AMÉRICA—No tenemos nada de que hablar. Trato de sonar tan firme como puedo, es imposible, más cuando mi pecho está siendo aplastado por el suyo, nuestra piel no se toca y aun así estoy sintiendo como su tacto se convierte en las brasas del infierno. Sus ojos verde tropical, tan iguales como los de Madeline, hace que una sensación extraña se estrelle contra mi pecho, su respiración es tan inestable como la mía, espero a que alguien entre al baño, sin embargo, no lo hacen, me remuevo inquieta debajo, no obtengo nada, al contrario, usa eso para meter una de sus piernas entre las mías, haciendo que abra los ojos como platos, por la acción. —¿Qué haces? —frunzo el ceño—. Aparta. Ladea una sonrisa que está lejos de ser amable o sensual, al contrario, muestra su sadismo en su máximo expresión, su crueldad. —No te estás yendo hasta que hablemos, América —se folla mi nombre. —Ya te dije que no —sigo firme en mi decisión. —Y ya te dije que sí, podemos hacer esto toda la velada hasta qu
BRYCEEl llanto que escuché es insoportable, por lo regular no soporto a los bebés, pero… el llanto que proviene del dormitorio principal, me produce una sensación extraña, como si me naciera de la nada, la sensación de calmar eso a como dé lugar. Por lo que entro y veo a la misma niña que América cargaba en la noche. Su cabello es como el de ella, color caoba, pero más claro, sus mejillas y nariz están rojas, se mueve dentro del cunero y sin que pueda controlar mis movimientos, ya estoy cargándola. De pronto deja de llorar y la detallo, no hace falta ser tan inteligente como para hacer cuentas y darme cuenta del parecido, esos ojos… esa nariz… ella en general se parece a… Como puedo, saco la navaja que siempre cargo conmigo debido a que viene con un llavero que me regaló Rupert por navidad el año pasado, y le corto un mechón de su cabello, ella ríe y me coloca la mano sobre la mejilla. Guardo el pedazo de cabello dentro de un pedazo de papel y lo guardo en mi bolsillo. Luego la ca
ALENEMiro mi reflejo mientras paso la brocha con el polvo de maquillaje sobre mi rostro, odiando mi piel, porque esta no soy yo, no queda nada de la mujer vanidosa por la que los hombres volteaban a ver cuando pasaba, la mujer hermosa que caminaba, ahora me he convertido en un saco de basura, uno que es una carga para su propio padre. No importa cuánto maquillaje use, o de qué marca, siempre voy a ser la misma. La mujer que un día tuvo un accidente y lo perdió todo, quedando en esta maldita silla de ruedas, atrapada por el resto de mi existencia. Hubiera podido caminar, hace dos años, el fisioterapeuta al que fuimos a visitar a Canadá, nos aseguró que con el tratamiento adecuado, las prácticas y una vibra positiva, los porcentajes para que volviera a caminar eran elevados. Regresé a San Francisco con el alma por las nubes, todo para que al llegar, Bryce y América me bajaran de golpe, el que iba a ser mi marido nos quitó todo, así que ya no pude seguir con el tratamiento, nada, y
BRYCEUn par de manos se deslizan por mi pecho, sigo pensando en América, en esa maldita bruja que me ha hechizado, la odio tanto como la deseo, siento unos labios sobre mi pecho, debo estar soñando, se siente bien, aunque todo se va a la mierda cuando lamen la polla que tengo como roca, por estar pensando en todo lo que le quiero hacer a esa perra. Abro los ojos de golpe, los rayos del sol se filtran por la ventana y tenso el cuerpo a darme cuenta de que es Vanesa quien está sobre mí, desnuda, tratando de parecer sexy y hacerme una mamada, no quiero que me toque, no quiero siquiera verla sin ropa. Es guapa, folla bien, pero no es América y eso me cabrea, haciéndola a un lado, molesto porque se coló no solo a mi departamento cuando lo tiene prohibido, sino, a mi cama, sabe que no jodo en ella y aun así sigue dentro. —¿Qué haces? —me pregunta cuando me dirijo al baño. La razón por la que odio follar en mi propia cama, es porque no me gusta el olor de otras en ella, y ahora, voy a
