MaeveLuca saltó en el lugar, una chispa de emoción infantil iluminando sus ojos. Parecía genuinamente emocionado por la posibilidad de una nueva amistad, pero su siguiente comentario rompió el breve momento de paz.—¡Genial! Entonces, ¿ahora podemos pasar a la parte donde nos besamos? —preguntó con una sonrisa pícara.Yo lo miré, absolutamente atónita, y luego solté una risa nerviosa, pensando que tal vez estaba bromeando. Pero la expresión esperanzada en su rostro me dijo que no era así.—¡No, Luca! Definitivamente no vamos a besarnos, —respondí, intentando mantener el tono ligero para no herir sus sentimientos.Pero Luca parecía no darse por vencido tan fácilmente y se inclinó hacia adelante, reduciendo el espacio entre nosotros con un entusiasmo que rozaba la imprudencia.—Pero, Eve, ¡soy un buen besador! Y he pensado mucho en eso... O, ¿qué tal si solo te pruebo un poquito? —sugirió, sus ojos brillando con un mezcla de curiosidad y algo que no llegaba a ser malicia, pero sí una i
MaeveCon un suspiro, me arrastré fuera de la cama, sintiendo la frescura del suelo bajo mis pies mientras me dirigía hacia la cocina para preparar café. La casa estaba en silencio, un silencio que había aprendido a llenar con el sonido de mis propios pensamientos.Extraño a Kane, pensé mientras el café empezaba a burbujear en la cafetera.No quería molestarlo con mis mensajes, sabiendo que estaba lidiando con cosas mucho más importantes que mis pequeñas inquietudes. Pero la preocupación empezaba a anidar en mi estómago, haciéndome dudar de mi decisión de mantenerme al margen.Serví el café caliente en mi taza, el aroma familiar intentaba consolarme.¿Y si algo malo le ha pasado? La pregunta giró en mi cabeza mientras revolvía la bebida.No, él es fuerte, a fin de cuentas es un pura sangre... Intentaba convencerme, pero la duda seguía ahí, punzante como una espina.Salí de casa con mi café en la mano y la mochila colgando cómodamente de un hombro.El sol brillaba con fuerza, prometien
Maeve—¿No puedo darle el beneficio de la duda a Luca, al menos hasta que demuestre lo contrario? —propuse, buscando en su mirada algún signo de comprensión.Kane suspiró, pasando una mano por su cabello en un gesto de frustración. Después de un momento, asintió ligeramente.—Está bien. Pero estaré vigilando de cerca. Y si hace algo fuera de lugar, no dudaré en actuar —afirmó, y su determinación me hizo sentir una mezcla de alivio y preocupación.—Gracias, Kane. Eso es todo lo que te pido. —Me acerqué y lo abracé, agradecida por su protección, pero preocupada por lo que el futuro podría deparar con Luca cerca.—Entonces, ¿por qué no pasaste a verme antes de clases? —le pregunté, intentando sonar casual pero con un ligero reproche flotando entre nosotros.—Apenas llegué a tiempo para la clase, mi reina. Pero te aseguro que te lo compensaré más tarde —su voz, baja y prometedora, envió un cosquilleo a través de mi columna.Antes de que pudiera responder, nuestros labios se encontraron en
KaneMi corazón seguía golpeando con fuerza contra mi pecho, cada latido resonando con el eco de lo que podría haber sido si no hubiera llegado a tiempo.Maeve se acurrucó contra mí, su calor y el sutil aroma de su shampoo actuaban como un bálsamo contra la necesidad que tenía de perseguir a ese maldito y cobrarme todo lo que había hecho.Sentí cómo su cuerpo temblaba ligeramente; el miedo aún reverberaba a través de ella, y eso me clavaba más profundo de lo que cualquier arma de cazador podría.—Lo siento, no debería haber dejado que llegara tan lejos, —murmuró, su voz un susurro que apenas cortaba el silencio.La sostuve más cerca, mis manos recorriendo su espalda en un intento de calmarla, de asegurarle, a ella y a mí, que estaba a salvo. Pero dentro de mí, la ira seguía hirviendo, una marea oscura que amenazaba con desbordarse.—No tienes que disculparte por nada, ángel. —Mis palabras salieron más duras de lo que pretendía, alimentadas por mi frustración. —Es ese maldito chico el
