Oh, and baby I'm fist fighting with fire
Just to get close to you
Can we burn something, babe?
And I run for miles just to get a taste
Must be love on the brain
Love on the brain de Rihanna resuena a través de los parlantes que adornan las esquinas de la pequeña cafetería para la cual trabajo. Agradezco la paz que se siente en el ambiente a la hora de hacer la última limpieza del día, la fría noche acompaña perfectamente el lugar. Refriego la mesa con el trapo húmedo que tengo en la mano, intento quitar una horrible mancha de café frotando cada vez con más fuerza consiguiendo mi objetivo segundos después, sonrió satisfecha ante el resultado: una hermosa mesa de madera totalmente impoluta. Levanto la mirada viendo el local reluciente, mi trabajo aquí está hecho.
Camino hacia el área del personal, ahí se encuentran una pequeña fila de casilleros en los cuales se encuentran las pertenencias de todos los trabajadores del turno de noche; turno en el cual trabajo. Abro el casillero 03 y extraigo mi mochila, ahí está la ropa de cambio que me veo obligada a traer si no deseo estar con el uniforme sudado todo el camino a casa. Paso al costado de algunas compañeras de trabajo y les hago un asentimiento de cabeza, no tengo alguna relación amistosa con ellas debido que soy nueva en el puesto y no tengo la suficiente confianza para relacionarme con nuevas personas. Me dirijo al baño y entro en el cubículo más cercano donde pueda cambiarme lo más rápido posible; lo hago a la velocidad de la luz y camino a la par que meto mis cosas en la mochila, todo sin importar si algo se arruga o malogra. Tengo prisa de llegar a casa y poder echar una siesta.
Registro mi salida y salgo del local, no me preocupo por despedirme sabiendo que no hablo con nadie. El aire frío golpea contra mi cuerpo caliente, siento la necesidad de subir toda la cremallera de mi casaca y esconder mis manos en los bolsillos. Camino en dirección a casa sintiendo como mi cuerpo se congela debido a la estación más gélida del año, el invierno en las afueras se siente mil veces peor que en la ciudad, arrasando contra todos los ciudadanos y creando una epidemia de gripe.
Me causa melancolía el ambiente, tan apagado y desolado, no hay vida ni alegría; los sentimientos a flor de piel.Veo grupos de personas correr desesperada por alcanzar el bus, otros cuantos agarrados de la mano paseando por el diminuto parque que adorna esta parte del pueblo. Todo es muy ajeno ante los ojos de cualquiera, su vista y mente está centrada en algo o alguien, y eso está bien; viven su vida.
Observar familias enteras o parejas felices me recuerda la soledad que siento en mi departamento, se siente frío y desolado. Las personas amamos la soledad, y eso está bien, pero todo en exceso tiene cierto grado de daño. La soledad nos transmite una tranquilidad inexplicable, pero si convivimos a diario con ella, todo es tan deprimente. Llego a mi residencia sin darme cuenta del tiempo que estuve caminando, empujo la puerta de la entrada intentando no hacer ruido y camino hacia las escaleras del edificio donde resido, arrastro mis pies sintiendo por fin el cansancio que me dejó una larga jornada de servir café y entregar unos cuantos bizcochos. Llego a mi piso, abro la puerta con la llave que tenía escondida bajo el tapete e ingreso rápidamente al departamento. Todo está exactamente como lo dejé, pateo la puerta con mi pie izquierdo y corro a tirarme sobre el sofá; no tengo fuerzas para ir hasta mi habitación, simplemente cierro los ojos y voy cayendo sobre los brazos de Morfeo.
“Pesadilla” Emily Camino descalza sintiendo el piso helado en las plantas de mis pies, no hago mucho ruido al asomarme por la ventana que se encuentra en la pequeña sala que adorna la casa de mis padres; padres que no sé dónde están ahora mismo, desaparecieron hace dos semanas. ¿No me dejaron, no? Siento un tirón en la manga de mi vestido invernal, volteo encontrándome nuevamente con la cara del señor que irrumpió en casa en el tiempo exacto en el cual desaparecieron mis padres. - ¿Ya puedo salir? Niega con la cabeza y me señala un plato que se encuentra en la mesa del comedor. Camino hasta allá y sonrío al ver el plato de comida frente a mí. - Esto me gusta mucho. ¿Lo sabías, no? El hombre niega y se va por el pasillo que dirige a las habitaciones. Me encojo de brazos sin entender la situación y disfruto mi plato con comida. Miro el tenedor a un costado mío y lo agarro por puro instinto, siento como si su material quemara mis manos y lo tiro lejos, grito de manera descontrol
“Pequeño cuadrado” Emily “Estimada señorita Emily Jones, El restaurante La Reine le comunica que estaremos fuera de servicio por una semana completa debido a la preparación de un evento importante. Le enviaremos los detalles a dos días del evento. Atte. Restaurante La Reine.” Tenía una semana libre en la cual no tenía ni la menos idea de lo que haría. Mi departamento era pequeño y mi círculo de amigos inexistente, no tuve tiempo de conocer gente cuando me mudé de mi pueblo natal. Observo mi habitación y la noto desordenada, o eso es lo que mi cerebro espera que crea para distraer mi mente. Mi panza ruge clamando comida, la acidez que siento en la boca del estómago me recuerda que solo he tomado un café en todo lo que va del día, veo la hora y caigo en cuenta que ya debería estar almorzando. Me levanto de la silla de mi escritorio y camino hacia la pequeña cocina de mi departamento, rebusco en el refrigerador y los estantes pero solo encuentro condimentos y algunos ingredientes