AMÉRICAMe congelo con lo que me muestra Bryce, las manos me tiemblan, un sudor frío recorre mi espalda y me convenzo mentalmente que todo es una pesadilla, sin embargo, el que Bryce se esté comiendo con la mirada a Madeline, me atrae a la realidad de un golpe. —¿Cómo lo sabes? —la pregunta se desliza de mis labios de manera vergonzosa. —¿Eso importa? —enarca una ceja con incredulidad. Rupert se acerca y detalla el rostro de mi hija, en estos momentos quisiera enterrarla en lo más profundo de la tierra, lejos de estos dos hombres. —Se parece a Bryce —dice Rupert. Debby me lanza una mirada cargada de lástima, murmura un débil "lo siento" Para después decirle algo a Rupert, este la observa como si fuera un ser inferior y no creyera que le está dirigiendo la mirada, luego voltea a vernos a todos, asiente y salen de la habitación del hotel sin decir una sola palabra. —Ante mi sospecha le quité un pedazo de cabello, ayer me hice una prueba de ADN —me confiesa. Madeline balbucea, lo
AMÉRICACierro la puerta de la habitación, dejar ir a Bryce del hotel, es una sentencia, lo veo en sus ojos, el odio, el rencor, en especial, cuando pienso que ve en mí a Alene, no a América, explicarle las cosas no sirve de nada, llegar a un acuerdo con él, tampoco, así que esta es mi última oportunidad. Dejé a Madeline con Debby, Rupert se ha marchado por algún asunto, dejándolo a solas conmigo, no sin antes amenazarme con lo mismo sobre su amigo. —¿Qué es lo que quieres de mí? —rompo el silencio. Bryce se sienta en una de las orillas de la cama, se le ve cómodo, y tiene una expresión de hijo de puta que me altera, sin embargo, me las apaño para parecer tranquila. —Te odio —responde con simpleza. —El sentimiento es mutuo en estos momentos —refuto y me cruzo de brazos. Sus ojos detallan mi cuerpo y se inclina hacia mí. —Jugaste —dice en tono gélido. —No voy a gastar saliva en explicar lo que ya sabes… En un abrir y cerrar de ojos, lo tengo encima de mí, rodeando mi cuello c
AMÉRICANo puedo creer que esté en la cárcel, o bueno, a un paso de la cárcel, el hijo de perra de Bryce me ha acusado de secuestro de nuestra propia hija, no, tacha eso, de mi hija, porque él solo ha sido el banco de esperma, y ahora, me encuentro en medio de un interrogatorio sin sentido, respondiendo todo como si hubiera cometido un delito. La mujer policía que está delante de mí, me ha hecho todo tipo de preguntas, unas incluso demasiado íntimas, no las respondí. —Señora Henderson… —insisten en llamarme así. —Sullivan, mi nombre es América Sullivan —repito de mala gana. —¿Acaso no está casada con el señor Bryce Henderson? —juega al tonto. —Ya le dije que no, es decir, sí, pero ya le expliqué el asunto de… —Sí, la gemela maldita y la venganza —suelta con ironía—. Creo que tendremos que hacerle un estudio psicológico por si acaso. —¿No me cree? —Hemos investigado su historia familiar —desliza una carpeta con archivos que leo, haciendo que el alma se me caiga a los pies—. Su
BRYCELa follé, joder, cometí ese error, pero América, esa mentirosa es tan adictiva, que no me pude resistir, mucho menos cuando me confesó que no había estado con otros hombres, solo conmigo, y lo comprobé cuando la penetré, estaba tan estrecha, que las paredes de su coño estrangulaban mi polla dura, le dolió, lo disfruté, ver como tenía que recurrir a morderse el labio inferior cuando la solté, hizo que casi me corriera como un adolescente. Ni siquiera cuando tenía sexo con Vanesa u otra mujer, me satisfacía tanto como lo hace ella, es una bruja. Y ahora la tengo en mis manos, voy a hacer que sufra en este matrimonio por lo que me hizo, luego nos vamos a divorciar e iremos por caminos separados. No será mucho, porque tenemos una hija en común, Madeline, es mi vivo retrato, se parece tanto a mí hasta en la mirada, estoy seguro de que cuando nació, lo mismo pensó ella. —La follaste y ahora no dejas de pensar en ella. La voz de Rupert hace que salga de mi ensimismamiento. Estamos