Maeve—Bueno, tal vez deberíamos de pedirle permiso a tu querido novio para que puedas salir con nosotras... —sugirió Sarah con un tono burlón, balanceando su taza de café entre sus manos mientras una sonrisa traviesa se dibujaba en su rostro.Estábamos sentadas en la cafetería de la universidad, disfrutando de un breve respiro entre clases. El aroma del café llenaba el aire, mezclándose con el murmullo constante de estudiantes y profesores. La conversación giraba en torno a la fiesta que se celebraría en una de las fraternidades el próximo fin de semana.—¡Hasta donde hemos llegado! —exclamó Clau a mi lado, su risa era contagiosa, y pude sentir la calidez de su humor disipando cualquier tensión.—¡Oigan! Ya basta, él no es así... No tendrá problemas... —intenté defender a Kane, pero antes de que pudiera terminar, mi teléfono vibró sobre la mesa, interrumpiendo mis palabras. La pantalla iluminada mostraba un mensaje de él.Profesor Favorito: "Pues sí, tienes que pedirme permiso." Su
MaeveEl frío de la noche se había instalado en el parque, filtrándose bajo mi ropa y haciéndome temblar, pero el dolor en mi pecho era aún más penetrante, un frío interno que no me dejaba pensar en otra cosa.Mis pasos me llevaron automáticamente al parque donde conocí a Luca.Con un suspiro, apagué mi teléfono, no quería más mensajes ni llamadas, necesitaba estar sola con mis pensamientos.De repente, como si hubiera surgido de la propia noche, Luca apareció a mi lado, con una sonrisa ladeada que no alcanzaba sus ojos.—Este lugar tiene algo especial para corazones rotos, ¿no es así? —dijo, su voz baja y cálida.Asentí, sin ganas de hablar, pero agradecida por la compañía que, a pesar de todo, no me era indiferente.—¿Estás enamorada de él? De Kane, quiero decir —preguntó Luca, su tono suave, casi cuidadoso.Miré al suelo, las hojas caídas crujían bajo mis pies mientras continuamos caminando.—Sí, lo estoy... por eso duele tanto. No lo sé. —Mis palabras eran un susurro, una confesió
Kane—¿A qué se debió toda esa escena allí atrás? —preguntó Ada y aunque sus ojos no me miraban, podía sentir su curiosidad pinchándome.Mis dedos se tensaron alrededor del volante, y mi voz salió baja y controlada.—Tenía que hacerlo. No te ilusiones.La frialdad en mi tono debió ser suficiente advertencia para que dejara el tema, pero ella nunca fue de las que se detienen fácilmente.—Sabes que tu novia estaba viendo, ¿no? —inquirió con un tono demasiado sarcástico para mi gusto.Paré el auto bruscamente al lado de la carretera, mi pulso latiendo furioso en mis sienes. Giré hacia ella, mi mirada era un claro aviso de que estaba pisando terreno peligroso.—¿Qué dijiste? —mi voz salió más afilada de lo que pretendía, cada músculo de mi cuerpo tenso, expectante a su respuesta.—Que la mo... Maeve nos vio en el estacionamiento de la universidad, —repitió mirándome con cautela.—No era mi intención que ella viera eso... era necesario, para protegerla de los rumores, —susurré más para mí
MaeveKane, con su pecho agitado y los ojos encendidos por una furia que no había visto antes en él, se abrió paso entre la multitud con la rapidez de un depredador.Su mano se cerró alrededor del brazo de Luca, arrastrándolo lejos de mí con un empujón que hizo que todos a nuestro alrededor se detuvieran para mirar.—¿Cómo pudiste traerla aquí? —gruñó, su voz un rugido bajo que hizo vibrar el aire tenso de la discoteca.Luca, con una sonrisa irritante y demasiado tranquila para la situación, se ajustó la camisa como si tal confrontación no fuera más que mero inconveniente.—Ella quería venir, y conmigo está a salvo —respondió con una calma que contrastaba drásticamente con la tempestad en los ojos de Kane.Sentí el aire frío de la discoteca rozar mi piel, y un escalofrío me recorrió. Estábamos rodeados por miradas curiosas y algunas llenas de hambre, todas fijadas en nosotros, o más precisamente, en mí. La música palpitante se mezclaba con el murmullo de voces, creando un zumbido que