CAPÍTULO 4: DESCONFIANZA. ¿QUÉ ME HICISTE?
El primer rayo de luz atravesó las cortinas de aquel lugar, despertando a Cristel con un leve quejido. Parpadeó, confundida, mientras el aroma a madera y una leve fragancia masculina la envolvían, algo que le hizo recordar el pasado por un breve momento, pero no podía ser él, se dijo en su mente. Al intentar levantarse, notó que algo estaba mal. Su ropa había desaparecido de su cuerpo, sustituida por una camisa masculina que le cubría hasta los muslos. La prenda olía a limpio, pero el detalle no la reconfortó; al contrario, su desconcierto se transformó en alarma.
Giró la cabeza y lo vio. Sentado en un sillón cercano, con una postura relajada, pero una mirada gélida que la atravesaba como un cuchillo, estaba el hombre más imponente que había visto en su vida. Enorme, de hombros anchos y con una presencia que hacía que el aire se tornara denso, él la observaba en silencio. Su mandíbula firme y sus ojos grises tenían algo entre desafío y peligro, pero también algo que la hacía recordar algo o más bien a alguien.
Hizo a un lado ese pensamiento y retrocedió instintivamente, llevándose las sábanas al pecho, como si eso pudiera protegerla.
—¿Dónde estoy? —preguntó con voz temblorosa, sin recordar casi nada.
Él inclinó la cabeza ligeramente, analizándola con tanta intensidad. —En una suite de hotel —respondió, con voz profunda.
Su corazón comenzó a latir con fuerza. Fragmentos de la noche anterior regresaron a su mente: los vándalos, los gritos, los golpes. Pero no recordaba cómo había llegado hasta allí. Solo sabía que debía salir de ese lugar.
—¿Por qué estoy aquí? ¿Qué me hiciste? —su voz temblaba más ahora, cargada de acusación.
La reacción de Yaro fue inmediata. Se puso de pie con un movimiento controlado, pero lleno de tensión. Su altura y presencia la hicieron encogerse más contra el respaldo de la cama.
—¿Qué te hice? —repitió, con una ligera curva sarcástica en los labios. Dio un paso hacia ella, y su sombra la cubrió como un manto. —Te saqué de la calle cuando estabas temblando, casi terminabas violada y te rescaté de aquellos imbéciles asquerosos que intentaron tocarte. ¿Así me pagas?
Cristel tragó saliva, pero su mente, aún nublada por el miedo, comenzó a crear escenarios oscuros. ¿Y si todo era un montaje? ¿Y si él había estado detrás de la pandilla para capturarla? La tensión en el aire era sofocante, y cuando Yaro dio otro paso, ella levantó las manos con torpeza para empujarlo, aunque no logró moverlo ni un centímetro.
—¡No te acerques! —gritó, con un pánico que no pudo disimular.
Él se detuvo, sus ojos destellaron con algo que no era irá, sino una mezcla de incredulidad y molestia, no se esperaba esa reacción suya, tampoco esperaba que se le lanzará a los brazos, pero nunca pensó que lo acusará de sobrepasarse con ella.
—Estás asustada por algo que no hice. Si quisiera lastimarte, lo habría hecho anoche, ¿no crees? —dijo, su tono frío, pero cargado de lógica que la desarmó momentáneamente.
Cristel respiró agitadamente, tratando de recuperar algo de compostura. Entonces, con un hilo de voz, dijo: —Estoy casada. Tengo una hija.
El impacto de aquella revelación fue evidente. La máscara de indiferencia de Yaro se rompió, aunque solo por un instante. Sus ojos grises se oscurecieron, y su mandíbula se tensó como si hubiera recibido un fuerte golpe. Era como si aquellas palabras hubieran despertado algo más profundo en él, ¿ira, celos, enviada del hombre con el que se casó?
—¿Casada? —su tono estaba cargado de una mezcla de asombro y desdén. Dio un paso atrás, llevándose una mano al cabello mientras soltaba un suspiro entre dientes. —Por supuesto. ¿Cómo no lo imaginé?
Lo observó, confundida por lo que había dicho. La distancia que él tomó le dio un breve respiro, pero no suficiente para calmar su mente. Entonces él se giró bruscamente, caminó hasta una mesa cercana y regresó con un papel en la mano, que dejó caer frente a ella en la cama.
—Esto es por los gastos médicos que cubrí anoche. Tenías algo de fiebre a causa del resfriado que pescaste por andar con la ropa mojada y andando en el clima frío —aclaró, su voz recuperó esa frialdad cortante. —No suelo hacer caridad. ―Recordó lo que le había dicho su amigo cuando subió al auto, entonces él ahora quería que ella escuchara esas crueles palabras. El hombre estaba resentido. ―Espero que pagues cada centavo.
Miró la factura con incredulidad, y luego a él.
—No tengo dinero… pero te lo pagaré después —murmuró, sintiéndose humillada por la situación.
Yaro la miró durante unos segundos interminables antes de asentir con la mandíbula apretada.
