Un capítulo corto. Mauricio ha demostrado ser un verdadero hombre leal a sus principios. una vez más, salvó la vida de Kerianne, pero, ¿logrará salir vivo él? Esperemos que sí.
ARTURO BRUSQUETTI. Cuando me llamaron, avisándome que mi esposa estaba siendo perseguida por sicarios; mi cuerpo se estremeció por completo, imaginando la peor. De inmediato, me puse de pie y corrí hacia la dirección que me indicaron. Para mi sorpresa, no había nada en el lugar, a excepción de Patricia, caminando hacia mí. No tenía tiempo para estos juegos estúpidos. Mi esposa estaba en peligro. — Ella ya debe de estar muerta — comentó como sin nada —. Espero que así sea. Ignoré sus palabras, y caminé cuesta arriba, porque el tráfico estaba siendo una m****a, hasta que el sonido de una explosión, despertó mi interés, y el miedo se apoderó de mí. — No — susurré. — Es una bazuca. Smith me dijo que querían eliminarla por usurpadora — continuó Patricia —. ¿Por qué no te quedas conmigo? Arturo lo miró sorprendido y negó, para volver a correr, y meterse entre la multitud. No deseaba perder a su mujer por nada del mundo. De repente, alguien chocó por él, y cuando bajó la cabeza, descu
KERIANNE BACAB. Mi cuero cabelludo, dolía intensamente. El golpe que recibí en mi rostro, fue la detonante, para hacerme ver estrellas. Todo me daba vueltas. — Yo debía ser un Bacab. Yo debía ser el heredero de todo lo que posees; no tú. Una joven que huyó de sus responsabilidades, detrás de un hombre que te había dejado a merced de su familia, y constantes humillaciones — vociferó —. Acabaré contigo y toda tú familia. — Mis padres quisieron adoptarte, pero otra familia se interesó en ti — musité —. Reclámales a ellos lo que pasó. — Ellos debían luchar por mí. Eso hacen los padres — gritó. — Y lo hicieron. Las personas que adoptaron, por eso lograron llevarte — grité más fuerte. Sorprendiéndolo. — Mientes — respondió, sacando una jeringa, e inyectándome en el cuello con brusquedad —, pero ahora lo pagarás. No sé qué pasó. Lo último que logré ver, fue como levantaron a Arturo como si fuese un costal de papas, y lo llevaron fuera de la tienda. No sé cuántas horas estuve inconsci
ARTURO BRUSQUETTI. Ese maldito miserable era cómplice, y lo peor es que, lo sabíamos. Habían atacado justo en el momento en que estábamos separados, y al parecer, solo porque al igual que nosotros, está cansado de tanto juego. Mi familia no tardaría en llegar a rescatarnos, pero por el momento, era necesario que resistamos. Especialmente yo, que he recibido la mayor parte de los golpes, y espero que así siga siendo, porque en verdad, no soportaría ver a mi esposa sufrir. Smith se acerca a ella, con sus manos robóticas, e intenta acariciarla, pero Kerianne se aparta, aun manteniendo la compostura. — Perro traicionero — murmuró mi esposa —. Espero realmente que lo que hagas, valga la pena. — Ya me han destruido lo suficiente. Esto lo disfrutaré — manifestó, en el momento en que presionaba el Taser en el cuerpo de ella, y el choque eléctrico, se expandía por su cuerpo —. Delicioso verte sufrir. — Déjala en paz, maldito cobarde — grité, intentando liberarme. Era ridículo, pero mi de
KERIANNE BACAB. Jamás imaginé, que alguien se atrevería a hacerme aquello que me hizo Smith. El odio era tan grande, que sentía como lentamente se iba envenenando cada parte de mí; y, sin embargo, no me importaba. Habían pasado unos cuantos días, desde aquel suceso. Mi esposo no se separaba de mí, y curaba mi herida constantemente, con mucha paciencia. Dolía, y aun no me he atrevido a mirarlo. Temía encontrarme con algo tan desgarrador y más humillante. — ¿En qué piensas? — preguntó Arturo, mientras me cubría con la manta. Estaba acostada boca abajo, y no he salido de la habitación ni para ver a mis hijos, que estaban con mi madre de regreso. — En Smith, en Viktor, en Patricia — respondí. Mi esposo dejó de moverse, pero después continuó —. Quiero vengarme de ellos. — ¿De Patricia también? — consultó. Intenté darme vuelta para mirarlo —. ¿En verdad quieres vengarte de ella? — Es cómplice de esos dos bastardos hijos de puta — gruñí —. ¿Planeas defenderla? — Planeo ser justo. Él
