—Dos vehículos blindados. Doce hombres en cada uno. —Kael se movió con la determinación de sacar a Dominique de ese edificio. Sabía que no todos habían caído. Tal vez debía ir tras el ángel de la muerte, cazarlo hasta llevarlo tras las rejas. Pero también tenía claro que su prioridad era sacar a la capturada de ese lugar. Las prioridades tenían lugares inamovibles, y esa era una de ellas. —Hawk está muy herido. —Eso no quita que te necesito aquí. —centró a Bellucci con una mirada penetrante. —Que se vaya junto a Helena hacia una clínica. Nosotros debemos sacar a esa… ¿Puedes o no? Lo que menos necesito son cuestionamientos. Avanzó hacia los vehículos que los militares revisaban minuciosamente para evitar cualquier explosivo. El ambiente estaba cargado de tensión, cada movimiento era calculado, cada mirada, una orden silenciosa. Cuando estuvieron listos, comenzaron con los equipos que recogieron, además de las placas. —¿Tanto miedo me tienes para necesitar todos esos hombres para
Kael sintió la sacudida que lo hizo aferrarse aún más fuerte al cinturón de proyectiles en su regazo. La explosión del primero de los autos resonó como un trueno, llenando el aire con el olor acre de la pólvora. Miró hacia los hombres que estaban de pie en una de las curvas a las que se aproximaban, sus siluetas recortadas contra el resplandor de las llamas. Sin pensarlo, abrió la puerta con la fuerza de un hombre que había dejado de lado todas sus leyes. Para tratar con bestias, debía convertirse en una. Para arrancar cabezas, tenía que perder la suya. Su mano mantuvo firme el arma mientras apretaba el gatillo, liberando una serie de proyectiles que explotaron al impactar en sus objetivos, esparciendo fragmentos de metal y carne. Los monegascos no se quedaron atrás. Respondieron con la misma ferocidad, sus ansias de sangre reflejadas en cada disparo. Se movían en dos direcciones, conscientes de que había dos enemigos y un solo objetivo que no podían perder. Anthony soltó el arma y
El terreno era un caos absoluto, un campo de batalla donde tres facciones se enfrentaban con ferocidad. Kael y sus soldados, los Crown y sus hombres, y los monegascos luchaban sin tregua, dos de ellos decididos a obtener la ubicación la mujer conocida como “La Sombra” El fuego ardía con intensidad y aún allí no se detenía. Mientras Anthony derrapando, disparaba su rifle, Mateo lo cubría con la fuerza arbitraria que al ser visto por el resto, optaron por cubrirse. Génesis evadió los disparos. Vladimir maniobró para pegar su espalda a una roca, esperando el momento. Cuando el explosivo del camión blindado estalló a solo metros, Anthony fue azotado por el viento feroz que le dejó ardiendo el rostro. Mateo solo giró cubriéndose de los escombros que volaron por todas partes, siendo cubiertos por los escudos de los soldados que los Demons lograron alcanzar a tiempo. Kael aún veía sin poder asimilar lo que veía frente a él. La misma chiquilla que lo atropelló estaba en ese momento
Génesis escuchó cada aviso del sistema sobre los daños, pero se mantuvo serena. Sabía que en ese instante todo dependía de cuánto control pudiera lograr en los segundos que se desvanecían rápidamente. Anthony sintió un nudo en el pecho que lo desconcentró, temiendo que ella no pudiera lograrlo. Pero se recordó quién era su esposa. La Emperatriz no había tomado clases con cualquiera; había sido entrenada por alguien que la puso a prueba una y otra vez. Evocó esas lecciones en ese instante crítico, decidida a aterrizar aunque para muchos fuera improbable. —Si debes saltar, no lo dudes —le dijo Bastian con urgencia. Ella negó con firmeza. —No soy suicida. —No lo dije para morir —presionó el mando en su mano. Ella usó su conocimiento sobre aterrizajes forzosos, deteniendo las sacudidas y tomando el control finalmente. La aeronave golpeó la tierra con violencia, pero se elevó de nuevo con la misma fuerza. Continuó así hasta que, con menos ímpetu, estuvo a punto de impactar contra
