"Un «Sí» Forzado"
Dos semanas después.
—Estás perfecto, ¡Ya es hora! —recordó su amigo palmeando su hombro.
Le dedicó una mirada asesina a través del espejo de cuerpo completo.
—Dylan, no es el día más especial de mi vida.
—Lo es para el mundo, los medios, inclusive los allegados de tu familia. Así que sonríe, se avecina una lluvia de flashes, atención y aplausos —recordó y volvió a dedicarle una mala mirada.
Por otra parte, Mirella debía actuar con dureza, pero ver el reflejo triste de la joven, la inclinaba a ser amable.
—Sonríe, por favor. La novia debe estar radiante, llena de felicidad por este día.
—No estoy feliz —emitió —. ¿Es lógico estarlo cuando fui obligada? Tampoco soy una actriz.
—Raid no es comprensivo como yo, hazlo, no busques un castigo, Juliette.
«Su marido es un maldito infeliz, al igual que su hijo».
Expiró.
—¡La novia debe presentarse! —exclamó alguien.
En un salón magníficamente decorado, con candelabros de cristal que iluminaban la estancia bajo la atmósfera palaciega, ella caminaba lentamente hacia el altar. Ya le dolía los músculos de la cara, mientras la suave melodía de un cuarteto de cuerda creaba una atmósfera solemne y elegante.
Él, con traje y corbata, la admiró a la distancia. ¿Cómo podría verse tan inalcanzable la insignificante compra de su padre? Su vestido blanco, adornado con encajes y pedrería, resaltaba su belleza, otorgando una imagen perfecta de Juliette.
—¿Por qué tienes que verte tan malditamente hermosa? —gruñó para sí.
La joven sufría siendo el centro de atención, cada paso que daba hacia adelante era como un eco ensordecedor en su mente, recordándole que aquel matrimonio no era por amor, sino por obligación.
Los invitados, vestidos con sus mejores galas, la observaban con expectación y curiosidad. Sus miradas fijas en ella, como si fuera el centro de atención de un gran espectáculo. Pero detrás de su sonrisa forzada y los gestos delicados, se ocultaba una mezcla de nerviosismo y miedo.
A medida que se acercaba al altar, su corazón latía cada vez más rápido, sintiendo el peso del terror colarse en su cuerpo.
El hombre que la esperaba al final, no era aquel que había robado su corazón ni con quien había soñado compartir su vida. Era un extraño para ella, alguien a quien apenas conocía. Pero estaba obligada a unirse a él en matrimonio, y eso desataba su ira interna.
Mientras se acercaba al altar, sus manos temblaban ligeramente y sentía un nudo en la garganta. Sus ojos buscaban desesperadamente una salida, un rayo de esperanza en medio de la opulencia y la solemnidad. Pero solo encontraba miradas expectantes y el ruido sordo de sus propios pensamientos.
Mientras que Karim, era ajeno a sus temores.
Los votos matrimoniales se pronunciaban, mientras ella luchaba por contener las lágrimas y mantener la compostura.
—...Nos espera una vida enlazados, prometo hacerte la mujer más feliz del mundo, serte fiel y leal hasta mi último respiro. Yo, Karim Ghazaleh, te tomo a ti, Juliette Rossi, como mi esposa, para amarte y respetarte, en la alegría y en la tristeza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.
¡Qué palabras más mentirosas y desoladoras!
Cuando deslizó la sortija en su dedo, sintió una corriente abrasadora, pero no le dio ni la mínima importancia.
Sabía que era su turno.
—Prometo amarte en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en la alegría y en la tristeza, todos los días de mi vida... Karim Ghazaleh, sí, acepto ser tu esposa—pronunció su nombre con nerviosismo, solo él lo notó.
Cuando sus labios se juntaron, ella sintió algo extraño en su interior, una sensación que la confundió.
Al rato, se estaba festejando. La música animada llenaba el ambiente mientras los invitados reían, bailaban y disfrutaban de la celebración. Sin embargo, en medio de toda esa alegría, Julieete se sentía atrapada en un mundo que no deseaba, anhelando secretamente que todo terminara pronto.
Pero aún más acorralada estaba de solo pensar en la noche de bodas.
Miró a Karim, él no dejaba de beber a raudales, a esas alturas, acabaría ebrio.
***
El árabe no podía ni con su alma. Trastabillos daba sin parar, pero nunca cayó. Juliette deseó que se fuera de bruces y se quedara inconsciente, pero no ocurrió.
—Ven aquí, te haré mía —dictaminó acorralando a la pobre chica contra la pared.
—Apestas a alcohol —soltó empujándolo por el pecho, puso resistencia.
Pero él le arrebató el vestido y la besó con locura. Ella apenas podía seguir oxigenando sus pulmones.
En un giro inesperado, las barreras de poder y su forma de ser un roble posesivo, se desvanecieron, dejando al descubierto un lado débil que había mantenido oculto de la joven, ese que lo aislaba de la vulnerabilidad.
