"Me Darás Un Hijo"
1 semana después...
Juliette se sentía como una prisionera en su propia casa. A pesar de estar rodeada de lujos y comodidades, ella anhelaba más que nada la libertad de poder hacer lo que quisiera, ir donde quisiera y ser quien quisiera. Pero sabía que eso no era posible mientras estuviera atrapada en el mundo de Karim.
La opulencia que la rodeaba la detestaba, era una maldición para ella. Cada vez que pensaba en ello, las lágrimas brotaban de sus ojos y se preguntaba si alguna vez encontraría la forma de escapar de todo ese infierno.
—¿Estás lista? No tengo tiempo que perder —exclamó desde el exterior.
—Solo un segundo —pidió antes de dirigirse al baño.
Juliette sostenía la pequeña píldora anticonceptiva en su mano, sintiendo una mezcla de emociones. Sabía que debía tomarla si no quería estar en problemas. Después de un momento de reflexión, cerró los ojos, tomó un sorbo de agua y dejó que la píldora se deslizara por su garganta. Con ese acto, se sentía más aliviada, no sostenía ni en su cabeza, la idea de darle un hijo a ese miserable.
Al salir, él la miró de los pies a la cabeza y desaprobó su ropa.
—¿Es lo mejor que tienes en el armario? ¡Respóndeme! Tienes más de una hora arreglándote y te apareces así, m****a —reclamó.
¿Qué tenía de malo su ropa?
—Karim...
—No quiero ponerme de mal humor —aseguro apretándose el tabique de la nariz —. Ve y cambiate esa terrible ropa que tienes.
Ella apretó los dientes, otra vez se mostró sumisa e hizo lo que exigió. Pasado un tiempo, se marcharon, iba de copiloto, odiando la ruta, el espacio compartido y el destino.
Él estaba centrado en el trayecto.
Karim se reuniría con un colega.
"¿Por qué demonios debo acompañarte?" Pensó con furia.
Al llegar, el valet parking se encargó del auto. Rumbo al interior del restaurante afamado, él colocó una mano en la espalda baja de la mujer, acto que se presentó en forma de espiral en su espalda. Sí, tubo que fingir sonrisa y un paso seguro que llegó a flaquear.
Y si no fuera por su empuje, habría quedado anclada al suelo, desvanecida tal vez.
Un rubio de atractivos ojos azules estrechó manos con el árabe. Luego, la miró a ella y de forma educada saludó.
—Debes ser la persona que atrapó su corazón.
—Sí, ella es mi esposa, Juliette —continuó el tonto de Karim, fingiendo cariño delante del trajeado.
—Un gusto, encantada de conocerle —emitió sin ganas, pero se esforzó para disfrazarlo.
Mientras ellos dos se sumergieron en temas de negocios, ella se quedó al margen, agobiada con el ambiente, con los remilgos excesivos. Todo eso la ponía mal. ¡Quería salir corriendo de allí y dejar todo atrás!
En algún momento sonó el teléfono del tipo rubio, al parecer tenía otros pendientes, por eso la reunión acabó. Afortunadamente se terminó.
Y pudieron ir a casa.
***
La mujer estaba a escondidas, escuchando la conversación telefónica que mantenía Karim.
—¿Por qué? No quiero hijos, padre. Tampoco tendré hijos con ella. ¿Estás demente?
Ella se tapó la boca.
¿Así que el malévolo de su padre le exigía un nieto de ambos? Casi le da un patatús, ni loca le daría un hijo a ese idiota.
—Terminemos con esto, adiós.
Ella, sabiendo que podría darse cuenta de su intromisión a escondidas, se retiró lo más pronto que pudo de la zona y llegó a su habitación con el corazón desbocado.
Mientras tanto, el millonario se quedó reflexionando en las palabras de su padre.
"Debe darte un hijo, si quieres mantener el poder absoluto".
Karim se estaba devorando la cabeza de tanto pensar. ¿Por qué un hijo con Juliette le otorgaría el control de todo?
—Maldición, ¿qué me estás ocultando, padre? —se frotó la sien, aquejado por el dolor de cabeza —. Un hijo...
Más tarde, cuando la noche caía, Juliette cenó algo ligero, sola, porque Karim estaba metido en el despacho que tenía en casa. Pero era agradable la soledad y no la compañía desagradable de su esposo. De pronto él apareció, así de imponente como siempre.
—Pensé que ya no estarías aquí.
Y era cierto que a diferencia de otros días, se demoró más en devorar lo que quedaba en su plato.
—Me daré prisa.
—No te estoy echando —elevó la voz, ella se estremeció —. ¿Has estado tomando la píldora?