Anthony ayudó en la especie de explosivo que la Emperatriz y su padre creaban. Ellos más que cualquiera en esa casa sabían lo que estaban haciendo, por ello, cada uno siguieron las órdenes de conseguir un tipo de material que sirviera como mecha, uniendo de ese modo las cargas que adhieron a las columnas. Leonardo discutía con Génesis lo que ella le mostró y logró probar en teorías con coherencia. Anthony escaló al no haber más opción, mientras Mateo y Eleazar hacían lo mismo. Llegando a una zona alta que les daría tiempo para salir, en caso de funcionar. Trabajando en equipo las posibilidades subían y es lo que se veía en la planta baja de la casa con un estilo no tan ostentoso, si no con objetos que mostraban el buen gusto y la disponibilidad a la elegancia en un color negro muy llamativo. Eleazar buscó con sus ojos a Lina, pues su deber era mantenerla segura. Así como ella lo hizo con él. Su hermana menor murió por solo un descuido. Se juró no perderla y lo hizo. Esta vez sí iba
La zozobra tenía a Sara paseándose de un lado a otro. Algo no la dejaba en paz desde que la noche cayó. Sentía que algo no estaba bien. Podía percibir algo pesado cayendo sobre su mundo y nublarlo, a tal punto, que tuvo que salir al exterior de la casa. Caminó hacia Ryan cuando lo encontró hablando con Hermes, pero ambos se separaron cuando la descubrieron. —No sucede nada, señora. Aún estamos en comunicaciones por un posible fallo en el sistema de localización. —dijo Ryan acompañándola hasta la entrada en respuesta a su cuestionarlo sobre su esposo e hijos. —No han llegado. No han llamado. Algo sucede. —Le doy mi palabra que no le doy noticias, no porque se lo quiera esconder, sino porque no tengo muchos datos aún. —explicó con ese tono suave y el brazo en su espalda. —¿Esa maldit@ les hizo algo? Fue la infeliz de Dahlia o Dominique, cómo se llame no va a importar para mí si los llegó a tocar de nuevo. —espetó girando el brazalete en su mano. —Dime que están bien, Ryan. Asegúram
El sol despuntaba en la mañana, bañando la ciudad con su luz dorada, aunque para algunos, el alivio seguía siendo esquivo. Había una inquietud latente que les impedía encontrar paz. Sara no había visto a sus hijos. Keyla, por su parte, supo por su esposo que Izán estaba a salvo, aunque él se negó a regresar. Si estaban en peligro, su lugar era donde habían acordado. A pesar de sus diferencias, ni Keyla ni Joseph insistieron. No eran niños. Sabían cómo trazar estrategias y lo estaban demostrando con creces. Al caer la tarde, Sara recibió una invitación que la dejó sin aliento al leer quiénes la enviaban. Pero no fue la única. Cada uno de los Crown recibió lo mismo: invitaciones a una dirección específica, a una hora concreta y con una sola regla. No faltar. En el hospital al que Brisa supuso se referían, el caos reinaba. No daban abasto con tantos heridos de muerte, otros llegaban tarde y unos pocos resistían casi por milagro. El ejército liderado por el irlandés sufrió la mayor d
La figura de Anthony frente a él no fue ni siquiera lo último que Seraphin pensó ver al entrar a ese edificio. Menos estando intacto.Una casa les cayó encima. Todos dijeron que había funcionado. Dieron reportes de haberlo confirmado.El edificio, que funcionaba como una fundación benéfica, tenía una fachada engañosamente modesta. Las paredes de ladrillo rojo y las ventanas con vitrales coloridos daban una apariencia de paz y seguridad. Sin embargo, en su interior, los pasillos laberínticos y las habitaciones ocultas contaban una historia diferente. Seraphin había caído en una trampa bien orquestada. No se dio cuenta que no era el cazador, siempre fue la presa. —Es un verdadero tormento cuando no hay respuestas, ¿no es así? —sintió colonia femenina entrando a sus fosas nasales y fue tan obvio de quién provenía, que en el momento en que vio a Génesis Blackwood sonreírle de medio lado, su estómago se terminó de hundir.Ella se acercó a su esposo, quien extendió la mano, entrelazando lo