BRYCEUn par de manos se deslizan por mi pecho, sigo pensando en América, en esa maldita bruja que me ha hechizado, la odio tanto como la deseo, siento unos labios sobre mi pecho, debo estar soñando, se siente bien, aunque todo se va a la mierda cuando lamen la polla que tengo como roca, por estar pensando en todo lo que le quiero hacer a esa perra. Abro los ojos de golpe, los rayos del sol se filtran por la ventana y tenso el cuerpo a darme cuenta de que es Vanesa quien está sobre mí, desnuda, tratando de parecer sexy y hacerme una mamada, no quiero que me toque, no quiero siquiera verla sin ropa. Es guapa, folla bien, pero no es América y eso me cabrea, haciéndola a un lado, molesto porque se coló no solo a mi departamento cuando lo tiene prohibido, sino, a mi cama, sabe que no jodo en ella y aun así sigue dentro. —¿Qué haces? —me pregunta cuando me dirijo al baño. La razón por la que odio follar en mi propia cama, es porque no me gusta el olor de otras en ella, y ahora, voy a
AMÉRICAMe congelo con lo que me muestra Bryce, las manos me tiemblan, un sudor frío recorre mi espalda y me convenzo mentalmente que todo es una pesadilla, sin embargo, el que Bryce se esté comiendo con la mirada a Madeline, me atrae a la realidad de un golpe. —¿Cómo lo sabes? —la pregunta se desliza de mis labios de manera vergonzosa. —¿Eso importa? —enarca una ceja con incredulidad. Rupert se acerca y detalla el rostro de mi hija, en estos momentos quisiera enterrarla en lo más profundo de la tierra, lejos de estos dos hombres. —Se parece a Bryce —dice Rupert. Debby me lanza una mirada cargada de lástima, murmura un débil "lo siento" Para después decirle algo a Rupert, este la observa como si fuera un ser inferior y no creyera que le está dirigiendo la mirada, luego voltea a vernos a todos, asiente y salen de la habitación del hotel sin decir una sola palabra. —Ante mi sospecha le quité un pedazo de cabello, ayer me hice una prueba de ADN —me confiesa. Madeline balbucea, lo
AMÉRICACierro la puerta de la habitación, dejar ir a Bryce del hotel, es una sentencia, lo veo en sus ojos, el odio, el rencor, en especial, cuando pienso que ve en mí a Alene, no a América, explicarle las cosas no sirve de nada, llegar a un acuerdo con él, tampoco, así que esta es mi última oportunidad. Dejé a Madeline con Debby, Rupert se ha marchado por algún asunto, dejándolo a solas conmigo, no sin antes amenazarme con lo mismo sobre su amigo. —¿Qué es lo que quieres de mí? —rompo el silencio. Bryce se sienta en una de las orillas de la cama, se le ve cómodo, y tiene una expresión de hijo de puta que me altera, sin embargo, me las apaño para parecer tranquila. —Te odio —responde con simpleza. —El sentimiento es mutuo en estos momentos —refuto y me cruzo de brazos. Sus ojos detallan mi cuerpo y se inclina hacia mí. —Jugaste —dice en tono gélido. —No voy a gastar saliva en explicar lo que ya sabes… En un abrir y cerrar de ojos, lo tengo encima de mí, rodeando mi cuello c
AMÉRICANo puedo creer que esté en la cárcel, o bueno, a un paso de la cárcel, el hijo de perra de Bryce me ha acusado de secuestro de nuestra propia hija, no, tacha eso, de mi hija, porque él solo ha sido el banco de esperma, y ahora, me encuentro en medio de un interrogatorio sin sentido, respondiendo todo como si hubiera cometido un delito. La mujer policía que está delante de mí, me ha hecho todo tipo de preguntas, unas incluso demasiado íntimas, no las respondí. —Señora Henderson… —insisten en llamarme así. —Sullivan, mi nombre es América Sullivan —repito de mala gana. —¿Acaso no está casada con el señor Bryce Henderson? —juega al tonto. —Ya le dije que no, es decir, sí, pero ya le expliqué el asunto de… —Sí, la gemela maldita y la venganza —suelta con ironía—. Creo que tendremos que hacerle un estudio psicológico por si acaso. —¿No me cree? —Hemos investigado su historia familiar —desliza una carpeta con archivos que leo, haciendo que el alma se me caiga a los pies—. Su
