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El árabe se abrió paso con autoridad, entonces tomó su mano y la llevó a rastras al exterior, sin decir siquiera una sola palabra, sin causar otra escena en la que ella se convertía en su presa, extrañamente nada de eso ocurrió, aunque lo que estaba pasando no estaba lejos de ser un abuso de su parte.

—Karim, lo siento... —emitió temerosa. Tenía días sin verlo, de seguro la ira del hombre sería impacable.

En respuesta apretó con fiereza su mano y no la soltó hasta que por fin le abrió la portezuela de copiloto y se cercioró de que ella estuviera dentro. Mientras tanto la joven no dejaba de sentir que su corazón estaba a punto de escapar de su pecho. Entrelazó las manos sobre su regazo jugando con sus dedos en un momento lleno de nerviosismo.

El árabe rodeó el auto y abordó, una vez dentro, ella lo miraba por el rabillo del ojo, él exhaló el aire retenido por mucho tiempo, antes de girar la cabeza a su dirección.

—¿Puedes decirme que es lo que has conseguido con toda esta huida? ¿A
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