Julián
Adara era una belleza de mujer, la miraba toda erguida e imponente, siempre con esa superioridad mal dirigida. Porque la admito por lo inteligente, pero ella lo lleva al punto de quedar como una mujer superficial y, grosera. En ocasiones suele quedar como una mujer fría e indiferente, lejos de esa calidad humana de sus padres.
La susodicha ingresó a mi oficina, con su cabello rubio recogido. Detestaba sentirme tan débil al estar cerca de ella. Lo diferente que hubiera sido todo, si yo hubiera salido detrás de ella esa tarde que me encontró con la novia que tenía en ese entonces… No le expliqué lo que pasaba.
Yo estaba terminando con ella, como habíamos acordado después de que por fin pudimos entendernos por esos seis meses, donde logramos tener una relación en la Amazona. La hice mía y podré ser muy machista, celoso y energúmeno, pero fui el primero en su vida, jamás me lo habría imaginado con todos los novios en su larga lista.
Eso fue en sus veinte años, aunque no se lo diga a nadie, la amaba, aunque sea una mala mujer. La sorpresa que me dio esa tarde, los meses en el Amazonas fueron los mejores de mi vida, así no se lo reconozca a nadie. Luego todo se fue a la m****a… Y ella reveló la verdadera mujer detrás de ese precioso cuerpo.
—¿Me estás escuchando?
Se sentó en la silla frente a mi escritorio. Un recuerdo fugaz se filtró por mi mente, la noche en que volvía a tenerla en Brasil. Luego lo patán que me porté, pero con esta rabia por dentro cada vez que me acuerdo lo que le hizo a mi hijo o hija, nunca lo sabré. Deseché esos pensamientos de esa noche, pero desde entonces no me he acostado con Xiomara, no me apetecía, tocar a mi prometida.
Y ahora tenerla cerca, ver su delicadeza, respirar su suave fragancia a rosas, fresas o melocotón. Me agradaba mucho el último, el que tenía puesto hoy, y como imbécil tuve esos preciosos labios entre los míos. Ahora, si creo que tendré que ir a un especialista, no puedo sentir atracción por ese demonio.
La miré con fijeza, si no hubiera tomado la decisión de abortar a mi hijo… a estas alturas fuera mi esposa tuviéramos dos más… Pero era una mujer que no se ataba a ningún hombre, como me lo dijo varias veces en el pasado y su promiscuidad lo respaldaba, y siempre me enfurecía y enervaba la sangre de solo imaginarla a ella en brazos de otro hombre.
Y ¿quién era yo para reclamárselo? Como me dijo el padre hace un tiempo, yo también he estado con otras mujeres. Y debía de ser sincero… las buscaba para obligarme a no ir tras ella, a mendigar un cariño que me da y quita cuando se le da la gana. Por más que mi pecho vibre, nos hacemos daño.
—¡Julián! ¿Estás bien?
Respiré para tratar de controlarme. Ella causaba todos los sentimientos y pasaba del amor a la ira que aún no terminaba de salir de mi vida.
—Dime.
—Marleny me acaba de decir que la semana entrante tenemos dos viajes, también están las obras del complejo turístico en el eje cafetero. Tú vas a uno y yo al otro.
—Vamos juntos a todos, Adara.
Esos intensos ojos azules brillaron… cuando se mostraba de esa manera, me daban unas enormes ganas de preguntarle: ¿por qué mataste a mi hijo, Preciosa?
» Puedes ser la dueña con el mayor porcentaje, pero no has ejercido la carrera y eres muy inteligente, pero te falta cancha.
—¿O sea qué vas a evaluarme?
Seré tu sombra, no te iba a dejar con esa cantidad de gallinazos con los que negociamos. —Y dale, Julián, sigue derramando la baba por la presumida.
—Hasta que te entrenes. —sonó el teléfono de mi oficina.
—Marleny.
—Señor, su prometida está…
—Tu secretaría no me deja ingresar. —sonreí, alguien se iba a enojar. Aunque Xiomara no tenía nada que hacer aquí y desde que mi hermano estaba preso dejé de seguirle la corriente de la boda.
—Pasa. —Al segundo la vi ingresar, reparó a Adara. Se me lanzó encima.
—Hoy debemos celebrar, me contaron que eres el dueño absoluto de todo esto. —¿Qué m****a acabó de decir? Una parte de la conversación con Maco vino a mí.
