CAPITULO 11: NOTICIA EN EL PERIÓDICOLa puerta de la suite del hotel resonó con unos toques. Yaroslav dejó lo que estaba haciendo para ponerse de pie y abrir. Del otro lado de la puerta se encontraba Bogdan, quien lo miró con una mirada seria. Antes de que su jefe dijera algo, le anunció:—Ya está todo listo para regresar.—No iremos a ningún lado, por ahora —soltó, sin darle una explicación.Su amigo frunció el entrecejo, confundido.—¿Y los asuntos pendientes que tienes en Sarátov?—Los negocios pueden esperar —formuló con un tono que no aceptaba ser cuestionado sobre el tema.Su hombre entendió y asintió; sin embargo, no había acabado así que continuó.—¿Qué les digo a los que esperan que vuelvas a casa? —Nada —respondió antes de girarse y volver al lugar donde antes estaba sentado. Cruzó una pierna arriba de la otra y tomó la taza de café que estaba bebiendo, junto con la tablet que había tenido en sus manos, y donde buscando información. Bogdan lo siguió, no sin antes cerrar
CAPITULO 12: ENCERRADA Y ACORRALADA Prisión de Chicago El sonido del clic seco de las esposas al cerrarse una vez más alrededor de sus muñecas, eran cómo una sentencia brutal para Cristel. Sintió como se le helaba la espalda por el miedo, reprimió las lágrimas que se acumularon en sus ojos, no iba a llorar, no iba a dejar que la vieran débil. Cristel, vestida ahora con el uniforme beige que le habían entregado minutos antes, avanzó con pasos torpes, aún tratando de procesar lo que estaba viviendo. Le habían quitado su dignidad, su libertad. Todo lo que le había quedado.Aquel pasillo que la conducía a su nueva celda parecía interminable. Las otras reclusas la observaban tras los barandales como bestias esperando su turno. Un par de ellas susurraban entre sí, otras simplemente la analizaban con expresión vacía. La mirada de Cristel se desplazaba sin rumbo fijo, mientras su mente gritaba que todo esto era un error. Una horrible pesadilla.Las dos guardias que la escoltaban, sin mostr
CAPITULO 13: HUMILLADA Y AGREDIDADÍAS DESPUÉSCristel había salido finalmente de su celda. Pues habían pasado tres días desde la brutal golpiza que le propinaron sus compañeras de celda, y hasta entonces, no había tenido fuerzas para salir de aquel miserable rincón. El dolor en su costado aún era punzante, le había quedado un hematoma enorme, de un color entre verdoso y morado, que le cubría el lateral del abdomen, recordándole cada minuto que ese lugar no era un refugio, sino una trampa sin salida.Al cruzar la entrada del comedor, un murmullo se extendió entre las reclusas. Las miradas se clavaron en ella, cargadas de burla y desprecio. Algunas sonreían de manera sardónica, otras susurraban entre ellas, y unas cuantas se reían abiertamente.—Miren quién decidió unirse a nosotras —dijo una voz desde una de las mesas cercanas.—¿Será que la muñequita puede soportar nuestra humilde comida? —agregó otra, provocando risas generalizadas —. ¿O acaso el menú de hoy es digno de una princ
CAPITULO 14: INFORME DEL ATAQUEEn otra zona de Chicago, lejos del olor rancio de la prisión femenina, Brandon Barrett caminaba de un lado a otro de su lujosa oficina con el teléfono pegado a la oreja. El humo de su cigarro llenaba la estancia, mientras su voz sonaba fría.—¿Y bien? —preguntó con impaciencia—. ¿Ya se cumplió lo que pedí?Del otro lado de la línea, su abogado, un hombre astuto y acostumbrado a lidiar con la suciedad legal, respondió con tono mesurado.—Sí, señor Barrett. El “recibimiento” fue ejecutado. La señora Harrison fue atacada tal como ordenó. Pero... hubo un problema.Brandon se detuvo. Frunció el ceño. —¿Qué clase de problema?—Las mujeres se pasaron con la mano —admitió el abogado con un suspiro—. Está hospitalizada en el área médica del reclusorio, muy grave. No se ha despertado desde la tarde cuando fue llevada ahí. Al parecer, la herida fue más profunda de lo que pensábamos. El médico dijo que es posible que uno de los órganos haya salido dañado.Brandon
