Maeve—Bien, —suspiré, tratando de reunir mis fuerzas. —Bien, dame un segundo.Intenté levantarme de la cama, impulsada por una urgencia repentina, pero mis piernas no estaban tan listas como mi mente y empezaron a temblar incontrolablemente. Apenas me había enderezado cuando la habitación empezó a girar. Por suerte, antes de que pudiera desplomarme en el suelo, Kane estaba allí justo a mi lado.—Con cuidado, meine, —murmuró con esa voz que siempre lograba calmarme, aunque ahora estaba teñida de preocupación.Me tomó de la cintura, sosteniéndome con una mano mientras la otra acariciaba mi brazo en un intento de estabilizarme.—Baño, —logré decir con voz entrecortada, sabiendo que cada segundo contaba.Sin perder un momento, él me guió con pasos rápidos pero cuidadosos hacia el baño. Apenas cruzamos el umbral, corrí hacia el inodoro, donde mi estómago finalmente cedió a la náusea que había estado luchando por contener.Kane, con una calma imperturbable, sujetó mi cabello, apartándolo d
MaeveMe desperté sintiéndome revitalizada.La luz del sol se entraba entre las cortinas, picándome los ojos con sus brillantes destellos. Intenté estirarme para alejarme del incómodo brillo, pero un peso sólido y reconfortante me detuvo. El brazo de Kane estaba firmemente envuelto alrededor de mi cintura, manteniéndome pegada a su pecho—¿Dormiste bien? —pregunté, acomodándome en su abrazo, sintiendo cada músculo de su pecho y abdomen contra el mío.—Como un niño, —respondió él, su voz ronca por el sueño. Su aliento cálido rozó mi cuello, enviando un cosquilleo a través de mi piel. —Tener a mi reina en mis brazos es la mejor cura para el insomnio que he encontrado.Su risa, baja y ronca, vibró contra mi pecho cuando me estrechó aún más contra él.—Deberíamos levantarnos, —murmuré, aunque no tenía ningun apuro por salir de la cama.—Solo cinco minutos más, —dijo, su voz suave como una caricia. —No hay nada más importante en este momento que esto.Sus labios encontraron los míos, en un
Maeve—Así que ya sabes sobre nosotros —dijo Luca, su tono de voz calmado pero con una nota de curiosidad.Solo pude asentir, mirándolo fijamente, intentando leer algo más en su expresión.—Entonces también deberías saber sobre el placer que puede causar la mordida de un vampiro —continuó, observándome con una intensidad que me hizo tragar saliva.¡Y vaya que lo sé! pensé, pero opté por quedarme callada.Luca dio un paso adelante, su presencia cada vez más imponente. En un reflejo de defensa, agarré mi cartera y se la lancé a la cabeza. Él se detuvo en seco, después de recibir el golpe que no se esperaba.—¿Realmente eres el primo de Sarah? —le pregunté, mi voz cargada de sospecha y un ligero temblor.Él soltó una carcajada, un sonido que no parecía tener nada de humorístico.—No, no lo soy. Te seguí esa noche y vi dónde vivías. Había cazadores cerca, así que me fui. Hoy volví y me encontré con tus amigas, no pude resistir la oportunidad de verte, así que manipulé sus mentes para que
MaeveLuca saltó en el lugar, una chispa de emoción infantil iluminando sus ojos. Parecía genuinamente emocionado por la posibilidad de una nueva amistad, pero su siguiente comentario rompió el breve momento de paz.—¡Genial! Entonces, ¿ahora podemos pasar a la parte donde nos besamos? —preguntó con una sonrisa pícara.Yo lo miré, absolutamente atónita, y luego solté una risa nerviosa, pensando que tal vez estaba bromeando. Pero la expresión esperanzada en su rostro me dijo que no era así.—¡No, Luca! Definitivamente no vamos a besarnos, —respondí, intentando mantener el tono ligero para no herir sus sentimientos.Pero Luca parecía no darse por vencido tan fácilmente y se inclinó hacia adelante, reduciendo el espacio entre nosotros con un entusiasmo que rozaba la imprudencia.—Pero, Eve, ¡soy un buen besador! Y he pensado mucho en eso... O, ¿qué tal si solo te pruebo un poquito? —sugirió, sus ojos brillando con un mezcla de curiosidad y algo que no llegaba a ser malicia, pero sí una i
