Nadina—Jamás he dejado de hacerlo, para mí fue muy claro cuando Andy intentó besarme, ni mi cuerpo, ni mis hijas, ni mi alma lo aceptaron.—Eso ya es un punto a favor. Y Andy no es una buena persona. —Me miró con detenimiento—, no lo es Nadina. Un ser humano que te dice que la familia es lo peor del mundo y que a cierta edad ya debes de mandarlos a la porra, esa información es una mierda. Te acepto esa reacción si tu hogar fuera un campo de batalla y necesitas tranquilidad.» Lo comprendería si tus padres sean de esos seres mal intencionados quienes no quieren que sus hijos crezcan en la vida. Donde los maltratan física y psicológicamente. Pero Vladímir y Socorro son personas increíbles. Saben cuándo intervenir. Y perdóname, ya vas a ser madre y comprenderás, los hijos siempre serán nuestros hijos hasta que mueran. Siempre nos vamos a preocupar, los padres queremos verlos bien. Los buenos padres.—Lo sé.—Antes de ser descortés con las personas que te dieron la vida, analiza por qué
NadinaHabían pasado varios días. Eros regresó a Colombia para tratar sus temas referentes a la clínica, quedó de viajar el viernes de nuevo; debe de llegar mañana. Los días con Fernanda se pasaron muy rápido. La organización del cumpleaños de mi papá nos mantuvo ocupadas. Además, en las tardes hasta la madrugada me había dedicado a pintar. De mi parte lo agradecía, puse mi mente en sincronía con quién era.Eros y yo hablábamos mucho por teléfono, sus llamadas las recibía con un hormigueo en mi estómago; como cuando éramos jóvenes. Fernanda me comentó que, muy seguro, después de los seis meses mis hormonas estarán estables. Aunque lo dudo, no hemos pensado en los nombres de nuestras hijas. Eso era algo para pensar, una vez Eros, regrese.De Andy no sabía nada, me escribió el sábado a decirme de su repentino viaje a un tema familiar. Me pareció extraño, pues él era poco familiar. Eros pidió discreción y no le dijera nada, pero la verdad… temía por mis hijas. Aún me parecía increíble es
Nadina—¿Qué te preocupa? —sonrió y me señaló con el dedo.—Así me gusta. Amo a Samuel, soy su madrina y es mi niño también. Lamento el darme cuenta de la carencia de amor, de hombre, hacia mi niña, la quiere, pero como un hermano. La cuidará, dará su vida por mi hija, pero soy consciente: la ve, respeta, la tiene en su lista de mujeres sagradas. Pero no la ama, la adora de la misma manera en cómo ama a Maco. Mientras tanto, mi hija desde su adolescencia suspira por Samuel.—Gaby es hermosa.—Gabriela es preciosa. Ni modos, en el amor nadie manda. Es cierto, lanzo comentarios como: nunca te metas con ella, es sagrada para ti, donde le faltes… ya sabes. Solo lo he hecho para retarlo y mirar si esa negación lo hacía mirar como mujer. Pero nada. Solo me duele ver a mi hija rechazar buenos partidos solo por esperar algo que nunca le llegará.—¿Por eso todos ustedes les mandaron a las chicas a las citas conyugales?—Sí, Gaby lleva dominó y cartas para jugar con Samuel. En un par de ocasion
JuliánAparqué en el apartamento de Eros. Por celular me dijo que necesitaba desahogarse y contarme varias cosas y, de paso, me pidió llevarlo al aeropuerto para viajar a Estados Unidos. —Espero que no sea eso en lo que estaba pensando, por favor, Dios. No se merece la familia de mis padrinos vivir de nuevo esa situación. Mi madre nos comentó en varias ocasiones a ellos cómo se sintieron.Bajé del auto e ingresé al ascensor desde el parqueadero, pulsé el botón, minutos después salía por esas puertas. No lo iba a negar, la incertidumbre me tenía nervioso. Por una parte, mi vida por fin se ha encauzado en el camino de la felicidad por decisión, después de esos años de mísera agonía existencial. Toqué la puerta, abrió. Con solo verlo lo supe, no habrá nada bueno de esa conversación. Por favor, Dios, que mi amigo no se encuentre enfermo.—Gracias por venir, Julián. —chocamos los puños, nos saludábamos así desde niños.—No voy a negarte la preocupación. Algo me dice que es referente a tu s
ErosHablar con Julián liberó la tensión en la que me había sometido desde ayer, cuando Alex me dijo: hay amenaza de regresar a esa vida del pasado, hay mucha probabilidad de padecerla de nuevo. Pero… lo que me devastó fue saber el estado de una de mis hijas, viene con la deficiencia. Y eso yo no podía permitirlo, no quiero que una de mis hijas viva eso.Ingresé al avión. Nadina no sabía de mi regreso, me espera mañana en la tarde y no en la madrugada. No quiero perder tiempo sin ellas. Y lo hago porque esta mañana, encontré calma en la banca del padre Castro, hablar con él siempre calmaba. Fernanda tenía razón, era un ser paciente, conciliador y para mí un sabio con un don espiritual impensa. Sin duda era un ser bañado por la gracia divina. Me puse el cinturón y recordé sus palabras.—Qué alegría verte, hijo. —noté la dificultad al sentarse—. Los años no vienen solos.—Eso dicen.—¿Qué te trae por aquí? Cuando lo haces es porque algo te atormenta, sobre todo por el tema existencial.
