Ciara
Mi vida no podía ir peor, desde hace tres años no conocía lo que era estar en paz y siendo completamente feliz, cada que veía a Elanna sólo quería llorar y no porque no la quisiera, sino por estarle dando una vida tan miserable cuando se merecía el mundo entero.«Mi gran amor» eso era ella, porque cada que pensaba en esa palabra el único rostro que venía a mi cabeza era el suyo. Con ella estaba aprendiendo tantas cosas que en mi inmadurez ignoraba.—¿Te duele, mami? —preguntó señalándome la mano enyesada.—Sólo un poco —le sonreí acariciando su rostro—Perdóname, mami, fue mi culpa —bajó la mirada culpable por lo que hizo.—No fue tu culpa, cariño, pero no debes soltarte nunca más de mi mano. Prométeme que esto no volverá a ocurrir —con suavidad elevé su mentón para que me mirara.—Te lo prometo —alzó su dedo meñique para entrelazarlo con el mío y sellar nuestra promesa.La miré con ternura y aproveché que estábamos a solas para preguntarle sobre lo que había conversado con Aksel, el desconocido que al parecer quería hacer su obra de caridad con nosotras. Mi orgullo ya no me importaba cuando mi prioridad dejé de ser yo, sino el bello angelito que me miraba con ojos de amor.—Él me agrada, fue bueno conmigo. A principio me caía mal porque te golpeó con su auto —dijo lo último con molestia.—No me golpeó a propósito, cariño.Guardé silencio cuando la puerta de la habitación se abrió dándole paso al doctor y a Aksel, este permaneció aislado y sólo observaba lo que el doctor hacía. Bajaron a Elanna quien se mantuvo cerca de la camilla, observando con atención cada movimiento que hacía.El doctor me dio algunas indicaciones luego del chequeo, me dijo que podría irme y que no olvidara tomar el medicamento. Todos, a excepción de una enfermera y mi hija, salieron de la habitación.—Esta es tu ropa, puedes vestirte en el baño —señaló la puerta que se encontraba cerca de la esquina de la habitación.—Gracias —murmuré levantándome de la cama y tomando mi ropa, Elanna me siguió hasta el baño. Suprimí una risa al verla girarse y darme privacidad, a pesar de nuestra vida precaria trataba de educar lo mejor posible a Elanna.Me vestí con los pantalones gastados que traía y la vieja blusa de botones. Cuando se sufrían otras necesidades dejaba de importar detalles como la ropa que vestimos, lo primordial siempre será la comida y el techo. Estaba tan concentrada por cuidar de mi hija que poco a poco fui olvidándome de mi misma.—Andando —tomé su mano y caminamos fuera, miré a ambos lados del pasillo buscando al desconocido pero no lo vi por ninguna parte. Se me hizo un nudo en la garganta comprendiendo lo que pasaba. «Se fue» no me sorprendía que lo hubiera hecho y sinceramente no lo culpaba, cumplió su parte al pagar los gastos del hospital, él cuidarme no era su responsabilidad.Caminé con Elanna hasta el ascensor asimilando que nadie iba a ayudarnos, que ahora tendría que buscar trabajo con una mano quebrada y con todo mi cuerpo adolorido, mi cabeza dolía como si la estuviesen martillando.Las puertas dobles se abrieron e ingresé con mi hija, marqué el último piso y justo en el momento en que las puertas se iban cerrando una mano lo impidió, sorprendida al verlo entrar como si nada.—¿Se iban sin mi? —alzó una de sus cejas—Pensé que te habías ido.—Oh no, les prometí algo y lo cumpliré.Asentí solamente al no tener nada que decir, me sentía avergonzada por tener que aceptar la ayuda de un desconocido, con cierto temor a que nos ocurriera algo malo pero me encontraba sin salida, era arriesgarme a creer en su palabra o pasar otra noche en el parque, exponiendo mi vida y la de mi hija.No tenía valor de sostenerle la mirada, él era tan imponente, su mirada era demasiado fuerte para alguien tan débil como yo, sin dejar de lado su gran atractivo, era quizás el hombre más guapo que había conocido. Casi parecía a los modelos de las revistas y no dudaba que fuera alguien importante, su ropa, porte y manera de expresarse lo delataban.Las puertas del ascensor se abrieron en el último piso, ambas salimos primero seguidas por él, nos escoltó a su auto conformándole que en efecto era un hombre adinerado. Un vehículo ultimo modelo estaba ante nosotras y portándose como un caballero abrió la puerta para que subiéramos en la parte trasera.