CAPITULO 15: SIN REMORDIMIENTOEstaba perdido en sus pensamientos cuando su teléfono volvió a sonar. Al ver otra vez el nombre del abogado en la pantalla, su ceño se frunció.—¿Qué demonios pasa ahora? —respondió con desdén.—Llamo para advertirle antes de que reciba la otra llamada —dijo el abogado con tono más tenso.—¿De cuál otra llamada me dices?—preguntó, interrumpiendo al hombre.—El reclusorio, pedirá su autorización para trasladar a la señora Cristel al hospital central de Chicago. Necesita una cirugía de emergencia. Como le comenté anteriormente, el médico ya pasó el informe de que el arma que usaron las reclusas, dañó parte del hígado. Si no se opera pronto... morirá.Hubo un silencio en la línea. Brandon respiró hondo, apagó el cigarro en el cenicero y entrecerró los ojos.—Entonces que me llamen —respondió con voz gélida—. Yo autorizaré el traslado. No queremos que piensen que soy el villano de esta historia. Pero tú... —hizo una pausa—. Tú te encargas de que nunca llegue
CAPÍTULO 16: INTERCEPCIÓNEl camino hacia el hospital parecía transcurrir lento, a pesar de que la ambulancia conducía a toda velocidad. El pitido constante de los monitores que vigilaban los signos vitales de Cristel era que se oía en el interior junto con el sonido de las sirenas. Iba inconsciente, por lo tanto la sedaron por si despertaba y así no pudiera sentir el dolor.Su rostro seguía pálido y la piel bañada en sudor frío. La herida seguía sangrando a pesar de los intentos que hicieron los paramédicos para detenerla; las cosas se habían complicado. Sabían que si no llegaban pronto al hospital, no lo iba a lograr.Dos oficiales iban en una patrulla escoltando a la ambulancia. El reporte había sido claro: una reclusa herida de gravedad, debía ser trasladada de inmediato al hospital central de Chicago. Lo que no sabían… era que alguien quería impedirlo a toda costa.Faltaban pocos kilómetros para llegar cuando todo se fue al carajo.Una camioneta negra apareció de la nada. Venía d
CAPÍTULO 17: RESCATEBogdan, lo siguió, después de bajar del lado del conductor. Más hombres bajaron de la otra camioneta, eran más que los otros tipos.Yaroslav iba vestido de negro, con su estilo de vestimenta, con el rostro tenso y los ojos ardiendo de furia.Minutos antes, cuando se enteró de que Cristel había sido atacada en prisión y que estaba muy malherida, no lo pensó dos veces y llamó al penal para averiguar todo lo que había pasado, ya que él tenía sus contactos ahí adentro que podían darle fácil la información.—¡Ni un solo tiro! —ordenó—. ¡Ella puede salir más lastimada si disparan!Les recordó que aquellos hombres podían usarla de escudo para cubrirse de las balas y entonces ella moriría. Su amigo se acercó a él rápidamente, con la mandíbula apretada.—Si no hacemos algo ahora, se la llevan.—Ya lo sé, maldita sea. Solo espera la señal —le avisó con un tono bajo, para que solo él lo oyera.Yaro avanzó unos pasos. El hombre que llevaba a Cristel estaba por subirla al asie
CAPÍTULO 18: MANTENERLA A SALVOLa camioneta avanzaba con prisa, rumbo a la cabaña que Yaro le había ordenado a su amigo que los llevara. El sonido de las ruedas golpeando la grava se entremezclaba con el zumbido del motor, pero Yaroslav solo podía oír su respiración descompasada y el latido descontrolado de su corazón. Tenía la mirada clavada en el rostro pálido de Cristel, recostada sobre su regazo, tan quieta que a ratos le parecía que había dejado de respirar. Su mano, grande y cálida, acariciaba con cuidado la frente de ella, como si con ese gesto pudiera reconectarla con la vida.—Vamos, preciosa —murmuró con voz ronca, más para él que para ella—. No te atrevas a dejarme ahora… no después de todo lo que me costó encontrarte.El dolor que sentía no era físico, aunque aún tenía los nudillos marcados por el rostro del hombre que había intentado llevársela. Ese dolor era otro, uno más profundo, uno que no sabía que aún era capaz de sentir. Verla así, frágil, rota, herida, le había