KaneCuando entré a la habitación, la escena ante mis ojos me hizo arder en un fuego de rabia y desesperación.Maeve, pálida y débil, estaba colapsando en los brazos de Luca, que parecía estar consumido por la sed de sangre que a veces nos domina. Sin pensar, reaccioné impulsado por el instinto protector que siempre sentí hacia ella.Con un empujón violento y preciso, lo aparté de ella.Maeve, sin fuerzas para sostenerse, cayó al suelo con un golpe sordo que resonó como un trueno en mi corazón.Inmediatamente, mi atención se centró en Luca, quien, aún con los colmillos expuestos y los ojos rojos del vampiro en plena caza, me miraba desafiante.Sin una palabra, comencé a golpearlo, tenía que hacerlo entrar en razón. Cada golpe era un grito silencioso, pidiéndole que luchara contra la bestia que todos llevamos dentro.—¡Luca, contrólate! —grité mientras nuestros golpes resonaban en el espacio cerrado de la habitación. —¡No la lastimes, no a ella!Superado por la ira y la confusión, inte
MaeveDesperté con la sensación de que el mundo había cambiado mientras yo dormía, o quizás simplemente había continuado girando sin mí.La habitación estaba casi a oscuras, la única luz venía de una lámpara en la esquina que lanzaba sombras largas y tristes sobre las paredes.Kane estaba sentado a mi lado en la cama, su figura un contorno sombrío, la cabeza entre las manos como si el peso de sus pensamientos fuera demasiado para soportar.Al sentir un ligero movimiento, él levantó la cabeza y me miró. Sus ojos se encontraron con los míos, pero no dijo nada. Había una profundidad en su mirada, un mar de emociones que parecía estar luchando por mantener a raya.Un suspiro de alivio escapó de mis labios al verlo, y por un momento, ese fue el único sonido en la habitación. Pero entonces, el recuerdo de la noche comenzó a inundar mi mente, cada detalle más aterrador y confuso que el anterior.—¿Luca? —mi voz salió débil, ronca por el miedo y la incertidumbre de lo que podría haberle pasad
MaeveMi corazón latía con fuerza, un tamborileo constante en mis oídos mientras me escoltaban por el pasillo hasta su puerta.Mis escoltas no dijeron nada, pero sus manos firmes en mis hombros me comunicaban todo lo que necesitaba saber: no era una invitada.Al entrar en la oficina, me encontré a solas con él, Rogers. La puerta se cerró con un sonido sordo detrás de mí. La habitación estaba sombríamente iluminada, las paredes adornadas con diplomas y reconocimientos que parecían burlarse de mí con su aparente normalidad.El aire estaba cargado de tensión, un hedor metálico que me llenaba la nariz y me aguijoneaba los pulmones cada vez que respiraba.—¿Dónde está mi madre? —pregunté entre dientes, sintiendo cómo mis manos se cerraban en puños a mis lados, mi cuerpo entero tenso y listo para cualquier cosa.—Siéntate, —ordenó con una voz que era tan fría como cortante, pero yo permanecí inmóvil, desafiante.—¿Dónde...? —intenté hablar de nuevo, pero él se movió con una velocidad que bo
MaeveLa ira y el desconcierto se mezclaban en mi pecho mientras lo miraba, intentando asimilar las revelaciones que acababa de arrojar sobre mí como si fueran nada más que meros datos de un expediente.Mis piernas se sentían inestables, pero me obligué a mantenerme firme, clavando mis ojos en los suyos, buscando algún indicio de mentira en ellos.—Entonces los mataste a todos por ser más... fuertes, —repetí sus palabras, mi voz teñida de incredulidad y desdén.—¡Sí! A todos y cada uno de ellos, menos al cobarde que se dejó esconder por su madre. Y cuando finalmente lo encuentro... Se está cogiendo a mi hija, —su voz se endureció.—¿Por qué me dices esto ahora? ¿Qué esperas ganar con esto? —pregunté, mi voz un susurro ronco.—Porque es hora de que asumas tu rol.—De verdad no puedes pretender que crea ni una sola palabra de lo que dices... —mis palabras salieron casi como un siseo, mi mente rechazando aceptar su versión de la historia, rechazando la idea de ser parte de ese legado de
