ARTURO BRUSQUETTI. Últimamente, el estrés se está apoderando del cuerpo de mi esposa, y ni hablar de mí. Ha tenido, constantes pesadillas, donde nuestros seres queridos salen heridos. Yo la comprendía, porque me pasaba absolutamente igual, pero despierto. El detective a cargo, del caso Armando, es el mismo que ahora investiga el secuestro de mi hija. Lo había mandado a llamar de inmediato, apenas ocurrió, y ya ha emitido una orden de arresto, en contra de Smith. — Con Patricia, no podemos hacer nada, pues no hay pruebas suficientes en su contra; sin embargo, he emitido una orden de alejamiento — explica y asiento —. Con esas pruebas, es más que suficiente para que dure un par de años largos encerrado. — ¿Qué sucede con los videos de la cámara del salón en la fiesta? — pregunté. — No hay video que los incriminen. Las cámaras supuestamente estaban dañadas — explicó —. Ya se les ha hecho una multa a los dueños. Asentí, un poco molesto, pero no podía hacer más al respecto. — ¿Alguna
KERIANNE BACAB Las palabras de Patricia, seguían repitiéndose en mi cabeza. Realmente no miente, sus palabras eran ciertas. Si ella hubiese desaparecido completamente de sus vidas, talvez no hubiesen sufrido tantas pérdidas. Las cosas resultaron ser devastadoras para la familia de su esposo, quien, pese a querer mostrar optimismo, aún seguía en duelo por la muerte de su madre, y, ¿quién no? Fue su propio hermano quien la mato. Otro golpe duro para él, que aún seguía lidiando con eso, y con la imagen de su madre, muerta. Miré a Arturo, y sonreí orgullosa y triste; porque pese a cada una de las situaciones, sigue aquí, de pie, intentando mantenernos a salvo de aquellos que se han obsesionado con nosotros, y pelean por sacarnos del camino. — ¿Qué sucede? — Su pregunta me trae de vuelta a la realidad. — Absolutamente nada, cariño — respondí, y tomé su mano —. Solo estoy feliz de que seas mi esposo. Él me miró fijamente, y finalmente me devolvió la sonrisa. — También soy feliz de te
ARTURO BRUSQUETTI. Tres enemigos rondan a nuestro alrededor. Dos de ellos, potenciales. Patricia es una mujer embarazada, capaz de hacer cualquier cosa por asegurar su bienestar, sin importarle siquiera lastimar a otros con tal de obtener; sin embargo, Smith está cargado de un odio sin sentido hacia Kerianne, siendo capaz de todo, con tal de verla destruida. Es una obsesión sin sentido hacia ella. Salgo de la mansión, rumbo al aeropuerto. Debía llegar a Venecia y buscar a su progenitora. Debía entender mejor a ese hombre, porque no era normal, y efectivamente, su interés en mi mujer, era muy sospechoso. Unas largas horas después, finalmente estaban aterrizando a Italia. Finalmente, lograría entender al menos un porcentaje de lo que es ese hombre, y estar preparado. Saco el celular y marco el número de mi esposa. — Cariño, ya he llegado — avisé, como buen esposo. En el pasado, jamás me hubiese imaginado haciendo tal cosa; sin embargo, ahora, me siento cómodo haciéndolo. — Está b
ARTURO BRUSQUETTI. Me quedé en blanco. Ella lo sabía y una vez más, me ha demostrado lo capaz que es; pero ahora, ¿cómo se me ocurría a mí, hablar de confianza, cuando yo era el primero en faltar a su palabra? Intento hacer lo mejor que puedo, pero las ideas se me están acabando, y actuar por impulso, no es lo que desearía. No quiero ensuciarme las manos y convertirme en lo que mis padres son, y no quiero ser ese tipo de personas para mis hijos. Quiero mantenerme alejado. Quiero tantas cosas, que ni siquiera sé cómo merecerla, y mucho menos, obtenerla. Llamé al piloto y pedí que prepare el jet, porque iría de inmediato, pues mi esposa había colgado la llamada en mi cara, y no ha vuelto a contestar. Me tenía un poco preocupado la situación, pero efectivamente, ella estaba molesta, y eso era un problema más fuerte que cualquier cosa en el universo. — Mauricio, ¿ella se encuentra bien? — Efectivamente, señor — respondió. — No le digas que estoy en camino — ordeno, y cuelgo, para sa