—Entonces no hay razón para que sigas aquí —sentenció, dándole la espalda mientras se dirigía hacia la puerta.
—No tengo ropa —dijo ella en voz baja, como si su dignidad estuviera colgando de un hilo.
Sin mirarla, él señaló un abrigo que colgaba de una silla. —Ponte eso.
No tuvo más opción, así que lo tomó. Se envolvió en el abrigo y salió de la suite rápidamente sin volver a ver al hombre que la salvó. Se sentía grosera porque no pudo ni agradecerle, pero era más el miedo que sentía que no pensó en nada, que en marcharse.
Cuando llegó a la calle, el frío la rodeó, así que metió las manos en los bolsillos para calentarlas. Fue entonces cuando su corazón dio un vuelco. Sus dedos tocaron el metal frío de una pistola.
La sacó sin pensarlo y la observó con horror. ¿Qué clase de hombre llevaba un arma como si fuera algo cotidiano? Su mente comenzó a llenarse de preguntas y temores. ¿Quién era él? ¿A qué se dedicaba?
Miró hacia el edificio, dudando por un momento si regresar para devolverla; sin embargo, una voz interna la detuvo. Algo en su instinto le decía que volver allí podría ser peligroso y más si había descubierto algo tan oscuro.
Guardó el arma de nuevo en el abrigo, tomó aire y comenzó a caminar. Quería dejar atrás no solo aquel hotel lujoso, sino todo lo que representaba el hombre que acababa de conocer, por mucho que le intrigara y sintiera como si ya lo haya visto antes en su vida.
CAPÍTULO 5: MADRE DESESPERADACristel caminaba con paso apresurado y el corazón martillándole el pecho. La idea de volver a la casa de su prima para recoger a Alana y llevársela consigo era lo único que ocupaba su mente. Sabía que la situación con su esposo había llegado a un punto de no retorno, y la palabra divorcio retumbaba en su cabeza como un eco implacable.Cuando llegó a la casa de su prima Lucía, tocó la puerta con insistencia. Su pecho subía y bajaba con ansiedad mientras esperaba. Lucía abrió la puerta con cara de desconcierto.—Cristel, ¿qué haces aquí? —preguntó Lucía, con el ceño fruncido, claramente confundida.—¿Cómo que, qué hago aquí? —respondió, sorprendida. Respiró hondo antes de continuar—. Vine por Alana. Necesito llevarla conmigo.Su prima frunció aún más el entrecejo, y su expresión pasó de sorpresa.—Cristel… Alana ya no está aquí.—¿Qué? —La voz de Cristel se quebró, una punzada de miedo recorriéndole el cuerpo—. ¿A qué te refieres con que ya no está aquí? Ay
CAPITULO 6: INTENTO MATARMEEl disparo resonó en el apartamento, un estruendo que hizo eco en las paredes y en el pecho de Cristel. Sus manos temblaban, aún aferradas al arma, su mirada permanecía fija mientras Brandon se llevaba la mano al brazo derecho, donde comenzó a gotear sangre fresca.Brandon parpadeó, con los labios entreabiertos, como si no terminara de procesar lo que había ocurrido. Sus rodillas cedieron y cayó pesadamente al suelo. Una exhalación profunda escapó de su boca mientras clavaba sus ojos en ella. Tenía el rostro pálido por la pérdida de sangre, pero su odio seguía ahí, intacto.—Maldita sea... —susurró entre dientes, mientras su rostro se desfiguraba en una mueca de furia—. ¡¿Qué demonios hiciste, Cristel?!Ella no pudo responder. Su cuerpo seguía temblando, era incapaz de procesar lo que acababa de hacer. No había querido dispararle de verdad, solo quería amenazarlo.El llanto de Alana la sacó de su parálisis, era estridente y aterrador. La niña temblaba, abraz
CAPITULO 7: VISITA DESAGRADABLECristel no reaccionó de inmediato. Su mente tardó en procesar las palabras del oficial que la miraba con indiferencia desde la puerta de la celda. La acusación por lesiones dolosas presentada por Brandon era algo que, en el fondo, ya esperaba, pero el que se lo dijeran le provocó una sensación de vacío. Era oficial. La estaban señalando como una criminal, como una vil asesina, como si él fuera el bueno y ella la cruel villana. Sin embargo, eso solo le hacía sentir furia, porque su mente y su corazón, estaban con su hija.Era lo único que le importaba, Alana. Las imágenes de su hija, de aquel momento, cuando la vio llorando y la miraban con horror, antes de salir corriendo fuera de casa, no la dejaban dormir ni pensar con claridad.Se preguntaba: ¿Dónde estaba? ¿Si estaba a salvo? ¿Y si seguía llorando, temerosa?Sus manos se cerraron con fuerza sobre la tela de su pantalón, su respiración era inestable. No podía perder a su hija. No podía permitir que