—Me dijiste que...
—Sé lo que te dije, de ahora en adelante no habrá protección.
Aunque se veía venir aquello de su parte, ella abrió los ojos de par en par y casi se ahogó con la comida.
—¿Por qué?
Sus filosos ojos se clavaron en ella.
—Me darás un hijo, Juliette —declaró congelando hasta sus huesos —. Al fin y al cabo, tú me perteneces.
—¿Un bebé? No quiero embarazarme, Karim... —refutó en contra, él la miró mal.
—¿Lo decides tú? Aquí se hace lo que ordene, ¿te atreves a tener una objeción?
Pasó saliva con dificultad antes de verlo a los ojos y negar. Pero apretaba el regazo de su vestido debajo de la mesa, ocultando el enojo que de sus poros también escapaba.
—Dejaré la píldora y te daré un hijo, Karim —pronunció forzada, resignada como a Karim le gustaba verla.
"Por las buenas o las malas"Juliette abrió lentamente los ojos, como si despertara de una pesadilla. La suave luz del amanecer se filtraba a través de las cortinas de seda, iluminando los detalles de la lujosa habitación que la rodeaba. Postrada en su cama de dosel, miró a su alrededor con una sensación de asfixiante familiaridad.Esta era su vida ahora: una jaula dorada donde todo parecía perfecto en la superficie, pero donde su alma se marchitaba día a día. Suspiró profundamente, dejando que la realidad la golpeara de lleno. Casada con Karim, un hombre poderoso y despiadado que la había arrancado de su vida anterior, ahora se encontraba atrapada en una existencia que no le pertenecía.Juliette se incorporó lentamente, sintiendo el peso invisible de las cadenas que la ataban a este mundo de lujos y privilegios. Cada mañana, al abrir los ojos, le costaba recordar cómo había llegado a este punto. Su matrimonio no había sido un acuerdo convenido tampoco alguna unión de conveniencia or
La FugaJuliette aprovechó un descuido de los guardias para escabullirse fuera de la mansión. Su corazón latía con fuerza mientras corría por las calles de la ciudad, sabiendo que Karim no tardaría en descubrir su ausencia y desatar su ira. Con pasos apresurados, Juliette se mezclaba entre la gente, tratando de pasar desapercibida. Miró a su alrededor, buscando un lugar seguro donde esconderse. Mientras avanzaba, recordó las palabras de Karim. "Si intentas escapar, te encontraré y te haré pagar por tu traición".A pesar del miedo, Juliette se negaba a rendirse. Tenía que arriesgarlo todo por recuperar su libertad. Entró a un pequeño callejón y se ocultó detrás de unos contenedores de basura, tratando de regular su agitada respiración.Unos minutos después, escuchó el sonido de pasos y voces que se acercaban a toda prisa. Eran los guardias de Karim, gritando su nombre y ordenando a la gente que les diera información sobre su paradero. Juliette se encogió aún más, orando en silencio p
El Precio de la LibertadLa joven estaba tan asustada que no sabía a dónde ir, su corazón latía frenéticamente, ella solo deseaba encontrarse sana y salva pero siempre lejos de ese hombre que nada bueno le traería. De un momento a otro chocó con un cuerpo duro; sintió terror, ni siquiera quiso elevar la cabeza y cuando lo hizo descubrió a una mujer. —Linda, ¿te encuentras bien? —quiso saber la mujer, inquieta al verla desorientada. —Yo... Estoy bien. Incluso después de recibir esa respuesta la mencionada no se quedó convencida y por eso la evaluó un poco más de cerca. —Estás tan pálida, ¿tienes hambre? Aquello descolocó a Juliette, que no se esperaba la amabilidad repentina de esa mujer y más siendo una completa desconocida; una vez más la vida le señalaba que todavía seguían existiendo personas buenas con un corazón bonito. —No me conoce, además, no tengo hambre. Precisamente en ese instante el estómago de la mujer rugió. Con una sonrisa de labios finos, la recién aparecida
Raid estaba furioso con su hijo, caminaba en círculo sin parar de un lado al otro, dentro de la oficina de Karim, era como si un león iracundo lo había poseído. —¿Es tan incompetente la seguridad que tienes en casa? Lo que me dices es algo que no tiene sentido. ¿Afirmas que una simple muchacha logró escabullirse? ¡Despide a esos infelices que no saben hacer su trabajo! —elevó el tono de voz acercándose al escritorio y arrojó varias cosas al suelo de un manotazo —. No es tan difícil encontrar a esa ingrata, así que date prisa. En medio de todo el revuelo causado, Karim soltó una carcajada seca y miró a su padre con el ceño fruncido. Era increíble el interés descomunal que su padre tenía hacia esa mujer. Si ella provenía de la nada entonces, ¿qué más daba? Por eso sentía que su padre le estaba ocultando algo más. Era como si más allá de querer un nieto, su progenitor quería otro objetivo. —¿Acaso no puedes conseguirme otra esposa? —inquirió sarcástico —. ¡Hay otros asuntos más releva
