Capítulo 34.

Magnor tembló cuando el dolor se volvió más agudo. La herida comenzaba a infectarse y en ese sitio no tenía una sola posibilidad de recibir atención médica.

Importaba menos que nada, pues desde que se habían marchado unas horas antes, no regresaron, creando en su cabeza la idea de lo inservible que era. Nadie podría ser tan efectivo en bajarles los humos a cualquiera y él estaba costando muy poco. Tan solo una habitación en uno de los edificios que el clan ocupaba para deshacerse de lo que estorbaba.

La sangre en la herida comenzó a tener un olor diferente. El color era distinto y eso lo alarmó. ¿Moriría entre gusanos? Sabía que eran capaces de dejarlo morir así y con cada segundo en el que pedía ayuda cada vez en voz más baja, debido a su debilidad, la idea cobró más fuerza.

Cuando la puerta se abrió se quiso levantar de su sitio, sin lograr más que caer de nuevo, pero en segundos ya lo habían hecho ponerse de pie a las malas. Obligado a permanecer de ese modo, fue arrastrado por
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