ARTURO BRUSQUETTI. — Entonces, ¿se han divorciado? — pregunta desde la cama —. Realmente hacían muy linda pareja. En el fondo creí que serían felices. Lo observo sobre los hombros, y sonrío. Él se encuentra aún postrado, sin poder moverse completamente. Cuando me contó todo por lo que tuvo que pasar, me sorprendí bastante, que me eché a llorar, en un rincón de éste departamento. Aún no puedo creer que tanto el abuelo, como mi padre fuesen capaz de cometer semejante crimen por obtener una información. — Sí, hace aproximadamente dos meses. No llevo la cuenta, pero me duele. Después de enterarme de todo, y darme cuenta del daño que le he causado indirectamente, el verla me deprime; y no lo digo en un plan negativo, sino… — Me quedo sumido en observando la pared —, sino que, me duele el no poder hacer nada para protegerla, cuando podía. — Estabas cegado por la ira. Yo sabía quién era ella, es por eso que me hicieron todo eso, creyeron que, torturándome, lograrían sacarme la verdad — co
Todo era absolutamente extraño. Tanto mi abuela cómo mi padre, no hacían nada para encontrar a mi hermano, pero, he descubierto que ha visitado la empresa de Kerianne. Tengo ganas de averiguar de que hablaron, porque ha salido súper molesto de allí. Sentía que todo se me estaba saliendo de las manos. La relación con mi familia, con la empresa familiar e incluso, estoy perdiendo a mi esposa. Estaba sentado en el restaurante, esperando mi almuerzo, cuando una persona toma asiento en frente de mí. Viktor. Ese imbécil está buscando problema. — Te has equivocado de mesa — manifiesto, con el enojo acumulándose. — Espero no molestarte. — Lo haces — interrumpo. Lo fulmino con la mirada, porque no quiero que esté aquí. — ¡Vamos, Arturo! Tómalo con calma. Solo hablaremos un poco, quiero compartir más tiempo de caridad contigo — insiste. — Quieres robarme a mi esposa — escupo —. ¿En verdad crees que puedes hacerlo? — No. No puedo robar a alguien a quien ya has perdido. — Su ros
KERIANNE BACAB. — Creo que el hombre ya se resignó — musita Viktor con una sonrisa. Sin embargo, para es algo muy extraño. Las veces que me senté a compartir con Armando, me dijo que su hermano estaba muy extraño, pero, que seguía luchando por mí amor. Lo cual es ridículo, porque desde que él apareció, Arturo se ha mantenido al margen, me esquivado rotundamente, no ha insistido en salidas e incluso ha dejado de mandar flores. ¿Por qué me extraña, si es lo que quería? ¡Claro! Pero porque asegura que lo sigue haciendo. Eso sí es curioso, cuando ni siquiera nos cruzamos en la oficina, y eso, efectivamente es el doble de sospechoso. — Quizás se cansó de insistir — respondo, observando desde adentro, como suspira para después subir a su coche. Estoy segura que me ve desde adentro. — ¿Nunca has planeado rehacer tu vida? — Mi atención se enfoca en mi acompañante y a su pregunta —. Llevas divorciada más de tres meses. — No estoy interesada en una relación ahora mismo. Me he enfocado en
— ¿Sigues con lo mismo, Natalie? — inquiero sorprendida por honestidad. Muy pocas personas lo son, y agradezco que ella sea una de ellas. — No me malinterpretes, señorita, solo qué, no me parece lógico, que su propio hermano hable de él y cuente una historia que no le compete. ¿Por qué lo hace? — Me encojo de hombros —. Aunque se oponga, yo voy a investigar. Es mi deber estar por delante de cada situación. — No lo dejarás. — Niega —. Has lo que quieras, Nat, solo que no lo sepan, porque me dejarás mal parada. — Soy la mejor en mi trabajo. Luego de esa charla, decidí irme directo a mi departamento. Cociné algo liviano y finalmente me acosté, cayendo a un profundo sueño. A la mañana siguiente, decido marcharme al país, y visitar mis clubes, por lo que estaba por los aires en estos momentos, trabajando hasta que decidí dormir un poco. Cuando finalmente aterrizamos, Natalie ya tenía todo planeado, y dos camionetas se encontraban esperándonos al pie del avión. Nos sumergimos en su