MaeveCon un suspiro, me arrastré fuera de la cama, sintiendo la frescura del suelo bajo mis pies mientras me dirigía hacia la cocina para preparar café. La casa estaba en silencio, un silencio que había aprendido a llenar con el sonido de mis propios pensamientos.Extraño a Kane, pensé mientras el café empezaba a burbujear en la cafetera.No quería molestarlo con mis mensajes, sabiendo que estaba lidiando con cosas mucho más importantes que mis pequeñas inquietudes. Pero la preocupación empezaba a anidar en mi estómago, haciéndome dudar de mi decisión de mantenerme al margen.Serví el café caliente en mi taza, el aroma familiar intentaba consolarme.¿Y si algo malo le ha pasado? La pregunta giró en mi cabeza mientras revolvía la bebida.No, él es fuerte, a fin de cuentas es un pura sangre... Intentaba convencerme, pero la duda seguía ahí, punzante como una espina.Salí de casa con mi café en la mano y la mochila colgando cómodamente de un hombro.El sol brillaba con fuerza, prometien
Maeve—¿No puedo darle el beneficio de la duda a Luca, al menos hasta que demuestre lo contrario? —propuse, buscando en su mirada algún signo de comprensión.Kane suspiró, pasando una mano por su cabello en un gesto de frustración. Después de un momento, asintió ligeramente.—Está bien. Pero estaré vigilando de cerca. Y si hace algo fuera de lugar, no dudaré en actuar —afirmó, y su determinación me hizo sentir una mezcla de alivio y preocupación.—Gracias, Kane. Eso es todo lo que te pido. —Me acerqué y lo abracé, agradecida por su protección, pero preocupada por lo que el futuro podría deparar con Luca cerca.—Entonces, ¿por qué no pasaste a verme antes de clases? —le pregunté, intentando sonar casual pero con un ligero reproche flotando entre nosotros.—Apenas llegué a tiempo para la clase, mi reina. Pero te aseguro que te lo compensaré más tarde —su voz, baja y prometedora, envió un cosquilleo a través de mi columna.Antes de que pudiera responder, nuestros labios se encontraron en
KaneMi corazón seguía golpeando con fuerza contra mi pecho, cada latido resonando con el eco de lo que podría haber sido si no hubiera llegado a tiempo.Maeve se acurrucó contra mí, su calor y el sutil aroma de su shampoo actuaban como un bálsamo contra la necesidad que tenía de perseguir a ese maldito y cobrarme todo lo que había hecho.Sentí cómo su cuerpo temblaba ligeramente; el miedo aún reverberaba a través de ella, y eso me clavaba más profundo de lo que cualquier arma de cazador podría.—Lo siento, no debería haber dejado que llegara tan lejos, —murmuró, su voz un susurro que apenas cortaba el silencio.La sostuve más cerca, mis manos recorriendo su espalda en un intento de calmarla, de asegurarle, a ella y a mí, que estaba a salvo. Pero dentro de mí, la ira seguía hirviendo, una marea oscura que amenazaba con desbordarse.—No tienes que disculparte por nada, ángel. —Mis palabras salieron más duras de lo que pretendía, alimentadas por mi frustración. —Es ese maldito chico el
Maeve—Bueno, tal vez deberíamos de pedirle permiso a tu querido novio para que puedas salir con nosotras... —sugirió Sarah con un tono burlón, balanceando su taza de café entre sus manos mientras una sonrisa traviesa se dibujaba en su rostro.Estábamos sentadas en la cafetería de la universidad, disfrutando de un breve respiro entre clases. El aroma del café llenaba el aire, mezclándose con el murmullo constante de estudiantes y profesores. La conversación giraba en torno a la fiesta que se celebraría en una de las fraternidades el próximo fin de semana.—¡Hasta donde hemos llegado! —exclamó Clau a mi lado, su risa era contagiosa, y pude sentir la calidez de su humor disipando cualquier tensión.—¡Oigan! Ya basta, él no es así... No tendrá problemas... —intenté defender a Kane, pero antes de que pudiera terminar, mi teléfono vibró sobre la mesa, interrumpiendo mis palabras. La pantalla iluminada mostraba un mensaje de él.Profesor Favorito: "Pues sí, tienes que pedirme permiso." Su