JuliánAparqué en el apartamento de Eros. Por celular me dijo que necesitaba desahogarse y contarme varias cosas y, de paso, me pidió llevarlo al aeropuerto para viajar a Estados Unidos. —Espero que no sea eso en lo que estaba pensando, por favor, Dios. No se merece la familia de mis padrinos vivir de nuevo esa situación. Mi madre nos comentó en varias ocasiones a ellos cómo se sintieron.Bajé del auto e ingresé al ascensor desde el parqueadero, pulsé el botón, minutos después salía por esas puertas. No lo iba a negar, la incertidumbre me tenía nervioso. Por una parte, mi vida por fin se ha encauzado en el camino de la felicidad por decisión, después de esos años de mísera agonía existencial. Toqué la puerta, abrió. Con solo verlo lo supe, no habrá nada bueno de esa conversación. Por favor, Dios, que mi amigo no se encuentre enfermo.—Gracias por venir, Julián. —chocamos los puños, nos saludábamos así desde niños.—No voy a negarte la preocupación. Algo me dice que es referente a tu s
ErosHablar con Julián liberó la tensión en la que me había sometido desde ayer, cuando Alex me dijo: hay amenaza de regresar a esa vida del pasado, hay mucha probabilidad de padecerla de nuevo. Pero… lo que me devastó fue saber el estado de una de mis hijas, viene con la deficiencia. Y eso yo no podía permitirlo, no quiero que una de mis hijas viva eso.Ingresé al avión. Nadina no sabía de mi regreso, me espera mañana en la tarde y no en la madrugada. No quiero perder tiempo sin ellas. Y lo hago porque esta mañana, encontré calma en la banca del padre Castro, hablar con él siempre calmaba. Fernanda tenía razón, era un ser paciente, conciliador y para mí un sabio con un don espiritual impensa. Sin duda era un ser bañado por la gracia divina. Me puse el cinturón y recordé sus palabras.—Qué alegría verte, hijo. —noté la dificultad al sentarse—. Los años no vienen solos.—Eso dicen.—¿Qué te trae por aquí? Cuando lo haces es porque algo te atormenta, sobre todo por el tema existencial.
AdaraToda la familia estaba celebrando el cumpleaños de Vladímir. Nadina y Eros llegaron tomados de la mano, eso me alegró mucho. Ella como siempre; preciosa con un vestido negro con flores rosadas y fucsia, le quedaba perfecto, sus sandalias bajitas por su embarazo, el cabello recogido en una cola de caballo alta; tenía un aire de frescura.Eros como siempre elegante, de traje negro sin corbata. Sé nota a leguas su profesión de médico. Desde lejos la vi abrazar a sus padres. Me había sentado en la mesa donde estaban mis padres, aunque la nuestra era otra.—Entonces ¿en pocos meses me vas a hacer abuelo también? —miré a papá, luego a mi madre.—Eres una chismosa madre. —Se encogió de hombros. Solo a ella le había contado aparte de Patricia.—La noticia es muy bella como para esconderla.A ellos no les había contado lo de mi compromiso, lo íbamos a hacer esta noche. Aprovechando la asistencia de todos.—¿Adara? —Nadina llegó de la mano de Eros, se miraron—. ¿Puedo hablar un momento co
NadinaLa reunión había llegado a su fin. Nos dirigíamos al apartamento. Sin duda alguna, fue la mejor reunión organizada. Eso en nuestra familia tenía un récord, dado a la cantidad de las muchas celebraciones. Me gustó mucho ver y hablar con mi enano. Alexey se veía lindo a pesar de todo, era el vivo retrato de papá. Si no fuera porque hablaba perfecto, el español podía pasar por ruso sin ningún problema.Su contextura era fornida, además con las peleas clandestinas había sacado más músculo. Era el menor de ese quinteto en edad, pero de cuerpo el más grande. Habíamos bailado, la familia reía, la comida estuvo deliciosa y fue cortesía de Maco, —era una increíble chef a tan corta edad, verla a ella me hizo pensar aún más en mi relación—. De lo rica que estuvo la cena, parecíamos muertos de hambre, comiendo hasta rebosar el plato.Y no podían faltar los cantos vallenatos, —las dedicatorias entre ellos, canciones de amigos, de hermanos, de esposos, de desamor, y de mucho amor—. Más de un