AdaraToda la familia estaba celebrando el cumpleaños de Vladímir. Nadina y Eros llegaron tomados de la mano, eso me alegró mucho. Ella como siempre; preciosa con un vestido negro con flores rosadas y fucsia, le quedaba perfecto, sus sandalias bajitas por su embarazo, el cabello recogido en una cola de caballo alta; tenía un aire de frescura.Eros como siempre elegante, de traje negro sin corbata. Sé nota a leguas su profesión de médico. Desde lejos la vi abrazar a sus padres. Me había sentado en la mesa donde estaban mis padres, aunque la nuestra era otra.—Entonces ¿en pocos meses me vas a hacer abuelo también? —miré a papá, luego a mi madre.—Eres una chismosa madre. —Se encogió de hombros. Solo a ella le había contado aparte de Patricia.—La noticia es muy bella como para esconderla.A ellos no les había contado lo de mi compromiso, lo íbamos a hacer esta noche. Aprovechando la asistencia de todos.—¿Adara? —Nadina llegó de la mano de Eros, se miraron—. ¿Puedo hablar un momento co
NadinaLa reunión había llegado a su fin. Nos dirigíamos al apartamento. Sin duda alguna, fue la mejor reunión organizada. Eso en nuestra familia tenía un récord, dado a la cantidad de las muchas celebraciones. Me gustó mucho ver y hablar con mi enano. Alexey se veía lindo a pesar de todo, era el vivo retrato de papá. Si no fuera porque hablaba perfecto, el español podía pasar por ruso sin ningún problema.Su contextura era fornida, además con las peleas clandestinas había sacado más músculo. Era el menor de ese quinteto en edad, pero de cuerpo el más grande. Habíamos bailado, la familia reía, la comida estuvo deliciosa y fue cortesía de Maco, —era una increíble chef a tan corta edad, verla a ella me hizo pensar aún más en mi relación—. De lo rica que estuvo la cena, parecíamos muertos de hambre, comiendo hasta rebosar el plato.Y no podían faltar los cantos vallenatos, —las dedicatorias entre ellos, canciones de amigos, de hermanos, de esposos, de desamor, y de mucho amor—. Más de un
NadinaLas manos me temblaban. Debería destapar la primera carta, pero, me fui de una, a la que tenía el objeto que captó mi atención. Al sacar la hoja, un lindo anillo de oro blanco cayó en la cama. —escuché el agua del baño—. La sortija era preciosa, mi corazón comenzó a galopar solo. Me dispuse a leer.Divina.Esta es la cuarta carta. Acabo de darme cuenta y no has leído las tres primeras, las guardaste sin tomarte al menos el tiempo para leerlas, en cambio, las metiste en el cajón de tu cómoda. En ese lugar al cual me asignaste, te dejaré esta. Aún sigo sin comprender las razones por las cuales te perdí. No creo que, por no decirte en los años anteriores a nuestro encuentro en Brasil, la palabra te amo; un error el cual corregí desde nuestro regreso de la boda de Guillermo. No hemos hablado lo suficiente, y siempre respetaré tu decisión, así en este momento esté desconcertado por tu proceder. Desconozco a la mujer que he visto durante el fin de semana. Se supone que deberíamos d