KERIANNE BACABSentí miedo alguna vez en mi vida; pero no se compara con aquel que signifique, la pérdida de un hijo. Cuando me di cuenta que estaban llevándose a Holly, casi me dio un infarto, del mismo modo, cuando visualicé a mis padres heridos. Realmente, la locura podría haberme dominado en esos momentos, que cuando llegamos al hospital, colapsé, teniendo a mi niño en brazos.Me sentí sola en ese lugar, mientras mi esposo buscaba a nuestra hija.Sin embargo, al recibir la llamada, citándome a cierto lugar, no dudé en ir, pese a que mi padre, quien ya estaba despierto, me insistió que no era buena idea.Quizás tenía razón, pero no me arrepiento. Definitivamente no lo hago, porque reconocería esa voz en cualquier lugar.— ¿En qué estás pensando? — La voz de mi esposo llegó a mí.Estaba sentada en la cafetería del hospital, con Raúl y Holly conmigo. Mi madre estaba aún internada, pero ya había mejorado de la lesión en la cabeza, que se había dado la noche pasada.— Todos pasamos por
KERIANNE BACAB.¿De qué mierda estaba hablando este hombre?Sabía que era una mujer adoptada, y logré superar los traumas, gracias al amor que me han brindado mis padres; pero, ¿otro heredero?— Si fuese verdad, ¿por qué mis padres no lo reconocieron?— Eso deberías de preguntárselo a él, ¿no te parece? — manifiesta, dejándome consternada por esa verdad —. Ya cumplí con decírtelo, y estaré en primera fila, viendo tu caída.— Te quedarás esperando, Smith; y, asegúrate de esconderte bien, porque no solo la mafia te busca, también la policía — Le guiñé un ojo, para liberarme del agarre de Patricia, quien quedó congelada en su puesto —. ¿Creían que solo ustedes podían jugar? Se equivocaron de oponente, se metieron con Kerianne Bacab.Salí del sanitario, hasta llegar a donde se encontraba mi esposo, quien, al verme alterada, me aparta de algunos socios.— ¿Dónde te habías metido? Te he buscado…— En el baño — Lo interrumpí. Me observó esperando que le revelara lo que me pasaba —, con Smith
ARTURO BRUSQUETTI. Últimamente, el estrés se está apoderando del cuerpo de mi esposa, y ni hablar de mí. Ha tenido, constantes pesadillas, donde nuestros seres queridos salen heridos. Yo la comprendía, porque me pasaba absolutamente igual, pero despierto. El detective a cargo, del caso Armando, es el mismo que ahora investiga el secuestro de mi hija. Lo había mandado a llamar de inmediato, apenas ocurrió, y ya ha emitido una orden de arresto, en contra de Smith. — Con Patricia, no podemos hacer nada, pues no hay pruebas suficientes en su contra; sin embargo, he emitido una orden de alejamiento — explica y asiento —. Con esas pruebas, es más que suficiente para que dure un par de años largos encerrado. — ¿Qué sucede con los videos de la cámara del salón en la fiesta? — pregunté. — No hay video que los incriminen. Las cámaras supuestamente estaban dañadas — explicó —. Ya se les ha hecho una multa a los dueños. Asentí, un poco molesto, pero no podía hacer más al respecto. — ¿Alguna
KERIANNE BACAB Las palabras de Patricia, seguían repitiéndose en mi cabeza. Realmente no miente, sus palabras eran ciertas. Si ella hubiese desaparecido completamente de sus vidas, talvez no hubiesen sufrido tantas pérdidas. Las cosas resultaron ser devastadoras para la familia de su esposo, quien, pese a querer mostrar optimismo, aún seguía en duelo por la muerte de su madre, y, ¿quién no? Fue su propio hermano quien la mato. Otro golpe duro para él, que aún seguía lidiando con eso, y con la imagen de su madre, muerta. Miré a Arturo, y sonreí orgullosa y triste; porque pese a cada una de las situaciones, sigue aquí, de pie, intentando mantenernos a salvo de aquellos que se han obsesionado con nosotros, y pelean por sacarnos del camino. — ¿Qué sucede? — Su pregunta me trae de vuelta a la realidad. — Absolutamente nada, cariño — respondí, y tomé su mano —. Solo estoy feliz de que seas mi esposo. Él me miró fijamente, y finalmente me devolvió la sonrisa. — También soy feliz de te