NadinaLas manos me temblaban. Debería destapar la primera carta, pero, me fui de una, a la que tenía el objeto que captó mi atención. Al sacar la hoja, un lindo anillo de oro blanco cayó en la cama. —escuché el agua del baño—. La sortija era preciosa, mi corazón comenzó a galopar solo. Me dispuse a leer.Divina.Esta es la cuarta carta. Acabo de darme cuenta y no has leído las tres primeras, las guardaste sin tomarte al menos el tiempo para leerlas, en cambio, las metiste en el cajón de tu cómoda. En ese lugar al cual me asignaste, te dejaré esta. Aún sigo sin comprender las razones por las cuales te perdí. No creo que, por no decirte en los años anteriores a nuestro encuentro en Brasil, la palabra te amo; un error el cual corregí desde nuestro regreso de la boda de Guillermo. No hemos hablado lo suficiente, y siempre respetaré tu decisión, así en este momento esté desconcertado por tu proceder. Desconozco a la mujer que he visto durante el fin de semana. Se supone que deberíamos d
Nadina—Éramos muy jóvenes en ese entonces.—Pero lo habíamos hablado; acordamos no casarnos hasta tener nuestras metas alcanzadas, tú el ser una artista reconocida y yo tener la clínica. Lograste mucho más rápido tu desarrollo laboral, amor. Por eso me enfrasqué los últimos tres años a terminar la clínica. Me apoyabas y asumí que estaba en pro para dar el paso.—Me dijiste: el casarte y el tener hijos no se encontraban en tus planes a corto plazo.—Vuelvo a decirte. Sentí mucha rabia y traición. Mi reacción fue decir las estupideces que dije. Pero cuando hacemos una balanza de nuestra relación, esa fue la segunda pelea. En mi primera carta, la cual es un periódico, te pido perdón por el modo en que abordé el tema. Por eso, en la carta donde metí el anillo, fue una reacción a mi rabia, a mis celos.» No escribí mucho, si plasmaba el sentimiento de ese día, te ofendería. Y ya lo había causado esta separación por más de un mes. No quería agrandar la brecha.Me mordí el cachete interno.
NadinaLlegamos de la reunión de Blanca, ya no podía seguir ocultándole a Eros que estaba embarazada.—Divina, ¿quieres cenar? —Le sonreí, me miró y suspiró—. Mientras preparo la cena, ¿podemos hablar? —mi corazón comenzó a latir más de prisa.—Claro.—Vi la invitación que te hicieron para presentarte en la galería de Nueva York.—Sí. —Aún no había decidido.Esa preciosa sonrisa me desarmó. Lo amaba, jamás lo negaré, pero yo quería más. Necesitaba sentirme importante para él y no su última opción.—Nadina…—Sí. —Me observaba.—Sí, estarás en la galería, o sí debemos hablar. Desde hace un mes no hemos estado juntos, me evades y eso ya me preocupa.Tenía razón, ya se me notaba el vientre y con lo demandante que podía llegar a ser en temas íntimos, temía que le hiciera daño, hasta ahora mi hijo se desarrollaba de manera perfecta, y sus turnos en la clínica fueron los que me había salvado. Puso el agua para hacer pastas. Sacó el atún y el tomate para hacer la salsa.—Eros… yo…No pude hab
ErosMe tardé más de la cuenta y le dije a Nadina que no demoraría, pero esto era fascinante y espero ella pueda entenderme. Ver el milagro de la vida y saber que hice parte para lograr a cabo da una gran satisfacción en el alma. Era como confirmar que naciste para salvar vidas. Así como mi mujer me salvó en el pasado.Todos me felicitan porque la medicina que le suministré al paciente, la cual era experimental, daba resultad. Él ya había sido diagnosticado con daño cerebral, y ahora sus familiares no dejaban de agradecerme. Aún debía seguir sumando más casos para que puedan avalar mi tratamiento como la cura para esas personas que estuvieran en estado de coma. Ellos estaban regresando.Eran las dos de la mañana, Nadina ya debía de estar dormida. ¿Qué querrá decirme? No hemos intimado desde hace un mes y eso me preocupaba. Dejé la bata en el perchero, tomé las llaves del carro. La puerta se abrió y Amelia ingresó. —Si volvía de nuevo a insinuarse, tendré que pedirle a Benjamín que la