La galería de los Hoffmann se preparaba para un nuevo proyecto que prometía ser ambicioso, aunque la realidad era que tomaría meses completarlo. Dominic, sumido en la vorágine de sus pensamientos, se había lanzado a la tarea con la esperanza de evitar cualquier contratiempo. La idea de su compromiso con Sofía aún flotaba en su mente como una nube pesada; él aún no había tomado la decisión de formalizar su relación, y aplazar el anuncio le otorgaba un respiro para reflexionar. Amaba a Sofía, sin duda, pero las diferencias entre ellos se hacían más evidentes con cada día que pasaba. La chispa que había encendido su romance parecía apagarse bajo las sombras de la desconfianza y la inseguridad que la joven proyectaba.Las inseguridades de Sofía eran como un eco constante en su vida, resonando a través de cada conversación. Quería controlar no solo lo que Dominic hacía, sino a quién frecuentaba. En su mente, cada amigo que se acercaba a él era un potencial enemigo, un rival que podría roba
Sentada frente a su ordenador, Violet miraba la pantalla con una intensidad que la hacía parecer una estatua, inmóvil y absorta en un mundo que giraba a su alrededor. Había pasado solo unos minutos, pero esos minutos se sentían como horas mientras su mente luchaba por procesar la increíble información que sus ojos habían captado. Aquella mañana, se había despertado al sentir los cálidos rayos del sol filtrándose por la ventana que había olvidado cerrar la noche anterior. Como cada día, revisó su correo con la esperanza de que, por fin, un mensaje importante iluminara su bandeja de entrada. Pero, como era habitual, solo encontró el vacío que la sumía en la incertidumbre y el temor al rechazo de una prestigiosa empresa. Sin embargo, esta vez fue diferente. Un destello de emoción atravesó su pecho al leer, por enésima vez, la frase que cambiaría su vida. “Su solicitud ha sido aprobada.” La incredulidad se apoderó de ella, y el tiempo pareció detenerse mientras la realidad se asentab
—Nada importante, amor. No te preocupes —respondió Demian besando la frente de su esposa para luego dirigirse a su hijo y murmurarle algo que ellas no alcanzaron a oír—. ¿Puedes hacerlo? —Sí, descuida —asintió Dominic sin mucho ánimo. Olivia los observó con intriga, pero no preguntó al respecto deduciendo que se trataba de trabajo. En cambio, le contó a su marido del logro de Violet y este la felicitó por ello. —Estaba pensando que deberíamos cenar en familia para celebrar, ¿qué les parece? —la sugerencia de Olivia no resultaba del todo mala para los tres, sin embargo, su esposo estaría ocupado esa noche y Dominic debía viajar para unos negocios que su padre no podía atender en persona. —Pero estaría bien dejar la cena para otra ocasión, y así celebrar esa gran noticia —dijo Demian mirando a la joven con orgullo. —De acuerdo —aceptó resignada su esposa—. ¿Y a qué se debe este viaje de negocios tan repentino? —Uno de los clientes se ha enfermado y debe viajar el viernes a Franc
Mientras tanto, en la mansión de los Klein, se desataba una gran tensión, llena de lamentos, como si de un funeral se tratase. Los padres de Sofía estaban devastados por la cancelación del compromiso de su primogénita. Sofía les había contado su versión distorsionada de los hechos, mostrándose tan afectada por la ruptura que no había dejado de lloriquear en los brazos de su padre. Este, furioso, contenía sus pensamientos sobre Dominic Hoffmann, el joven que había jugado con los sentimientos de su hija. Si no había ido a confrontarlo, era únicamente por el amor que sentía por Sofía. De lo contrario, ya se habría plantado en la casa de aquel imbécil para insultarlo y hacerle pagar por haberle roto el corazón a su tesoro más valioso. Sin embargo, no se quedaría de brazos cruzados; ese hombre se las pagaría caro.En medio de la tristeza que envolvía el ambiente, volviéndolo sombrío y apagado, se encontraba Sebastián Klein, el hermano menor de Sofía. Durante todo ese tiempo, había optado p
