Ciara Algo en mi corazón se movió cuando entré a la cocina y los encontré conversando, Elanna parecía muy cómoda con él mientras le decía lo que quería para comer. Mis ojos ardieron y no pude evitar pensar en que ella debió vivir y experimentar el amor de padre, sus atenciones y simplemente dejar que la alimentara tal y como lo estaba haciendo él. No sé qué vio él en nosotras para estar haciendo esto, lástima seguramente pero no todas las personas que lo sentían hacían estas cosas. Él sin duda era como nuestro ángel, quien nos sacó cuando estábamos a punto de ahogarnos. —No es necesario que lo hagas —me acerqué sin mirarlo a los ojos y tratando de sujetar el pequeño plato, pero él lo alejó de mi. —Yo quiero hacerlo y Elanna no parece tener problema con eso —musitó con voz suave —yo lo haré y tú comes tranquilamente. Mordí mi labio inferior y asentí, me serví un poco del pollo al horno que preparó la señora Maria sin dejar de admirar al hombre que teníamos frente a nosotros. Tenía
Aksel —Así que en lugar de estar desmintiendo a tu ex esposa estás jugando a la casita —Harry soltó una risa sarcástica, desde que se enteró que la había llevado a mi cada estaba molesto, no confiaba en ella y aseguraba sólo ser una cazafortunas, lo cual no tenía sentido para mi —eres una cosa pero bárbara, Aksel. No le presté atención y seguí concentrado leyendo los documentos que mi madre me había hecho llegar con el abogado, era una denuncia en contra de Isla por difamación. —No te metas en ese asunto, ¿está claro? —solté con molestia, detestaba que opinara en asuntos que sólo me correspondían a mi. —Me pregunto qué dirá la señora April cuando se entere que su hijo metió a una desconocida a su casa —se rió haciéndome enfadar más, estaba sobre pasando los límites y lo sabía —Se volverá loca. —En primer lugar, deja ya de meterte en esto, en segundo soy un adulto y nadie tiene por qué estarle dando razones a mi madre de lo que yo hago y en tercera vete a trabajar ahora —señalé la
Ciara Tenía tanto tiempo de no venir a un centro comercial que volver se sentía extraño y como si me gustara sufrir atraje los recuerdos de cuando tuve privilegios y solía pasarme por aquí casi todos los fines de semana, tal vez sólo a comer o pasar una tarde con mis amigas, terminaba llevándome una prenda o un par de zapatos. Mi familia no era de clase alta pero vivíamos bien y no nos faltaba nada. Sostuve con fuerza la mano de mi pequeña que por primera vez visitaba uno de estos lugares y miraba todo maravillada. La señora Maria nos guió a una gran tienda infantil, Elanna no pudo contener su entusiasmos y asentía con cada prenda que le mostraban, en principal con los vestidos alegando que se vería como una princesa como de los cuentos que le contaban. No me opuse a nada y sólo dejé que complacieran a mi hija como yo no podía hacerlo. Tal vez eso me convertía en una descarada, por sólo sentarme en su mesa sin aportar nada y sólo dejar que me llenaran de regalos. El hombre tenía q
Ciara Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando sentí su mano apartar delicadamente la lágrima, no supe ni en que momento lo tuve de cuclillas frente a mi mirándome con preocupación y cierta culpabilidad. No sabía por qué se preocupaba por mi, sólo era una desconocida a la que tuvo desafortunado de conocerme, una miserable que cargaba con más dolor del que podía. —Siento si fui imprudente, no quise hacerte pasar por un mal momento. —No, está bien —agité mis pestañas para correr las lágrimas que amenazaban con salir —Tenía diecinueve años cuando conocí a alguien, era un chico bastante apuesto y parecía bastante interesado en mi, en ese entonces estaba en mi tercer año en la carrera de negocios internacionales, tenía excelentes notas y tenía la gran ilusión de convertirme en alguien importante, conseguir un puesto en una de las grandes empresas en esta ciudad y tal vez, con algo de suerte, ser transferida a una sede en otro país. Tenía tantas ganas de comerme el mundo al terminar mi ca
