Armando llega un par de minutos después. Natalie no disimula su rostro de poco agrado, pero no refuta nada, y el hombre se percata de eso. Cuando nos deja solos, suelto todo el aire y eso llama la atención de mi amigo. — Espero no haber llegado en un momento crítico — murmura, pero yo no respondo nada. Mi mente sigue puesta en ese momento de persecución —. Kerianne, ¿estás bien? Levanto la cabeza para mirarlo y asiento. — Sí. Estoy bien. Un poco cansada — Me observa fijamente. Sus grandes ojos redondos, estudian mis facciones como si supieran que le oculto algo —. Mejor dime, ¿a qué se debe tu visita? — Solo pasaba a saludarte, e invitarte a almorzar más tarde — Sonrío. Siempre lo hago, aunque la situación sea crítica, pero hoy no tengo cabeza para salir. — Armando, me tendrás que disculpar por ésta vez, no estoy en condiciones de salir hoy — Señalo la mesa llena de documentos —. Estoy atrasada con los pendientes, y estoy segura que mi padre vendrá. — Entiendo… ¿Sucede algo?
Finalizando el día, mi padre pasa a recogerme. Observó a Natalie, quién sube a otro vehículo. — Florecilla, ¿cómo estuvo tú día? — pregunta, pero sé que no es eso lo que realmente quiere saber. Estoy segura que ya está al tanto de todo. — Sé leer entre líneas, padre. ¿Has tu verdadera pregunta? — Está bien. ¿Cómo estás? — repite la pregunta y reímos —. Ya me he enterado de todo y no, no me lo dijo tu asistente. Suelto un suspiro, cargado de frustración. A veces olvidó quién es realmente mi padre. — Estoy bien. Como puedes ver, logré salir ilesa de esto. — Los Brusquetti siguen buscando problemas — lo estudio fijamente, esperando que diga algo más, pero no lo hace. — Padre, hay algo que quiero decirte –confieso finalmente —. Arturo… — Sé a lo que se dedican su familia. Siempre lo supe. — Lo miro sorprendida. — Estaba casada con él — gimo. — Porque tú lo quisiste, y porque él, no es parte de eso. Aunque, su abuelo siempre quiso manejarlo a su antojo. — Padre, yo… — De qu
ARTURO BRUSQUETTI. Hacer el amor, es algo sumamente delicioso cuando se trata de la compañía de la mujer que anhelas tener siempre contigo. Kerianne era todo lo que necesito para sentirme completo. Me daba esa paz, que, por mucho tiempo, añoraba. Ambos estábamos envueltos en una manta. Ella dormía plácidamente, mientras yo la observaba con tanta adoración. Es el ser más hermoso, que la vida ha podido brindarme, y ahora, debo proteger. No puedo alejarme. Cometí ese error, y por ello actuaron, creyendo que no me importaría. Y ahora, estoy aquí, al lado de ella, como siempre debió ser. Amándola a cada segundo de mi vida. Se remueve entre mis brazos, y lentamente, abre los ojos, hasta acostumbrarse a la luz. Me observa y simplemente, le sonrío. — Buenos días — musita, con la voz ronca. — Buenos días. ¿Qué tal dormiste? — La sonrisa se amplía en su rostro. — Bien, ¿y tú? — Perfectamente — respondo. Nos disponemos a entregarnos una vez más al placer, para finalmente, rendirnos. N
Pocas eran las personas que me generaban desconfianza, y Viktor era una de ellas, especialmente, cuando en la portada del periódico, aparece besando a mi mujer. Estar molesto, quedaba corto. En definitiva, estaba tramando algo, pero lo que más me sorprendía, es que mi hermano, solo observaba el periódico sin pestañear. No dio un grito al cielo, no actuó ni reclamó. No demostró absolutamente nada. — ¡Esto es inaudito! ¿Cómo puede faltarle el respeto de esa forma? Alguien debe enseñarle a respetar a una mujer — Me quejo, caminando hacia la puerta que da a la salida; sin embargo, mi escolta me detiene, y mi hermano, simplemente, se marcha del lugar, luego de observar su teléfono celular. No dijo absolutamente nada. Solo se fue, mientras yo era retenido, con las fuerzas del único hombre, que hasta hoy, ha demostrado ser leal conmigo. — Debe calmarse, señor. Recuerde que lo que tienen aún no es de público conocimiento — Intenta hacerme recapacitar. La puerta se abre, y mi padre ingre