—Ah, Dominic se ha llevado el auto de tu tío porque el suyo está en el taller —le informó, notando el suspiro de resignación de la joven—. ¿Por qué? ¿Vas a un lugar? Si quieres le puedo pedir a Dominic que te lleve aprovechando que va al aeropuerto más tarde. —No, no es necesario. De todos modos, no quería salir hoy —respondió Violet, aliviada de poder evadir la reunión con sus amigos.—¿Tenías planes? —indagó Olivia, la curiosidad brillando en sus ojos.—Quedé en ver a unos viejos amigos, pero puedo planear algo luego. ¿A dónde irá Dominic? —la miró intrigada.—California —dijo su tía, mirando distraídamente la taza de café que sostenía.—¿California? ¿Dónde vive la tía Regina? —preguntó Violet con una mezcla de nostalgia y entusiasmo.—Sí, exactamente. —Olivia asintió, sintiendo un ligero destello de alegría al recordar a la dulce anciana.—Tengo tanto tiempo sin verla, y echo de menos un montón sus tartas de fresas —comentó la joven.En ese instante, una idea brillante surgió en l
Violet se encontraba en el aeropuerto, ansiosa y emocionada, esperando abordar su vuelo a California. Había salido temprano, y la atmósfera vibrante del aeropuerto sólo incrementaba su entusiasmo. Afortunadamente, viajaría en primera clase, un lujo que su familia podía permitirse, y no podía evitar sentirse profundamente agradecida por los servicios que le ofrecían. Su tía Olivia había conseguido un boleto en cuanto supo que Violet iba a viajar, aunque una pequeña inquietud la acompañaba."¿Qué pensaría Dominic al verla allá?"Era evidente que él estaría en California por motivos de trabajo. Pero la idea de coincidir con él la llenaba de dudas y preguntas. "¿Se enojaría con ella al enterarse de que también había venido?" se cuestionó, tratando de sacudirse esa preocupación.Mientras tanto, la azafata pasó ofreciendo snacks y dulces. Violet tomó un puñado para calmar un poco su estómago, que ya comenzaba a protestar por la falta de comida. —Gracias —dijo con una sonrisa, y la azafata
Encontrar un taxi disponible resultó ser más complicado de lo que había imaginado. Sin embargo, después de varios minutos, logró detener uno en las ajetreadas calles de California. Violet descendió del vehículo, agradeciendo al amable chófer, y se encaminó hacia la imponente casa que se alzaba a unos metros de distancia. La fachada mantenía aquel aire antiguo y pintoresco que recordaba con cariño. Cada detalle de ese lugar estaba grabado en su memoria, pues su infancia había sido la etapa más feliz de su vida, especialmente cuando pasaba el tiempo con la tía Regina, quien siempre la consentía. Subió los pocos peldaños que llevaban a la puerta de madera y golpeó con los nudillos, aguardando ansiosa a que se abriera. En cuestión de segundos, el rostro de una señora mayor apareció, mirándola con asombro. —¿Violet? ¡Hija, qué alegría verte! —exclamó, mostrando una amplia sonrisa que acentuó las arrugas de su rostro. —Tía Regina, cuánto la he extrañado —respondió la joven mientras la a
Dominic despertó en la casa de la tía Regina, aquella anciana dulce y consentidora que había sido como una madre para él. Recordaba con cariño los meses en que ella se había encargado de él, mientras su madre, Olivia, lidiaba con un embarazo complicado de su hermana, Emma. La tía Regina había abierto su hogar con los brazos abiertos, convirtiéndose en un refugio seguro para él.Se estiró en la cama, sintiendo sus extremidades un poco entumecidas, y deslizó sus pies envueltos en las pantuflas peludas sobre la alfombra, dirigiéndose al baño para una ducha. La noche anterior no había tenido tiempo para asearse; apenas su cabeza tocó la almohada, se quedó profundamente dormido. Hacía tiempo que no descansaba tan bien como lo había hecho allí, en el hogar que una vez había sentido como suyo. Después de ducharse, se vistió con una polera blanca y pantalones caqui, optando por usar de nuevo los tenis que había traído. Eran más cómodos que las pantuflas peludas que la tía Regina le había pre