—Gracias —él asintió en respuesta y cerró la puerta cuando estuvimos ubicadas. El camino fue silencioso, incluso Elanna no emitió palabra alguna.Nos adentramos a la ciudad y se detuvo en uno de los edificios más lujosos del centro, bajó y se apresuró a abrir la puerta para que saliéramos, Elanna no soltaba mi mano siguiendo las indicaciones que siempre le recordaba, pero esta vez con miedo de que volviera a ocurrir lo qué pasó por la mañana.Aksel saludó al que parecía ser el portero, se tardó unos minutos y me señaló, alcancé a escuchar un "desde ahora ella se quedará en mi apartamento" y también darle mi nombre. Después de un momento volvió con nosotras y nos indicó que lo siguiéramos.—Mi piso es el último —comentó cuando subimos al ascensor —pueden salir cuando lo deseen, eso si, preferiría que no volvieran tan tarde. Es peligroso salir a tan altas horas.Sólo asentí, no tenía a dónde salir puesto que ya no trabaja en el club donde laboré los últimos meses.Al llegar al último piso había una sola puerta que él se apresuró a abrir.—Bienvenidas —abrió de un todo la puerta y se hizo a un lado para que pudiéramos entrar, quedé absorta mirando en el lujo en todo el lugar, era demasiado para alguien como yo. Me sentí una poca cosa y que con mi vestimenta solo ensuciaría todo.—Pónganse cómodas y siéntanse como en su casa —cerró la puerta tras de si y se perdió por lo que parecía ser la cocina, sólo tardó unos segundos para volver a aparecer en compañía de una señora que vestía con un delantal y una enorme sonrisa. —Ella es Maria, la ama de llaves y quien las va a cuidar durante su estadía aquí. Maria ellas son Ciara y Elanna.—Es un gusto conocerlas —la señora se acercó para darme un pequeño abrazo y también a Elanna —eres muy bonita.Mi hija se ocultó detrás de mi cuerpo y la miró con timidez, no solía ser tan social con las personas y mucho menos después de lo qué pasó en casa de la señora Silvana.—Es tímida —dije haciendo referencia a Elanna—Ta veo —sonrió y volvió a mirarme —¿tienes hambre? He preparado una deliciosa sopa.Asentí sintiendo mis mejillas sonrojadas, desde ayer no probaba nada. Caminé junto a mi hija hasta donde las señora nos indicó, agradecí que él nos diera espacio y no viniera con nosotras.—Cuando el señor me comentó que las traería estuve encantada de poder atenderlas, lamento mucho lo de tu accidente, no imagino el miedo que sentiste —no sabía que tanto le había dicho Aksel de nosotras y me incomoda que supiera mi verdadera situación, no me gustaba que supieran que no podía darle una vida digna a mi pequeña. —Para ti, pequeña Elanna.Sirvió un plato con deditos de pollo y papas, ella de inmediato sonrió y comenzó a comer.—Y esto es para ti, el señor comentó que debías seguir una dieta balanceada por tu delicada salud —puso un plato humeante de sopa, el olor hizo rugir a mi estómago, estaba demasiada hambrienta.—GraciasHabía perdido la cuenta las veces que había repetido esa palabra y aún me parecía increíble que estuviéramos en un lugar como este, con comida caliente y delicioso, gozando de un ambiente climatizado y con un techo para dormir. Muy diferente a lo que vivimos anoche que de sólo recordarlo mi piel se estremece y mi corazón se oprime. Sin duda es algo que nunca olvidaré.Cuando terminamos de comer la señora Maria nos pidió que la siguiéramos, subimos al segundo piso y abrió una puerta mostrándonos una bonita habitación.—Está será su habitación, en los cajones hay algo de ropa para ustedes. Temo que les quede un poco grande, desconocías sus tallas —comentó la mujer a mis espaldas, miré maravillada el lugar donde nos quedaríamos y unas incontrolables ganas de llorar me invadieron. Si esto era un sueño, no quería despertar.—Que bonito —comentó mi pequeña observando todo.—El baño está por allá, si gustan puedo prepáreles un baño caliente.Negué con la cabeza, no molestaría con esas nimiedades que yo podía hacer. No quería fastidiar a la señora Maria.—No se preocupe, lo haré yo.