KERIANNE BACAB. Tomé la decisión de estar con él. De dejar de pensar y vivirlo. Fue un impulso del momento, pero mi padre tenía razón. Arturo ha hecho lo suficiente para demostrarme que, en verdad, está arrepentido. No soy devota de las segundas oportunidades, no creo en ellas, sin embargo, no puedo pensar igual, sino he pasado por lo que él ha pasado. Su vida nunca ha sido fácil, y lo ha sabido disfrazar, hasta que le quitaron a la mujer que ama, convirtiéndola en un ser malvado, y sellándolo, con la muerte de su hermano. Ahora que todo eso, se ha declarado falso; enterarse que toda la verdad que tenía en frente no era real, que ha estado enfermo de odio por nada, el peso de la culpa lo carcome. Soy débil ante él, y no puedo verlo seguir sufriendo por un error que no hubiese cometido, si su familia fuese un poco más…, familia. — ¿En qué piensas? — pregunta Pau, desde la pantalla del celular. Hemos estado hablando desde un buen rato, detallando cada suceso que me ha ocurrido en
El evento había llegado, todos estaban un poco intrigados por tal organización. Nadie sabía porque se realizaba, pero todos asistirían para saciar su sed de curiosidad. Por mi parte, no estaba segura de ir, mi pare estaba de acuerdo con ello, y ni hablar de Arturo. Sin embargo, mi amigo estaba empeñado a que vaya, porque quería que le cuente lo que sucediera en el evento. No me parecía algo viable, pero estaba a punto de convencerme. — ¿Planeas ir? — pregunta mí, ahora, novio, mientras nos encontramos envueltos entre las sábanas de mi cama. Cuando planeaba responder, el timbre suena. Arqueo una de mis cejas y observo a mi hombre, como si el pudiera responder. — ¿Quién será? Deje un aviso que hoy no iría a la empresa — Me respondo a mí misma. — ¿Quieres que abra la puerta por ti? — inquiere. Lo observo con indignación. — Gracioso. Quédate aquí. — Me pongo de pie, y me coloco el pantalón de chándal y una remera. Camino, hasta llegar a la entrada misma. Abro la puerta y me topo
ARTURO BRUSQUETTI. Sabía desde un principio que algo no estaba cuadrando con el comportamiento de mi hermano, y a pesar de mis sospechas, solo supuse que estaba exagerando. Ahora se encuentra púbicamente comprometido con la mujer que amo, y pese a que ella está siendo obligada, su rostro me ha dicho que me calme, aunque es lo menos que siento en este momento. Me encuentro en una esquina, observando y todo, especialmente a la mujer que amo, siendo manipulada como un juguete de aquí para allá. Tiene el cuerpo tenso, y se nota que está pensando en el algo para salir de ese juego estúpido en el que le metió el idiota de mi hermano. Un camarero, me entrega una nota, y cuando lo leo, entiendo perfectamente el plan. Ella sabía que esto iba a pasar, y debo confiar en ella. Camino hacia la salida, donde Patricia me sujeta del brazo. — Esa zorra… — No la menciones. Estoy lo suficientemente cabreado como para escucharte — Ella sonríe. — Sigo casada con él — masculla, como si eso sería un
La idealización de un plan estratégico, no estaba llevándonos a ningún lado. Literalmente estábamos discutiendo por todo, y mi humor no ayudaba en nada, especialmente, cuando el hombre que pretendía a mí mujer, y al que creí muerto, en realidad está vivo, sonriéndome. — ¿Puedes dejar de mirarme así? — dice de repente el susodicho. — ¿Cómo? — Como si quisieras matarme — responde. — Es lo que realmente quiero hacer. Aún no olvido que besaste a mí mujer — Le recuerdo. — Lo cual, despistó a tu hermano psicópata y mandó a matarme y no a ti — manifiesta. Siempre con esa sonrisa de arrogancia, dibujada en su rostro de niño bonito. ¡No lo soporto! — ¿Pueden dejar de pelear? Mi hija está prácticamente cautiva en su departamento y en la empresa, no puede comunicarse libremente con ninguno de nosotros, y ustedes solo se pasan, peleando por algo irrelevante. — La voz de la madre de Kerianne, sale rasposa, como si estuviera a punto de romperse frente a nosotros —. Quiero a mi hija de vuelta,