ahora, teniendo a América desnuda a mi lado, dormida como en un sueño, me siento el hombre más afortunado del mundo. Han pasado dos años y siento que no la merezco, cada día que transcurre hace que mi amor por ella incremente, me levanto, está agotada, hace un mes me dio el mejor regalo, dio a luz a dos hijos míos. Porque sí, luego de que perdiéramos a nuestro bebé, no dejamos de intentar y es como quedó embarazada de gemelos, un varón y una niña, sacaron su color de cabello, pero ambos mantienen mis ojos verdes, al igual que los de su hermana mayor; Madeline, mi pequeña de cuatro años. No sé qué mierda hice para merecer a esta familia, pero la cuido día con día. Me incorporo, me doy una ducha de agua caliente y al salir, me encuentro con un par de pequeños brazos que se aferran a mis piernas. —¡Papi! Madeline ríe con la boca llena de chocolate. —¿Qué ha sucedido aquí? —la cargo. —Enc
AMÉRICA—¡Tienes que apoyarnos, somos una familia! —exclama mi hermana mayor Alene. Me quedo callada, el silencio me resulta tan ensordecedor, que soy capaz de respirar la hostilidad que emana de sus palabras con filo. —Somos hermanas, no puedes estar en contra —toma mis manos y las acuna entre las de ella—. Por favor, apóyanos. Desciendo la mirada, Alene es mayor que yo por un minuto, somos gemelas, la adoro, pero no estoy de acuerdo con lo que ella y mi padre planean, la venganza de este tipo no deja nada bueno al final, en especial cuando se trata de derrocar un imperio empresarial como lo es el de Bryce Henderson. —No quiero problemas —refuto, alejándome de ella. Mi padre, quien hasta ese momento se había mantenido a raya de la situación, sentado desde su escritorio, se pone de pie y molesto, me lanza una mirada cargada de advertencias. —¿Acaso tengo que recordarte que es gracias a la familia Henderson que tu madre murió? —refuta.«No, no lo olvido»Sello mis labios, entrar
AMÉRICAMi padre no deja de caminar de un lado a otro, hablando por teléfono, solicitando abogados porque quiere refundir en la cárcel al conductor que ocasionó el accidente. Nos han pasado a la habitación en la que mi hermana permanece dormida por los sedantes, conectada a un montón de máquinas que monitorean sus latidos de corazón. Me siento mal al verla en ese estado. —¡Esto es inconcebible! —exclama mi padre, terminando de hablar por teléfono. Sigo sin hablarle, me enfoco en Alene, cuando de pronto su móvil comienza a sonar en mis manos, con el nombre de Bryce, resplandeciendo en la pantalla. Hace una hora nos habían entregado sus pertenencias y con ello esto. —Papá —le llamo. Él sale de su estupor y me mira con desafío. —Contesta —demanda.—No quiero —respondo tajante. —Mira a tu hermana, es tu culpa que esté así, haz eso, por lo menos —se limita a decir.Frunzo el ceño, pero decido hacerlo solo por curiosidad y por el estado de Alene. Respondo. —¿Hola? —mi voz tiende de