El árabe se abrió paso con autoridad, entonces tomó su mano y la llevó a rastras al exterior, sin decir siquiera una sola palabra, sin causar otra escena en la que ella se convertía en su presa, extrañamente nada de eso ocurrió, aunque lo que estaba pasando no estaba lejos de ser un abuso de su parte. —Karim, lo siento... —emitió temerosa. Tenía días sin verlo, de seguro la ira del hombre sería impacable. En respuesta apretó con fiereza su mano y no la soltó hasta que por fin le abrió la portezuela de copiloto y se cercioró de que ella estuviera dentro. Mientras tanto la joven no dejaba de sentir que su corazón estaba a punto de escapar de su pecho. Entrelazó las manos sobre su regazo jugando con sus dedos en un momento lleno de nerviosismo. El árabe rodeó el auto y abordó, una vez dentro, ella lo miraba por el rabillo del ojo, él exhaló el aire retenido por mucho tiempo, antes de girar la cabeza a su dirección. —¿Puedes decirme que es lo que has conseguido con toda esta huida? ¿A
Melanie le dedicó una sonrisa secreta al verla. Por lo menos estaba sana, si bien sabía que la joven merecía su libertad, en su opinión estaría más segura allí que afuera sin saber a dónde ir. —Señor —saludó poniéndose seria. —Preparale la cena, vigila que se coma todo —señaló y se giró para ver a la aludida, que volvía a estar cabizbaja, aferrada al barandal, parecía tener premura por subir a la habitación. —Lo haré señor. Con su permiso. —No es menester que le digas eso, sé que debo comer, además, ya te dije que muero de hambre —expresó antes de subir, él no la siguió, en cambio se dirigió al gran salón para hacer una llamada a su padre. Le informó que Juliette estaba devuelta en casa. Con eso fue suficiente para cambiar el humor de su padre. —Vale, sé más precavido, ya se escubulló una vez y puede intentarlo otra vez. —No te preocupes —emitió Antes de finalizar la llamada y liberar el aire retenido. Juliette una vez estuvo debajo de la cascada de la ducha, pudo disfrutar de
Dos meses después. Juliette se acurrucó en la esquina de su cama, abrazando sus rodillas contra su pecho. Una sensación de malestar se había apoderado de ella desde que se había despertado esa mañana, y un miedo incontrolable se agitaba en el fondo de su mente. Aspiró profundamente, intentando calmar los latidos acelerados de su corazón.Durante semanas, había estado eludiendo la posibilidad, negándose a admitir lo que parecía tan evidente. Pero ahora, con cada síntoma que aparecía, la verdad se volvía más ineludible. Juliette se mordió el labio, luchando contra las lágrimas que amenazaban con brotar.Reuniendo todo su valor, se puso de pie y se miró en el espejo. Su reflejo le devolvía la mirada, con los ojos llenos de preocupación y una expresión de profunda angustia. Juliette trazó suavemente las líneas de su rostro, preguntándose cómo su vida había llegado a este punto. El sonido de unos golpes en la puerta la sobresaltó, y rápidamente se secó los ojos, tratando de componer una
El árabe se aproximó a ella y le quitó el test de la mano. —¿Acaso tenías la intención de ocultarme la verdad? —rugió embravecido. —¿No te darías cuenta de todas maneras? Me imagino que estás saltando de la felicidad por dentro, porque has logrado tu objetivo... Lo que tu padre desea con tanto fervor —agregó y él la miró liberando el aire retenido. —Será mejor que guardes silencio, cámbiate rápido de ropa que iremos a la clínica, la noticia se tiene que confirmar con análisis de sangre, así estaremos seguros —casi fue una orden que debía acatar porque sí. Ella bufó y se levantó, de pronto mientras se incorporaba la atravesó un mareo y casi pierde el equilibrio, de no ser porque el árabe la sostuvo por la cintura creando un acercamiento que la puso incómoda. Su tacto, pese a estar indirectamente sobre su piel, se sintió ardiente. Era una flama peligrosa. —Karim...—Ten cuidado, podría pasarle algo a mi hijo —agregó antes de separarse. "¿Su hijo? ¿Por qué tenía ese sentimiento eg