—¿Debería ser como él? M*****a sea, no quiero ser como mi padre... —confesó, casi para sí mismo.
Ella estaba paralizada, semidesnuda y con el corazón en un puño.
Sus manos temblorosas y su voz entrecortada revelaban un miedo profundo y una inseguridad que nunca se habían permitido ver. Las lágrimas brotaban de sus ojos mientras recordaba los crímenes de su padre, todo el infierno que le hacía pasar a su madre, no quería ser su viva imagen.
—Karim... —lo llamó asustada por el cambio brusco, sus ojos seguían brillando, pero divisó algo diferente, terror.
Sus delgadas manos acunaron su rostro, un poco vacilante, pero finalmente lo estaba consiguiendo.
—¿Qué estás haciendo? —a diferencia de su habitual voz cargada de orden, se volvió cálido, quizá solo era parte los efectos del alcohol, como no estaba con la cabeza fría, entonces no era un tirano —. Te hice una pregunta.
Juliette, ágil repasó su barbilla y sonrió un poco. No hacían faltas las palabras, la virgen supo que aquel hombre estaba dañado, que podría resultar un aliciente para él, esperanzada pensó en volverse el remedio para la crueldad que solía emanar.
Se puso de puntillas y rozó sus labios. Estaba dispuesta a ser la medicina que necesitaba.
Tal vez no era demasiado tarde.
—Hazme tuya, Karim Ghazaleh —solicitó antes de tomar la iniciativa y dejarse llevar, raptada por la fogosidad que desprendía su "dueño", su esposo.
"Atrapada" La suavidad del colchón acarició su espalda durante la caída, Karim no apartó los ojos de su mirada, y reanudó los besos, las caricias. Todo aquello que volvía dinamitas el interior de la joven. Juliette se extravió en sus orbes hechizantes, atrapando bocanadas con la intención de seguir oxígenando sus atrofiados pulmones. Él era un tipo fámelico, exigiendo todo de sí, mientras que la inexperta joven desposada, se hacía a la idea de entregar a ese árabe hambriento, su virginidad. En medio del acto, sus manos tantearon algunas cicatrices, pero sus labios la silenciaron antes de siquiera cuestionar. La espera se terminó, Juliette se reflejó en él, se volvió parte de aquel millonario, que realizó su petición y la marcó suya. —Karim...—Eres mía, de mí no podrás escabullirte jamás. Lo sabía, pero en aquellas circunstancias le importó un bledo. —No quiero huir —aseguró aferrada a su cuerpo.***La luz de la mañana se filtraba por las cortinas, iluminando suavemente la hab
"Me Darás Un Hijo" 1 semana después...Juliette se sentía como una prisionera en su propia casa. A pesar de estar rodeada de lujos y comodidades, ella anhelaba más que nada la libertad de poder hacer lo que quisiera, ir donde quisiera y ser quien quisiera. Pero sabía que eso no era posible mientras estuviera atrapada en el mundo de Karim. La opulencia que la rodeaba la detestaba, era una maldición para ella. Cada vez que pensaba en ello, las lágrimas brotaban de sus ojos y se preguntaba si alguna vez encontraría la forma de escapar de todo ese infierno.—¿Estás lista? No tengo tiempo que perder —exclamó desde el exterior. —Solo un segundo —pidió antes de dirigirse al baño. Juliette sostenía la pequeña píldora anticonceptiva en su mano, sintiendo una mezcla de emociones. Sabía que debía tomarla si no quería estar en problemas. Después de un momento de reflexión, cerró los ojos, tomó un sorbo de agua y dejó que la píldora se deslizara por su garganta. Con ese acto, se sentía más al
"Por las buenas o las malas"Juliette abrió lentamente los ojos, como si despertara de una pesadilla. La suave luz del amanecer se filtraba a través de las cortinas de seda, iluminando los detalles de la lujosa habitación que la rodeaba. Postrada en su cama de dosel, miró a su alrededor con una sensación de asfixiante familiaridad.Esta era su vida ahora: una jaula dorada donde todo parecía perfecto en la superficie, pero donde su alma se marchitaba día a día. Suspiró profundamente, dejando que la realidad la golpeara de lleno. Casada con Karim, un hombre poderoso y despiadado que la había arrancado de su vida anterior, ahora se encontraba atrapada en una existencia que no le pertenecía.Juliette se incorporó lentamente, sintiendo el peso invisible de las cadenas que la ataban a este mundo de lujos y privilegios. Cada mañana, al abrir los ojos, le costaba recordar cómo había llegado a este punto. Su matrimonio no había sido un acuerdo convenido tampoco alguna unión de conveniencia or
