Primera carrera

Esa noche puntual Vincenzo llegó a cenar al lugar acordado. El edificio era antiguo, estaba muy deteriorado y la zona era una de las más peligrosas de la ciudad. Él estaba bastante desconcertado al ver el lugar en el que ellas vivían. No le gustaba, no le gustaba nada de nada.

Con el mayor disimulo del que fue capaz ingresó al humilde hogar. No era la falta de lujo el problema sino lo pequeño, descuidado y peligroso que era realmente vivir en ese lugar.

A pesar de esto, ni bien ingresó pudo sentir esa sensación de hogar que no había experimentado reamente nunca en su vida. Suspiró profundo sintiendo el delicioso aroma de la comida. Sí, era como sentirse en casa, calor de hogar.

Miró a su hermosa Dana y sonrió satisfecho. No era el lugar, eran las personas lo que lo convierten en un hogar. Sin dudarlo mucho tomó su mano y se acercó a dejar un beso en sus labios. No sabía muy bien cómo actuaría Dana, pero él sentía ganas y lo hizo.

_ Buenas noches señor Corpa _ la voz suave, pero firme
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