Narrador en tercera persona La lluvia golpeaba contra la ventana a la par que se escuchaban los sollozos de la pequeña niña, el descenso de las gotas de lluvia hacía juego con la caída de sus lágrimas. Su boca absorbía el sabor salado y su corazón se encogía al no poder controlar su tristeza. Muchas cosas habían cambiado, todo su entorno lo había hecho. Pasó de ver el sol desde el jardín de su amena casa, a notar un leve rayo de sol colarse por una de las aberturas que tenía la madera que tapaba por completo su ventana. No es lo mismo ir a una playa y sentir el mar frío haciendo una gran combinación con el asfixiante calor, a estar en posición fetal en tu bañera mientras tus cabellos se pegan a tu cara como causa del agua chorreando. Se levanta del frío suelo y se dirige a pasos cortos a su desgastada cama, se recuesta en ella lentamente como si le doliera el cuerpo. Le dolía el corazón. No duerme, solo piensa. Cansancio. ¿Qué clase de cansancio podría presentar una niña? Cansan
“Libertad” Narrador anónimo. Ella camina. Yo la sigo. Ella avanza sin preocupación alguna. Yo intento no alertarla. Camina en dirección a la caja para pagar todo lo que lleva en su carrito, la observo desde una distancia prudente. Puedo ver que paga todo y avanza dispuesta a irse, sin medir mi velocidad salgo corriendo hacia ella, estrello mi cuerpo contra el suyo al propósito sintiendo un impacto muy efímero. No vuelvo a ver si se cayó o necesita ayuda, simplemente sigo corriendo. Llego a la salida con la respiración agitada, y un poco de sudor resbalando por mi sien, veo su pequeño cuerpo acercarse y me coloco la capucha para que no me reconozca, aunque dudo que pueda. Mi mirada no se quita en ningún momento de su anatomía, cuento cada paso que da y no me detengo hasta que ingresa por completo a su edificio, con eso puedo irme tranquilo a casa. Emily es y será parte de mi pasado, no puedo quitarla de él si lo deseo, está ahí sin intentarlo o forzarlo. Tengo muchos sentimientos
“Su recuerdo” Anónimo Siento un peso hundir la parte inferior de la cama, un aroma dulzón inunda mis fosas nasales. Me levanto ligeramente, desorientado veo al frente encontrándome con una figura delgada pero curvilínea, reconozco esa melena castaña cayendo sobre la espalda de esta bella mujer. Voltea lentamente su cabeza, defino bien su perfil: femenino y delicado. Agradezco a todos los cielos cuando voltea completamente la cara, sus ojos marrones hacen conexión con los míos grises. Sus labios rosados al natural me atraen, no me atrevo a acercarme. Me observa a través de sus largas pestañas, hago acopio de todo mi autocontrol para no aprisionarla entre mis brazos. Se levanta de la cama en donde me encuentro semi acostado, camina hacia la
“Infiltrados” Afrodita Aliso mi uniforme del trabajo quitando las arrugas inexistentes, observo mi reflejo en el espejo viendo mi apariencia totalmente pulcra. Las semanas habían pasado, la verdadera razón sobre que cancelaran el trabajo era que debían hacer una limpieza exhaustiva para el evento que se realizaría el día de hoy. Un gran personaje había decidido hacer una cena con baile de máscaras, desconocía totalmente la razón por la cual haría esto, la temática era nueva para nosotros. - Afrodita, te necesitan en la mesa 5. Me avisa una compañera de trabajo entrando al baño, no le devuelvo la mirada cuando siento la suya sobre mi espalda. Camino pausadamente, intentando transmitir la misma elegancia que el lugar donde laboro. Me coloco la máscara que nos brindaron para adecuarnos al evento y temática. Visualizo mi mesa, cojo la tablet donde anotamos los pedidos y camino en esa dirección. Siento una mirada escrutando mi espalda, no demuestro nada al saber que puede ser cualquie
“La sorpresa” Narrador omnisciente Era una noche fría, acompañaba muy bien los planes que llevaría a cabo. El joven frente al espejo se miraba con confianza y seguridad, él tenía muy en claro cuál era su papel en esta historia; conocía cada detalle de esta. Tantos años observando desde la oscuridad más profunda, calculando todos sus pasos y accionando de la manera más correcta posible; el día había llegado. Se dio el gusto de vestir un lujoso traje que se ceñía perfecto a su trabajado cuerpo, una buena apariencia podría mostrar una mejor visión de la persona. Por experiencia propia, el joven sabía que lo primero que ve un humano es el físico, luego la personalidad. Los ojos contemplan el atractivo, y el corazón late por la personalidad. Porque mentir no era su fuerte cuando se trataba de ella. Sí, sí contempló su belleza; pero no sabía que sucedía con su corazón. La conocía, y a la vez no. Ella era tan discreta, muy poco predecible. Le gustó eso, no poder leerla solo por su porta
Narrador omnisciente La pequeña niña lloraba desconsoladamente a la par que agarraba fuertemente su tobillo, se había lastimado en el intento por huir. “¿No estaba cansada?” se preguntó, fracasó en el intento al no conseguir respuesta alguna. Ya se sentía acostumbrada a la misma rutina, los niños molestándola y ella escapando con pequeñas lágrimas rodando por su regordetas mejillas. Era su pan de cada día. La pequeña de ojos marrones llega como puede a un rincón que queda al lado de un gran árbol, necesitaba un descanso después de semejante incidente. Por el rabillo del ojo logra ver una sombra que intenta esconderse en la caseta que se encontraba cerca de ella. Asustada por el movimiento repentino intenta acallar sus sollozos, su instinto creía fi