—Mira Julián, tu novia no me gusta, y no olvides mi sexto sentido al respecto. Se encuentra a tu lado solo por el dinero.
—Ella a mí no me interesa más que para pasar el rato.
—¿Y te piensas casar con ella?
—No, Pigmea, ella dice eso. La verdad es que ella nunca lo ha dicho enfrente de mí, por eso no lo he desmentido, pero no me pienso casar por ahora.
—Mi mamá está preocupada Julián porque piensa que sí, mira que esa loca anda realizando preparativos. Es una oportunista y vi…
Eso era lo que tenía que aclarar con Xiomara, dejar que detenga lo de casarnos, porque solo fue un comentario hace un tiempo, pero nada más, y desde entonces mi error fue no detenerla. Todo para que les llegara a los oídos de Adara. El padre me dijo que era tiempo de detener la bola de nieve, porque quedaré aplastado por mi silencio. Además, lo que me dijo Maco era la razón que tenía para terminar esto.
—¿Cómo sabes eso? Y no soy el dueño. —Ella no supo disimular.
—¿Celebramos hoy? —afirmé.
—Sí, llego a tu apartamento, ahora debo seguir trabajando.
—Estás hablando con tu prima. —Adara alzó una ceja.
—Xiomara, te presento a la accionista mayoritaria del consorcio DeConstrucciones & Company.
—¿Esta empresa no es tuya?
—No.
Maco tuvo razón, fue evidente su ambición y una vez más demostró la clase de mujer que era; parece que tengo afinidad con las mujeres erradas. Sin embargo, será mi escudo; la utilizaré para molestar a una rubia que forzó una sonrisa.
—Ahórrese las presentaciones, ya nos conocemos. Aclarado el itinerario, los dejo para que adelanten la celebración.
Se puso celosa. No debería de sentirme alegre, no cuando ella era la peor de todas, pero no podía hacer nada. Mi corazón galopaba frenéticamente y estaba feliz de tenerla de ahora en adelante trabajando conmigo. Se fue alejando y eso no me gusta.
» Con el permiso de ustedes. —salió de la oficina.
—¿Por qué en mi apartamento y no en el tuyo?
—Nunca te he llevado al mío, Xiomara. Siempre he dormido en el tuyo.
Movió su cabello pintado, porque no era rubia natural como la Preciosa que salió hace unos minutos.
—¿Qué pasa contigo? Ya no hacemos el amor.
—No, pero creo que ya me tienes sustituto.
—¡Jamás!
—Maco, te vio. —observé su reacción.
—¡Pues tu hermana es una mentirosa, cizañera y arpía! —como dice mi nana Carmen, te metiste con los trastos de la iglesia.
—Lárgate de mi oficina y olvídate de mí desde este momento.
—Pero amor… ¿No ves que tu hermana nos quiere separar?
—Mi hermana es sagrada; si no te puedes llevar bien con ella, es un gran punto negativo en tu contra.
—¿Cómo puedes escogerla a ella?
—Siempre escogeré a mi familia, y la mujer que esté a mi lado debe aprender a respetarlos. Y jamás, escúchame bien, ¡jamás!, ponerme a escoger. Eres tan ingenua al pretender que yo escoja a una aparecida. ¿En vez de la mujer que me dio la vida? O que te escoja a ti, ¿en vez de la luz de mis ojos? Esa Pigmea la consiento desde hace diecinueve años y a ti te conozco, ¿desde hace unos ocho meses?
—Amor, lo siento.
—La persona que en verdad ama, no pone a escoger a su pareja versus su familia. —Gracias a Maco podía hacer esto—, ese nuevo integrante se debe unir, adherir y respetar a la familia de su compañero. Así no le caiga bien algún integrante, por respeto debes ser cordial sin ser hipócrita, ahora Xiomara, lárgate.
—Pero, Julián.
—Mi madre y mi hermana son intocables. Ahora lárgate, y queda por terminado cualquier relación entre los dos. Que te vaya bien y salida al hombre de barba y cabello largo que duerme en tu apartamento. Ya tienes la respuesta por la cual no volví a acostarme contigo. —Qué tremendo mentiroso eres, Julián, la verdadera razón acababa de salir celosa de la oficina—. Adiós.