CAPITULO 8: ES UNA DELINCUENTE HOSPITAL DE CHICAGO —Cristel Harrison es una delincuente y, por ende, debe pasar el resto de su vida en prisión —espetó Brandon con dureza a los oficiales que habían ido a interrogarlo—. No pueden dejarla en libertad, porque si esto me lo hizo a mí, no quiero ni imaginar el daño que podría hacerle a mi hija. El hombre yacía en la cama del hospital, con el brazo vendado y una mueca de molestia en el rostro. La bala, aunque había impactado su piel, solo le había rozado, pero eso no le impedía exagerar la situación para conseguir lo que quería. Sabía que la policía debía seguir el protocolo, y lo que había hecho su esposa iba en contra de la ley. Tenía claro que aprovecharía esa ventaja para hundirla por completo. —Ella está detenida por el momento, pero nosotros no damos el veredicto final, eso solo lo decidirá el juez —informó uno de los oficiales con voz firme—. Hemos terminado aquí, con permiso. Los oficiales se despidieron y salieron de la hab
CAPITULO 9: PEQUEÑA ALANA El edificio estaba sumido en un extraño silencio a esa hora de la noche, solo interrumpido por el sonido de las gotas de lluvia golpeando suavemente contra las ventanas y el eco de unos pasos sigilosos moviéndose por los pasillos. El chofer de Brandon se desplazaba con cautela, manteniéndose en las sombras, evitando llamar la atención de los pocos residentes que aún estaban despiertos. Sabía exactamente lo que debía hacer: encontrar a la pequeña Alana antes de que alguien más lo hiciera.La niña estaba en algún lugar del edificio, él lo sabía, ya que no podía haber ido muy lejos. Era muy posible que siguiera muy asustada y eso la había llevado a parar a cualquier parte del edificio, con la idea de mantenerse alejada de aquella escena espeluznante. Brandon había sido claro con sus instrucciones, y el hombre no tenía intención de fallarle, así que no se iba ir a casa con las manos vacías, primero tenía que encontrar a la pequeña.Los minutos pasaban y la ansi
CAPITULO 10: TRASLADADA AL INFIERNOEN LA DELEGACIÓN POLICIALEn la fría celda de la comisaría, se encontraba Cristel sentada en la cama rígida en una esquina con las piernas juntas mientras se abrazaba de sus rodillas. Había pasado horas en completo silencio desde que se marchó su traicionera ex amiga, dejándola con un torbellino de pensamientos en la cabeza, sin apenas moverse, con la mirada clavada en un punto invisible frente a ella, en el mismo estado desde que llego ahi. El aire en del lugar era pesado, viciado, y las paredes opresivas parecían cerrarse sobre su cuerpo cada segundo que pasaba. Cada latido de su corazón era una mezcla de miedo y rabia, mientras seguía preguntándose: ¿si estaba bien su hija?, ¿si la habían encontrado y estaba ahora a salvo?El sonido metálico de una llave girando en la cerradura la sacó de su letargo. Levantó la cabeza con rapidez. El oficial que la había encerrado en aquella celda estaba ahí parado, con un rostro pétreo y mirada indiferente la o
CAPITULO 11: NOTICIA EN EL PERIÓDICOLa puerta de la suite del hotel resonó con unos toques. Yaroslav dejó lo que estaba haciendo para ponerse de pie y abrir. Del otro lado de la puerta se encontraba Bogdan, quien lo miró con una mirada seria. Antes de que su jefe dijera algo, le anunció:—Ya está todo listo para regresar.—No iremos a ningún lado, por ahora —soltó, sin darle una explicación.Su amigo frunció el entrecejo, confundido.—¿Y los asuntos pendientes que tienes en Sarátov?—Los negocios pueden esperar —formuló con un tono que no aceptaba ser cuestionado sobre el tema.Su hombre entendió y asintió; sin embargo, no había acabado así que continuó.—¿Qué les digo a los que esperan que vuelvas a casa? —Nada —respondió antes de girarse y volver al lugar donde antes estaba sentado. Cruzó una pierna arriba de la otra y tomó la taza de café que estaba bebiendo, junto con la tablet que había tenido en sus manos, y donde buscando información. Bogdan lo siguió, no sin antes cerrar
CAPITULO 12: ENCERRADA Y ACORRALADA Prisión de Chicago El sonido del clic seco de las esposas al cerrarse una vez más alrededor de sus muñecas, eran cómo una sentencia brutal para Cristel. Sintió como se le helaba la espalda por el miedo, reprimió las lágrimas que se acumularon en sus ojos, no iba a llorar, no iba a dejar que la vieran débil. Cristel, vestida ahora con el uniforme beige que le habían entregado minutos antes, avanzó con pasos torpes, aún tratando de procesar lo que estaba viviendo. Le habían quitado su dignidad, su libertad. Todo lo que le había quedado.Aquel pasillo que la conducía a su nueva celda parecía interminable. Las otras reclusas la observaban tras los barandales como bestias esperando su turno. Un par de ellas susurraban entre sí, otras simplemente la analizaban con expresión vacía. La mirada de Cristel se desplazaba sin rumbo fijo, mientras su mente gritaba que todo esto era un error. Una horrible pesadilla.Las dos guardias que la escoltaban, sin mostr