Maeve—¿Podemos tener esta conversación en tu apartamento? —le pregunté, mi voz temblorosa.No quería que mi madre, ya confundida y vulnerable, escuchara algo que pudiera perturbarla aún más.Kane me miró, su rostro era una máscara de impenetrabilidad.Sin decir una palabra, se dio la vuelta y salió de mi apartamento, dejando la puerta abierta tras de sí. Con el corazón golpeando fuerte contra mi pecho, lo seguí hasta su casa, cruzando el umbral con una sensación de entrar en un territorio desconocido, a pesar de haber estado allí innumerables veces antes.Apenas entré, cerré la puerta detrás de mí, apoyando mi espalda contra la madera fría. El sonido sordo resonó en el silencio tenso que llenaba el espacio entre nosotros.Kane se paró frente a mí, a pocos pasos de distancia, pero el vacío en sus ojos me hizo sentir como si estuviera mirando a través de un abismo que se había abierto entre nosotros.La indiferencia en su mirada era un dolor nuevo y agudo, un cuchillo que se torcía en
MaeveKane desapareció por un momento, moviéndose con esa velocidad sobrenatural que todavía me sorprendía, y regresó con un objeto en sus manos.—Esta maldita cosa, todos la quieren, pero ninguno puede reclamarla... —sus palabras eran un susurro cargado de desdén y cansancio.—¿Tú eres...? —la pregunta se quedó suspendida en el aire, mi voz apenas un susurro.—Técnicamente lo soy, —rió fríamente, una risa sin alegría que reverberó contra las paredes. —Aunque todos me creen muerto, pensé que sería más fácil así, para poder concentrarme en mi venganza...—¿Alguien más lo sabe? —pregunté, mi ansiedad creció con cada nuevo secreto revelado.—Solo unos pocos. Yo... Solo quería volverme más fuerte, pero no por esta estúpida corona, —dijo, y con un gesto de desprecio, lanzó la corona a un lado del sofá. —O el derecho a ser Rey, sino para poder vengarme. Para poder matarlo.Sus ojos brillaban con un odio visceral. Vi cómo su naturaleza luchaba por tomar el control, su cuerpo tenso como si se
Maeve—¿Vas a ir a clases hoy? —preguntó Luca, apoyándose en su brazo en la cama. Su tono era casual, pero sus ojos reflejaban una preocupación genuina. —Entendería si prefieres quedarte... podría hacer compañía...—Será mejor que vaya, —respondí, sintiendo una oleada de seguridad a la que intentaba aferrarme. —Tal vez tenga la oportunidad de verlo, de decirle que no me voy a alejar de él. Podemos solucionar esto.La expresión de Luca se suavizó con algo parecido a la lastima, pero también había una chispa de admiración en sus ojos. Él sabía lo mucho que Kane significaba para mí, lo mucho que estaba dispuesta a luchar.Me dirigí al baño para darme una ducha rápida, esperando que el agua caliente pudiera lavar al menos una parte del dolor y la fatiga que sentía.Frente al espejo, mi reflejo mostraba las marcas visibles de lo que, podría decir, fue la peor noche de mi vida, y supe que necesitaría algo más que agua para ocultarlas. Aplicando el maquillaje con mano firme, traté de cubrir
MaeveLuca se agachó rápidamente, recogiendo mi teléfono y colocándolo de nuevo en mis manos.—Eve, lo siento tanto, —dijo, y su voz estaba teñida de una tristeza profunda.—¿Qué voy a hacer, Luca? —Mi voz era un susurro roto, mis ojos buscaban los suyos, buscando algo de consuelo.—Eve, respira, podemos arreglar esto, —dijo, su voz tratando de inyectarme algo de calma. —Vamos a encontrarlo. No vamos a dejar esto así. Estoy contigo. —Su voz era firme, pero pude ver la preocupación en sus ojos.—¿Cómo, Luca? Se ha ido, literalmente se ha borrado... —mis palabras eran un murmullo roto, cada sílaba teñida de desesperanza.Él puso su mano sobre mi hombro, apretando ligeramente en un gesto de apoyo.—Vamos a tu apartamento, necesitas salir de aquí. No vas a lograr nada en este estado.Me ayudó a levantarme, sosteniéndome cuando mis piernas amenazaron con ceder bajo el peso de mi angustia. Salimos del aula bajo las miradas curiosas de algunos compañeros que murmuraban entre ellos, probablem