NadinaLlegamos de la reunión de Blanca, ya no podía seguir ocultándole a Eros que estaba embarazada.—Divina, ¿quieres cenar? —Le sonreí, me miró y suspiró—. Mientras preparo la cena, ¿podemos hablar? —mi corazón comenzó a latir más de prisa.—Claro.—Vi la invitación que te hicieron para presentarte en la galería de Nueva York.—Sí. —Aún no había decidido.Esa preciosa sonrisa me desarmó. Lo amaba, jamás lo negaré, pero yo quería más. Necesitaba sentirme importante para él y no su última opción.—Nadina…—Sí. —Me observaba.—Sí, estarás en la galería, o sí debemos hablar. Desde hace un mes no hemos estado juntos, me evades y eso ya me preocupa.Tenía razón, ya se me notaba el vientre y con lo demandante que podía llegar a ser en temas íntimos, temía que le hiciera daño, hasta ahora mi hijo se desarrollaba de manera perfecta, y sus turnos en la clínica fueron los que me había salvado. Puso el agua para hacer pastas. Sacó el atún y el tomate para hacer la salsa.—Eros… yo…No pude hab
ErosMe tardé más de la cuenta y le dije a Nadina que no demoraría, pero esto era fascinante y espero ella pueda entenderme. Ver el milagro de la vida y saber que hice parte para lograr a cabo da una gran satisfacción en el alma. Era como confirmar que naciste para salvar vidas. Así como mi mujer me salvó en el pasado.Todos me felicitan porque la medicina que le suministré al paciente, la cual era experimental, daba resultad. Él ya había sido diagnosticado con daño cerebral, y ahora sus familiares no dejaban de agradecerme. Aún debía seguir sumando más casos para que puedan avalar mi tratamiento como la cura para esas personas que estuvieran en estado de coma. Ellos estaban regresando.Eran las dos de la mañana, Nadina ya debía de estar dormida. ¿Qué querrá decirme? No hemos intimado desde hace un mes y eso me preocupaba. Dejé la bata en el perchero, tomé las llaves del carro. La puerta se abrió y Amelia ingresó. —Si volvía de nuevo a insinuarse, tendré que pedirle a Benjamín que la
AdaraTerminé de arreglarme para presentarme en la constructora. Ayer, después de que la gente se fue, nos quedamos en la casa, con nuestro pequeño príncipe… —No pienses de nuevo en eso, pero no podía mentirme a mí misma, así me vean sonriente. Mi alma no sanaba, creo que jamás sanará por la pérdida de mi bebé y el llanto de mi pequeño príncipe solo renovó todo.Pero Maco tenía razón, ya era momento de enfrentar mi verdad, y no iba a permitir que ese imbécil se case, y si lo hace, haré que se arrepienta. Él sigue odiándome, y yo he sido la primera promotora para incrementar ese desprecio al darle a entender que, si lo hice, el problema fue que él no entendió la ironía.Y los antecedentes a mi espalda, por creerme una mujer empoderada y liberal… yo misma, por creerme toda poderosa, me enteré el puñal. Tampoco quiero pensar en las palabras del padre Castro, si lo hago no tendré la valentía de plantarme en mi empresa. —tocaron a la puerta.—¡Adelante!Papá ingresó. Ya se encontraba ar
NadinaNo había dejado de mirarme. En el desayuno terminé sacándole el cuerpo, pero eso, solo hizo que él quedara más preocupado y por eso, me había buscado desde entonces. Los nervios me estaban matando; sin embargo, debía hacerle frente a esto y como nos había enseñado el padre Castro: «cuando una batalla se avecina y sientes que no podrás con ella, invoca al que todo lo puede y verás cómo él llega con sus ángeles.»Por alguna razón me cegué y no me inyecté la última vez. Ahora tenía trece semanas de embarazo.—Nadina, ya me tienes muy nervioso.—¡Estoy embarazada!Solté de una y sin contemplación. Su mirada pasó por una gama de sentimientos; para algunas cosas, nos entendíamos como si pudiéramos leernos la mente. Se levantó de la silla, cerré mis ojos, mi corazón palpitaba demasiado, la segregación aumentó, todo mi cuerpo transpiraba por el miedo a su reacción, las manos húmedas… —Intentó hablar, y volvió a callar. Caminaba de un lado a otro.—¿Falló el método anticonceptivo?«La v