KERIANNE BACAB. La desesperación era demasiado, que casi me volvía loca. Me mantuve en vigilia, esperando alguna noticia, y ordené a todos los malditos hombres de las fuerzas armadas, que corrieran a buscar a mi esposo. No me importaba el costo, no me importaba el tiempo que tardaran, ellos debían traérmelo, porque estaba reacia a aceptar que lo perdía. Cuando llegó la noticia, de que encontraron un avión, quise ir a verlo en el aeropuerto, para su llegara. Había una noticia que corría, de que en el lugar se encontraron dos muertos. Recé como nunca antes, rogando porque no sea mi marido. Nadie me había dicho nada en ese momento, pero el miedo que me dominaba, estaba a punto de hacerme perder los estribos, hasta que, finalmente, en el hospital, me permitieron verlo. No fue hasta ese momento que mi corazón sintió una paz tremenda, mi cuerpo se relajó, y me puse a llorar a mares ante él. Es como si toda esa tensión durante su ausencia, finalmente pudo ser descargada. — Ya no deseo ju
KERIANNE BACAB. La situación cada vez, se ponía más difícil. Enterarme de que mis padres realmente han estado a punto de adoptar a alguien más, es una situación un poco complicada para mi gusto; pues pudo haber sido él y no yo. Sin embargo, dada las circunstancias en estos momentos, no era aconsejable discutir, y se los hice saber. — Tenemos la verdad ante nosotros, por favor, no peleen por eso — pedí. Ambos me miraron fijamente y asintieron —. Tenemos a todos en la mira, ahora solo debemos encontrar las pruebas. — Ella tiene razón, cariño — dijo mi padre —. Primero solucionemos este problema, y luego, podrás reclamarme todo lo que desees. Mi madre no respondió, pero asintió. Suavizó su rostro cuando me miró, y forzó una sonrisa. — Será lo que tú digas, mi niña. Más tarde, salgo de la mansión para encontrarme con mi esposo y mis niños, cuando noto que la velocidad ha aumentado. — ¿Sucede algo, Mauricio? — pregunto. — Alguien nos sigue. No mires atrás — advierte, mientras inten
ARTURO BRUSQUETTI. Cuando me llamaron, avisándome que mi esposa estaba siendo perseguida por sicarios; mi cuerpo se estremeció por completo, imaginando la peor. De inmediato, me puse de pie y corrí hacia la dirección que me indicaron. Para mi sorpresa, no había nada en el lugar, a excepción de Patricia, caminando hacia mí. No tenía tiempo para estos juegos estúpidos. Mi esposa estaba en peligro. — Ella ya debe de estar muerta — comentó como sin nada —. Espero que así sea. Ignoré sus palabras, y caminé cuesta arriba, porque el tráfico estaba siendo una m****a, hasta que el sonido de una explosión, despertó mi interés, y el miedo se apoderó de mí. — No — susurré. — Es una bazuca. Smith me dijo que querían eliminarla por usurpadora — continuó Patricia —. ¿Por qué no te quedas conmigo? Arturo lo miró sorprendido y negó, para volver a correr, y meterse entre la multitud. No deseaba perder a su mujer por nada del mundo. De repente, alguien chocó por él, y cuando bajó la cabeza, descu
KERIANNE BACAB. Mi cuero cabelludo, dolía intensamente. El golpe que recibí en mi rostro, fue la detonante, para hacerme ver estrellas. Todo me daba vueltas. — Yo debía ser un Bacab. Yo debía ser el heredero de todo lo que posees; no tú. Una joven que huyó de sus responsabilidades, detrás de un hombre que te había dejado a merced de su familia, y constantes humillaciones — vociferó —. Acabaré contigo y toda tú familia. — Mis padres quisieron adoptarte, pero otra familia se interesó en ti — musité —. Reclámales a ellos lo que pasó. — Ellos debían luchar por mí. Eso hacen los padres — gritó. — Y lo hicieron. Las personas que adoptaron, por eso lograron llevarte — grité más fuerte. Sorprendiéndolo. — Mientes — respondió, sacando una jeringa, e inyectándome en el cuello con brusquedad —, pero ahora lo pagarás. No sé qué pasó. Lo último que logré ver, fue como levantaron a Arturo como si fuese un costal de papas, y lo llevaron fuera de la tienda. No sé cuántas horas estuve inconsci