La FugaJuliette aprovechó un descuido de los guardias para escabullirse fuera de la mansión. Su corazón latía con fuerza mientras corría por las calles de la ciudad, sabiendo que Karim no tardaría en descubrir su ausencia y desatar su ira. Con pasos apresurados, Juliette se mezclaba entre la gente, tratando de pasar desapercibida. Miró a su alrededor, buscando un lugar seguro donde esconderse. Mientras avanzaba, recordó las palabras de Karim. "Si intentas escapar, te encontraré y te haré pagar por tu traición".A pesar del miedo, Juliette se negaba a rendirse. Tenía que arriesgarlo todo por recuperar su libertad. Entró a un pequeño callejón y se ocultó detrás de unos contenedores de basura, tratando de regular su agitada respiración.Unos minutos después, escuchó el sonido de pasos y voces que se acercaban a toda prisa. Eran los guardias de Karim, gritando su nombre y ordenando a la gente que les diera información sobre su paradero. Juliette se encogió aún más, orando en silencio p
El Precio de la LibertadLa joven estaba tan asustada que no sabía a dónde ir, su corazón latía frenéticamente, ella solo deseaba encontrarse sana y salva pero siempre lejos de ese hombre que nada bueno le traería. De un momento a otro chocó con un cuerpo duro; sintió terror, ni siquiera quiso elevar la cabeza y cuando lo hizo descubrió a una mujer. —Linda, ¿te encuentras bien? —quiso saber la mujer, inquieta al verla desorientada. —Yo... Estoy bien. Incluso después de recibir esa respuesta la mencionada no se quedó convencida y por eso la evaluó un poco más de cerca. —Estás tan pálida, ¿tienes hambre? Aquello descolocó a Juliette, que no se esperaba la amabilidad repentina de esa mujer y más siendo una completa desconocida; una vez más la vida le señalaba que todavía seguían existiendo personas buenas con un corazón bonito. —No me conoce, además, no tengo hambre. Precisamente en ese instante el estómago de la mujer rugió. Con una sonrisa de labios finos, la recién aparecida
Raid estaba furioso con su hijo, caminaba en círculo sin parar de un lado al otro, dentro de la oficina de Karim, era como si un león iracundo lo había poseído. —¿Es tan incompetente la seguridad que tienes en casa? Lo que me dices es algo que no tiene sentido. ¿Afirmas que una simple muchacha logró escabullirse? ¡Despide a esos infelices que no saben hacer su trabajo! —elevó el tono de voz acercándose al escritorio y arrojó varias cosas al suelo de un manotazo —. No es tan difícil encontrar a esa ingrata, así que date prisa. En medio de todo el revuelo causado, Karim soltó una carcajada seca y miró a su padre con el ceño fruncido. Era increíble el interés descomunal que su padre tenía hacia esa mujer. Si ella provenía de la nada entonces, ¿qué más daba? Por eso sentía que su padre le estaba ocultando algo más. Era como si más allá de querer un nieto, su progenitor quería otro objetivo. —¿Acaso no puedes conseguirme otra esposa? —inquirió sarcástico —. ¡Hay otros asuntos más releva
El árabe se abrió paso con autoridad, entonces tomó su mano y la llevó a rastras al exterior, sin decir siquiera una sola palabra, sin causar otra escena en la que ella se convertía en su presa, extrañamente nada de eso ocurrió, aunque lo que estaba pasando no estaba lejos de ser un abuso de su parte. —Karim, lo siento... —emitió temerosa. Tenía días sin verlo, de seguro la ira del hombre sería impacable. En respuesta apretó con fiereza su mano y no la soltó hasta que por fin le abrió la portezuela de copiloto y se cercioró de que ella estuviera dentro. Mientras tanto la joven no dejaba de sentir que su corazón estaba a punto de escapar de su pecho. Entrelazó las manos sobre su regazo jugando con sus dedos en un momento lleno de nerviosismo. El árabe rodeó el auto y abordó, una vez dentro, ella lo miraba por el rabillo del ojo, él exhaló el aire retenido por mucho tiempo, antes de girar la cabeza a su dirección. —¿Puedes decirme que es lo que has conseguido con toda esta huida? ¿A
Melanie le dedicó una sonrisa secreta al verla. Por lo menos estaba sana, si bien sabía que la joven merecía su libertad, en su opinión estaría más segura allí que afuera sin saber a dónde ir. —Señor —saludó poniéndose seria. —Preparale la cena, vigila que se coma todo —señaló y se giró para ver a la aludida, que volvía a estar cabizbaja, aferrada al barandal, parecía tener premura por subir a la habitación. —Lo haré señor. Con su permiso. —No es menester que le digas eso, sé que debo comer, además, ya te dije que muero de hambre —expresó antes de subir, él no la siguió, en cambio se dirigió al gran salón para hacer una llamada a su padre. Le informó que Juliette estaba devuelta en casa. Con eso fue suficiente para cambiar el humor de su padre. —Vale, sé más precavido, ya se escubulló una vez y puede intentarlo otra vez. —No te preocupes —emitió Antes de finalizar la llamada y liberar el aire retenido. Juliette una vez estuvo debajo de la cascada de la ducha, pudo disfrutar de