Nos estacionamos cerca de una casa abandonada, en las afueras de la ciudad. Una manía muy loca de las personas que están en este mundo. De una de las camionetas, puedo ver que sacan a una persona encapuchada y amarrada. La tratan con violencia y solo puedo deducir que es la hermana de Cody. Cuando nadie más se encuentra afuera, decido bajar. — ¿Qué estás haciendo, loca? — susurra mi amiga, con un tono desesperado. — Iré a investigar. — Respondo tranquila, aunque por dentro me encuentre nerviosa —. Debo hacerlo. — No. no debes hacerlo. Tienes millones de hombres que pueden hacerlo por ti. — Su amiga tiene razón, señorita Kerianne. No me meta en problemas con su padre, por favor — apoya mi asistente. Arqueo mi ceja, y las ignoro, caminando hacia la casa. Rodeo el lugar, y por la periferia veo que los demás hacen lo mismo, a excepción de mi amiga y Natalie. La primera, se oculta en el vehículo, y la segunda, viene conmigo. Nos acercamos a una ventana, y puedo oír todo lo que dicen,
ARTURO BRUSQUETTI. El sonido ensordecedor del vaso, haciéndose añicos en la pared, llama la atención de mi familia en el comedor. Se escucha sus pasos acercándose. Estoy seguro que se trata de mi madre. Ella y sus manías de meterse en donde no le importa. Me siento cansado de todo. Perdido. Una cosa muy difícil es alejarme de ella; pero la otra, es que lo haga porque me crea una mala persona. O porque me dedique a negocios como esos. — ¿Qué significa todo este desastre? — ingresa mi madre. Retengo el aire para no estallar en contra de ella. Todo me está saliendo mal. Todo está fuera de control. Mi vida se está convirtiendo en un asco. — Sal de aquí, madre — siseo cada palabra en cámara lenta, para que lo escuche bien y obedezca. Pero es tan retorcida que le vale una hectárea mi pedido. — No me dirás que hacer. Soy tu madre y me preocupas, Arturo — Río de forma irónica. — Estoy harto. Están en todas partes. Mi vida se ha vuelto un completo desastre — Sus gestos se contraen
Cuando estaba en la oficina, me dispuse a trabajar de forma tranquila, sin embargo, al medio día, opto por salir a comer algo. Desde siempre he estado solo, porque simplemente no tengo amigos, por lo que comer solo, no era un problema, aunque los medios, siempre tergiversaban la información. Mauricio no lograba conseguir ninguna información, pero estaba seguro que lo haría, aunque el tiempo parezca corto, y mientras comía solo y pensaba en todo lo que estaba sucediendo, mis ojos se percataron de una pareja ingresando al restaurante. Al parecer la vida, estaba destinada a hacerme la vida imposible, pero, sobre todo, a golpearme en donde más me duele. ¿Se han vuelto locos los dos? — Que coincidencia verte por aquí, Arturo — saluda mi hermano. Lo observo y luego paso mi atención en la mujer que se encuentra a su lado. La vida al parecer está empeñada en ponernos en el mismo lugar. — Al parecer — respondo, volviendo a enfocar mi atención en la comida. — Podemos ir a otra mesa, Arm
KERIANNE BACAB. — Por fin te dignas a atenderme — manifiesta Smith, ingresando por la puerta —. Parecía que me estabas evitando. — No te estaba evitando a ti, estaba evitando ese comportamiento tan… — Lo observo de pies a cabeza—, ya entiendes. Desde que pise tierra londinense, he hecho hasta lo imposible, como no hablar con él. Reuniones fuera de la oficina, aunque si estaba aquí encerrada. Oculta como si hubiese cometido algún crimen. — ¿Piensas darme una bendita explicación? — Esa bendita explicación, pídeselo a mi padre — respondí. Desde aquí, puedo ver cómo pone los ojos en blanco. — Estoy cansado de este juego, Kerianne. Podrás ser la hija del dueño de todo, pero soy el presidente de esta empresa y me debes respeto, lealtad. No puedes hacer nada sin mi firma, todos los pendientes deben pasar por mí para aprobarlos, no decidirlo por ser una Bacab — Arqueo una de mis cejas, y al parecer eso le molesta —. Te estás sobrepasando. ¿Qué se puede esperar de alguien que lo ha te