—En ese caso las dejo para que descansen.Cerró la puerta dejándonos a solas, tomé a Elanna en mis brazos y la llevé al baño, a ambas nos urgía un baño. Mi niña reía feliz cuando el agua caliente mojó su pequeño cuerpecito, por este momento me sentí tranquila por verla feliz al menos por ahora.Busqué la ropa en los cajones y encontré una pijama para ella, había también cosas para mi. Subimos a la cama limpias y reí junto a ella al sentir la suavidad de esta.—Es muy rica, mami.—Si, cariño. Deberías dormir, te ves muy cansada.Ella se abrazó a mi cuerpo sin decir nada más, la envolví en mis brazos y nos arropé con una sábana. Sin duda estaba en una gran deuda con Aksel.Ciara Desperté al sentir el aroma a café, con cuidado abrí los ojos siendo consciente que todo lo que viví era real y no un sueño. Una sonrisa se dibujó en mi rostro a pesar del dolor que sentía mi cuerpo, pero la carga era menos pesada cuando no tenía que preocuparme por darle de comer a mi hija. Elanna aún dormía, se veía como un ángel que creaba una bola de sentimientos en mi pecho. Solté un suspiro y con cuidado me levanté de la cama, caminé al baño y no pude evitar observar mi reflejo en el espejo. No había rastro de la mujer que un día fui, en mis ojos sólo podía ver el tormento que he vivido hasta ahora, el resentimiento por las personas que creí que permanecerían incondicionalmente a mi lado. Salí de la habitación temerosa de escuchar que el señor había cambiado de opinión y no nos quería más aquí, pero Maria me recibió con la misma amabilidad y efusividad de ayer por la tarde. —Querida, ¿cómo dormiste? ¿te has tomado el medicamento? —preguntó dejando de lado los huevos qu
Ciara Algo en mi corazón se movió cuando entré a la cocina y los encontré conversando, Elanna parecía muy cómoda con él mientras le decía lo que quería para comer. Mis ojos ardieron y no pude evitar pensar en que ella debió vivir y experimentar el amor de padre, sus atenciones y simplemente dejar que la alimentara tal y como lo estaba haciendo él. No sé qué vio él en nosotras para estar haciendo esto, lástima seguramente pero no todas las personas que lo sentían hacían estas cosas. Él sin duda era como nuestro ángel, quien nos sacó cuando estábamos a punto de ahogarnos. —No es necesario que lo hagas —me acerqué sin mirarlo a los ojos y tratando de sujetar el pequeño plato, pero él lo alejó de mi. —Yo quiero hacerlo y Elanna no parece tener problema con eso —musitó con voz suave —yo lo haré y tú comes tranquilamente. Mordí mi labio inferior y asentí, me serví un poco del pollo al horno que preparó la señora Maria sin dejar de admirar al hombre que teníamos frente a nosotros. Tenía
Aksel —Así que en lugar de estar desmintiendo a tu ex esposa estás jugando a la casita —Harry soltó una risa sarcástica, desde que se enteró que la había llevado a mi cada estaba molesto, no confiaba en ella y aseguraba sólo ser una cazafortunas, lo cual no tenía sentido para mi —eres una cosa pero bárbara, Aksel. No le presté atención y seguí concentrado leyendo los documentos que mi madre me había hecho llegar con el abogado, era una denuncia en contra de Isla por difamación. —No te metas en ese asunto, ¿está claro? —solté con molestia, detestaba que opinara en asuntos que sólo me correspondían a mi. —Me pregunto qué dirá la señora April cuando se entere que su hijo metió a una desconocida a su casa —se rió haciéndome enfadar más, estaba sobre pasando los límites y lo sabía —Se volverá loca. —En primer lugar, deja ya de meterte en esto, en segundo soy un adulto y nadie tiene por qué estarle dando razones a mi madre de lo que yo hago y en tercera vete a trabajar ahora —señalé la
Ciara Tenía tanto tiempo de no venir a un centro comercial que volver se sentía extraño y como si me gustara sufrir atraje los recuerdos de cuando tuve privilegios y solía pasarme por aquí casi todos los fines de semana, tal vez sólo a comer o pasar una tarde con mis amigas, terminaba llevándome una prenda o un par de zapatos. Mi familia no era de clase alta pero vivíamos bien y no nos faltaba nada. Sostuve con fuerza la mano de mi pequeña que por primera vez visitaba uno de estos lugares y miraba todo maravillada. La señora Maria nos guió a una gran tienda infantil, Elanna no pudo contener su entusiasmos y asentía con cada prenda que le mostraban, en principal con los vestidos alegando que se vería como una princesa como de los cuentos que le contaban. No me opuse a nada y sólo dejé que complacieran a mi hija como yo no podía hacerlo. Tal vez eso me convertía en una descarada, por sólo sentarme en su mesa sin aportar nada y sólo dejar que me llenaran de regalos. El hombre tenía q