Ciara Terminé de cepillar el cabello de Elanna y tomé una de las horquillas para sujetar los rizos brillantes que había heredado de su progenitor. —¿Puedo ir a jugar ya? —preguntó inquieta por volver a la pequeña área de juegos que había sentado en una esquina de la habitación. —Espera un momento —le dije terminando con los últimos detalles del peinado, la solté y no perdió tiempo en salir corriendo hacia donde la esperaban los juguetes. —¡Ah, se ve tan linda! —exclamó la señora Maria desde el umbral de la habitación, sosteniendo una bandeja que contenía fruta picada, un vaso de jugo y algunas galletas. —¿Eso es para mi? —preguntó con gran entusiasmo ella y Maria asintió entrando a la habitación y colocando todo sobre una mesita. —Si, y espero que te la comas toda —Elanna asintió tomando un pedazo de manzana —para que seas una niña grande e inteligente. —¡Si! Me senté en la orilla de la cama al pendiente de cada uno de sus movimientos, viéndola como cada día que pasaba tenía
AkselVi la delgada silueta de Ciara desaparecerse en el interior de la casa, mi admiración hacia ella no desaparecía, una joven tan hermosa y delicada, esa era la impresión que tenía de lo qué tal vez fue hace un tiempo. Ahora, seguía siendo hermosa, pero su delicadeza se convirtió en alguien fuerte y valiente. La impotencia que sentí cuando me contó cómo sus padres le dieron la espalda, como no les bastó con correos de su casa sino que la dejaron irse sin nada. O cuando el hijo de puta que la embarazó le dio la espalda, quitándose responsabilidades que les pertenecían a los dos. Sería un hipócrita si lo juzgara por haberle sufí infiel, porque yo mismo le había hecho lo mismo a mi esposa, pero de eso a dejarla a la deriva embarazada. Jamás lo haría.Quise acogerla en mis brazos al verla tan frágil, al verla tan rota que quisiera tomar cada pedazo de ella y reconstruirla, ser ese lugar seguro en donde nunca sentirá miedo de volver a sufrir lo qué pasó. Porque aunque sólo tenía días
CiaraDespués del paseo a la villa regresamos a su pent house, él se tomó su espacio y se encerró en su despacho mientras con Elanna cenábamos. Estaba cansada y mi cuerpo gritaba por llegar a la cama, mi hija estaba igual y no tardamos en subir a la habitación, le conté otra parte del cuento que él le había comprado y se durmió profundamente. Acaricié su cabello hasta que caí rendida ante la inconsciencia y por primera vez en mucho tiempo, las pesadillas no me asecharon tanto y pude dormir tranquila. Por la mañana cuando desperté y bajé al comedor él ya se había marchado, la señora Maria me sirvió el desayuno mientras me preguntaba cómo nos había ido ayer. —Es un lugar precioso, pude mostrarle algunas plantas a Elanna y quedó encantada —sonreí recordándola enloquecida viendo las flores y apreciándolas, a escondidas había cortado y a para dármela. —Si, el señor Aksel siempre va a ahí cuando está estresado. —Dijo que tenía un problema, supongo que eso es lo que lo mantiene tan ocupa
Ciara Me sentí diminuta ante los ojos curiosos de ambas mujeres, una era mayor y otra rondaba mi edad, vestían elegantemente y sus apariencias gritaban que no eran ordinarias. —Si —respondí tratando de escucharme firme y no con miedo. Ambas sonrieron y miraron sobre mi hombro, como si buscaran a alguien, suponía que a Aksel. El parecido que compartía con ellas me llevó a deducir que se trataba de su familia por lo que me aparté de la puerta para que pudieran pasar. —Soy April Lambsdorff, la madre de Aksel —se presentó la mujer mayor, que a pesar de su edad no dejaba de impactar con su belleza. —Y yo soy Amy, la hermana —me sonrió grandemente la joven. —Aksel nos habló de ti hace unos días, mencionó que estarías aquí y decidimos hacerte una visita para conocerte —volvió a hablar la señora —es un placer conocerte, Ciara. No sabía que decir ni qué palabras usar, me impresionaba que Aksel les hubiese hablado de mi existencia y no mantenido oculta, ya que según Maria solía ser muy r