KERIANNE BACAB. Las palabras de Arturo, no me convencían, pero agradecía el intento de hacerme sentir bien. Por el momento, tenía dos personas importantes, internadas en el hospital, y estaba realmente cansada de seguir sufriendo y permitiendo que personas inocentes, paguen el precio del odio ajeno. Era momento de poner las cartas sobre la mesa y jugar con mis reglas. No más justicia, ni leyes. Este campo estará minado de dinamita, y no me importará hacerlo estallar, aunque yo esté sobre ella. Con la frente en alto, caminé hasta la entrada principal de la clínica, y comencé a estudiar el perímetro detalladamente. En algún punto de la zona, estará uno de ellos, oculto vigilándonos. — ¿Quieres guerra? — susurré en voz alta, sabiendo que había algún micrófono cerca —. Lo tendrás. Me he cansado de ti…, de ustedes. Y, al término de mis palabras, sonreí arrogante, demostrando que ya no le tenía miedo a nadie. Me adentré nuevamente dentro de la clínica, en el momento exacto en que el méd
ARTURO BRUSQUETTI.Kerianne se encontraba sentada en el borde de la acera, observando el caos que se desplegaba frente a ella. Las luces parpadeantes de las patrullas y la algarabía de la multitud contrastaban con la quietud que aún persistía en su interior. Acababa de presenciar un accidente automovilístico, un choque brutal que dejó retumbando en sus oídos el estruendo de metal retorcido y cristales rotos.— Sube a tu coche y vámonos — insistí —. La policía está llegando.Su corazón latía con fuerza, y una sensación de incredulidad se apoderaba de ella. A pesar de estar ilesa físicamente, su mente estaba sumida en un torbellino de pensamientos. No podía quitarse de la cabeza la imagen del impacto, la sensación de impotencia al ver la colisión inminente, y de seguro, mucho menos la imagen de Patricia, ardiendo entre las llamas. La fragilidad de la vida se le revelaba de manera abrupta, y Kerianne se sentía consternada ante la vulnerabilidad de su existencia.La entendía perfectamente
El sonido constante de las teclas de la computadora resonaba en la oficina, acompañado por el suave murmullo de conversaciones telefónicas y el vaivén frenético de la vida corporativa. Mi día en la empresa avanzaba con la rapidez que caracterizaba mi vida profesional, pero la calma se quebró abruptamente cuando mi teléfono sonó, rompiendo la monotonía del entorno laboral.Miré la pantalla y vi el nombre de la clínica, parpadeando en la pantalla. Un nudo de inquietud se formó en mi estómago mientras contestaba la llamada, intentando ocultar la preocupación en mi voz.— ¿Sí? ¿Qué sucede? — preguntó con una esperanza, renaciendo en mi pecho.La voz al otro lado de la línea estaba cargada de tensión y preocupación.— Señora Brusquetti, necesito que vengas al hospital. Su amiga ha despertado.Mi corazón dio un vuelco. —¿Ha despertado? ¿Está bien?Al parecer, la mujer titubeó antes de responder. —No estoy segura. La joven muestra rastros de aturdimiento, lo que es normal ero necesita ver un
KERIANNE BACAB.La noche cayó sobre la mansión, y pronto nos instalamos, al club que se supone, asistirían. Las luces de seguridad iluminaron cada rincón. En las pantallas, observábamos los monitores con atención, esperando el movimiento de los enemigos. Sabíamos que no tardarían en llegar, y cada segundo que transcurría era una pulsación acelerada en el reloj de la confrontación.De repente, una alarma sonó en la sala de reuniones. Las cámaras mostraban a un grupo de individuos aproximándose a la entrada principal. La tensión se apoderó del ambiente mientras los agentes de seguridad se preparaban para enfrentar la amenaza.— Es ahora o nunca —dije, mirando a Arturo.La verdad, me encontraba eufórica, y cierto miedo se instaló en mi pecho, al recordad las cosas horribles que nos hicieron. No podía flaquear ahora.Nos dirigimos hacia la entrada principal, donde la confrontación era inminente. La idea era, que no vieran en ese lugar. Los guardias rodeaban el club, sus posturas firmes y