ARTURO BRUSQUETTI. Tres enemigos rondan a nuestro alrededor. Dos de ellos, potenciales. Patricia es una mujer embarazada, capaz de hacer cualquier cosa por asegurar su bienestar, sin importarle siquiera lastimar a otros con tal de obtener; sin embargo, Smith está cargado de un odio sin sentido hacia Kerianne, siendo capaz de todo, con tal de verla destruida. Es una obsesión sin sentido hacia ella. Salgo de la mansión, rumbo al aeropuerto. Debía llegar a Venecia y buscar a su progenitora. Debía entender mejor a ese hombre, porque no era normal, y efectivamente, su interés en mi mujer, era muy sospechoso. Unas largas horas después, finalmente estaban aterrizando a Italia. Finalmente, lograría entender al menos un porcentaje de lo que es ese hombre, y estar preparado. Saco el celular y marco el número de mi esposa. — Cariño, ya he llegado — avisé, como buen esposo. En el pasado, jamás me hubiese imaginado haciendo tal cosa; sin embargo, ahora, me siento cómodo haciéndolo. — Está b
ARTURO BRUSQUETTI. Me quedé en blanco. Ella lo sabía y una vez más, me ha demostrado lo capaz que es; pero ahora, ¿cómo se me ocurría a mí, hablar de confianza, cuando yo era el primero en faltar a su palabra? Intento hacer lo mejor que puedo, pero las ideas se me están acabando, y actuar por impulso, no es lo que desearía. No quiero ensuciarme las manos y convertirme en lo que mis padres son, y no quiero ser ese tipo de personas para mis hijos. Quiero mantenerme alejado. Quiero tantas cosas, que ni siquiera sé cómo merecerla, y mucho menos, obtenerla. Llamé al piloto y pedí que prepare el jet, porque iría de inmediato, pues mi esposa había colgado la llamada en mi cara, y no ha vuelto a contestar. Me tenía un poco preocupado la situación, pero efectivamente, ella estaba molesta, y eso era un problema más fuerte que cualquier cosa en el universo. — Mauricio, ¿ella se encuentra bien? — Efectivamente, señor — respondió. — No le digas que estoy en camino — ordeno, y cuelgo, para sa
KERIANNE BACAB. La desesperación era demasiado, que casi me volvía loca. Me mantuve en vigilia, esperando alguna noticia, y ordené a todos los malditos hombres de las fuerzas armadas, que corrieran a buscar a mi esposo. No me importaba el costo, no me importaba el tiempo que tardaran, ellos debían traérmelo, porque estaba reacia a aceptar que lo perdía. Cuando llegó la noticia, de que encontraron un avión, quise ir a verlo en el aeropuerto, para su llegara. Había una noticia que corría, de que en el lugar se encontraron dos muertos. Recé como nunca antes, rogando porque no sea mi marido. Nadie me había dicho nada en ese momento, pero el miedo que me dominaba, estaba a punto de hacerme perder los estribos, hasta que, finalmente, en el hospital, me permitieron verlo. No fue hasta ese momento que mi corazón sintió una paz tremenda, mi cuerpo se relajó, y me puse a llorar a mares ante él. Es como si toda esa tensión durante su ausencia, finalmente pudo ser descargada. — Ya no deseo ju
KERIANNE BACAB. La situación cada vez, se ponía más difícil. Enterarme de que mis padres realmente han estado a punto de adoptar a alguien más, es una situación un poco complicada para mi gusto; pues pudo haber sido él y no yo. Sin embargo, dada las circunstancias en estos momentos, no era aconsejable discutir, y se los hice saber. — Tenemos la verdad ante nosotros, por favor, no peleen por eso — pedí. Ambos me miraron fijamente y asintieron —. Tenemos a todos en la mira, ahora solo debemos encontrar las pruebas. — Ella tiene razón, cariño — dijo mi padre —. Primero solucionemos este problema, y luego, podrás reclamarme todo lo que desees. Mi madre no respondió, pero asintió. Suavizó su rostro cuando me miró, y forzó una sonrisa. — Será lo que tú digas, mi niña. Más tarde, salgo de la mansión para encontrarme con mi esposo y mis niños, cuando noto que la velocidad ha aumentado. — ¿Sucede algo, Mauricio? — pregunto. — Alguien nos sigue. No mires atrás — advierte, mientras inten