BRYCELa follé, joder, cometí ese error, pero América, esa mentirosa es tan adictiva, que no me pude resistir, mucho menos cuando me confesó que no había estado con otros hombres, solo conmigo, y lo comprobé cuando la penetré, estaba tan estrecha, que las paredes de su coño estrangulaban mi polla dura, le dolió, lo disfruté, ver como tenía que recurrir a morderse el labio inferior cuando la solté, hizo que casi me corriera como un adolescente. Ni siquiera cuando tenía sexo con Vanesa u otra mujer, me satisfacía tanto como lo hace ella, es una bruja. Y ahora la tengo en mis manos, voy a hacer que sufra en este matrimonio por lo que me hizo, luego nos vamos a divorciar e iremos por caminos separados. No será mucho, porque tenemos una hija en común, Madeline, es mi vivo retrato, se parece tanto a mí hasta en la mirada, estoy seguro de que cuando nació, lo mismo pensó ella. —La follaste y ahora no dejas de pensar en ella. La voz de Rupert hace que salga de mi ensimismamiento. Estamos
AMÉRICANo sé si reírme o tomarme como broma lo que me acaba de decir la novia de Bryce, pero decido reprimir la risa que se atora en mi garganta, la puerta se cierra y enfoco mi atención en mi hija, ya que no quiero ver a su padre. —Tenemos que hablar —dice Bryce con las manos en los bolsillos de sus pantalones caros. Yo no sé qué maldito afán de retenernos contra la voluntad, entrar en un pleito legal por Madeline, va a ser desgastante, agotador hasta la mierda, por ello acepté su extraño trato, aunque tendrá que ser con mis condiciones y eso no entra a discusión. —Debby, ¿podrías quedarte un poco más con Madeline? —me dirijo a mi amiga. Quien mantiene un extraño brillo en el rostro, sé que se siente atraída por los problemas y está disfrutando de ver mi miseria, ella asiente llevándose consigo a mi hija. —Por supuesto —responde.Bryce no espera más, camina hacia lo que creo que es el despacho, le lanzo una última mirada cómplice a mi amiga y sigo a mi némesis. Me abre la puer
BRYCENo puedo dormir, no cuando he tratado de evitar esto que me hace sentir la bruja que duerme a mi lado. Fue mi idea el vivir juntos, y ahora el dormir, pero eso no quita el hecho de que pese a estar los dos en la misma cama, bajo la oscuridad, sea fácil. Mucho menos cuando ella no trae puesto más que unas bragas, y una camiseta de algún grupo de rock que no conozco. Una que apenas le cubre el coño, no trae sostén, ya que antes de apagar las luces cuando la encontré dormida, pude notar sus pezones sobresaliendo de la tela. Y ahora, son las tres de la mañana, ella duerme de una manera boca arriba, la sábana se le ha resbalado del lado izquierdo y la camisa se le ha subido, mostrando solo un poco de su teta blanquecina. Es la gemela de Alene, pero no pienso en ella cuando estoy con América. Intento apartar mi atención de ella, no puedo, el recuerdo de su coño apretado en la sala de interrogaciones, el cómo hacía una mueca de dolor con cada embestida mía, hace que mi polla esté má
AMÉRICAEl cuerpo me duele, el coño me arde, a tal punto, que moverme se vuelve incómodo, siento que el aire me falta, que el alma es absorbida por Bryce, quien no ha dejado de besarme desde que hizo que cayera sobre la cama. No me toca, no me folla, solo es un simple beso. Siento la dureza debajo de su cuerpo, golpeando mi vientre, enredo mi mano entre su cabello rubio, mojado, alborotado, una descarga de electricidad recorre mi cuerpo y siento el imperioso deseo de que me vuelva a follar. Enredo mis piernas a su alrededor hasta que el llanto de Madeline me hace parar, me regresa a la realidad y aunque no quiera, rompo el beso, sabiendo de ante mano que primero es mi hija. —Apártate —le digo. No espero a nada, salgo de la cama, de la habitación, me dirijo hacia Madeline, quien ya está despierta, sentada dentro de su cuna, llorando. —Shhh —la cargo y ella comienza a calmarse—. Mamá está aquí, fue una pesadilla. Le doy un beso en su regordeta mejilla rosada y ella ríe, estirando