Ciara Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando sentí su mano apartar delicadamente la lágrima, no supe ni en que momento lo tuve de cuclillas frente a mi mirándome con preocupación y cierta culpabilidad. No sabía por qué se preocupaba por mi, sólo era una desconocida a la que tuvo desafortunado de conocerme, una miserable que cargaba con más dolor del que podía. —Siento si fui imprudente, no quise hacerte pasar por un mal momento. —No, está bien —agité mis pestañas para correr las lágrimas que amenazaban con salir —Tenía diecinueve años cuando conocí a alguien, era un chico bastante apuesto y parecía bastante interesado en mi, en ese entonces estaba en mi tercer año en la carrera de negocios internacionales, tenía excelentes notas y tenía la gran ilusión de convertirme en alguien importante, conseguir un puesto en una de las grandes empresas en esta ciudad y tal vez, con algo de suerte, ser transferida a una sede en otro país. Tenía tantas ganas de comerme el mundo al terminar mi ca
Ciara Terminé de cepillar el cabello de Elanna y tomé una de las horquillas para sujetar los rizos brillantes que había heredado de su progenitor. —¿Puedo ir a jugar ya? —preguntó inquieta por volver a la pequeña área de juegos que había sentado en una esquina de la habitación. —Espera un momento —le dije terminando con los últimos detalles del peinado, la solté y no perdió tiempo en salir corriendo hacia donde la esperaban los juguetes. —¡Ah, se ve tan linda! —exclamó la señora Maria desde el umbral de la habitación, sosteniendo una bandeja que contenía fruta picada, un vaso de jugo y algunas galletas. —¿Eso es para mi? —preguntó con gran entusiasmo ella y Maria asintió entrando a la habitación y colocando todo sobre una mesita. —Si, y espero que te la comas toda —Elanna asintió tomando un pedazo de manzana —para que seas una niña grande e inteligente. —¡Si! Me senté en la orilla de la cama al pendiente de cada uno de sus movimientos, viéndola como cada día que pasaba tenía
AkselVi la delgada silueta de Ciara desaparecerse en el interior de la casa, mi admiración hacia ella no desaparecía, una joven tan hermosa y delicada, esa era la impresión que tenía de lo qué tal vez fue hace un tiempo. Ahora, seguía siendo hermosa, pero su delicadeza se convirtió en alguien fuerte y valiente. La impotencia que sentí cuando me contó cómo sus padres le dieron la espalda, como no les bastó con correos de su casa sino que la dejaron irse sin nada. O cuando el hijo de puta que la embarazó le dio la espalda, quitándose responsabilidades que les pertenecían a los dos. Sería un hipócrita si lo juzgara por haberle sufí infiel, porque yo mismo le había hecho lo mismo a mi esposa, pero de eso a dejarla a la deriva embarazada. Jamás lo haría.Quise acogerla en mis brazos al verla tan frágil, al verla tan rota que quisiera tomar cada pedazo de ella y reconstruirla, ser ese lugar seguro en donde nunca sentirá miedo de volver a sufrir lo qué pasó. Porque aunque sólo tenía días
CiaraDespués del paseo a la villa regresamos a su pent house, él se tomó su espacio y se encerró en su despacho mientras con Elanna cenábamos. Estaba cansada y mi cuerpo gritaba por llegar a la cama, mi hija estaba igual y no tardamos en subir a la habitación, le conté otra parte del cuento que él le había comprado y se durmió profundamente. Acaricié su cabello hasta que caí rendida ante la inconsciencia y por primera vez en mucho tiempo, las pesadillas no me asecharon tanto y pude dormir tranquila. Por la mañana cuando desperté y bajé al comedor él ya se había marchado, la señora Maria me sirvió el desayuno mientras me preguntaba cómo nos había ido ayer. —Es un lugar precioso, pude mostrarle algunas plantas a Elanna y quedó encantada —sonreí recordándola enloquecida viendo las flores y apreciándolas, a escondidas había cortado y a para dármela. —Si, el señor Aksel siempre va a ahí cuando está estresado. —Dijo que tenía un problema, supongo que eso es lo que lo mantiene tan ocupa