05

 "Me Darás Un Hijo" 

1 semana después...

Juliette se sentía como una prisionera en su propia casa. A pesar de estar rodeada de lujos y comodidades, ella anhelaba más que nada la libertad de poder hacer lo que quisiera, ir donde quisiera y ser quien quisiera. Pero sabía que eso no era posible mientras estuviera atrapada en el mundo de Karim. 

La opulencia que la rodeaba la detestaba, era una maldición para ella. Cada vez que pensaba en ello, las lágrimas brotaban de sus ojos y se preguntaba si alguna vez encontraría la forma de escapar de todo ese infierno.

—¿Estás lista? No tengo tiempo que perder —exclamó desde el exterior. 

—Solo un segundo —pidió antes de dirigirse al baño. 

Juliette sostenía la pequeña píldora anticonceptiva en su mano, sintiendo una mezcla de emociones. Sabía que debía tomarla si no quería estar en problemas. Después de un momento de reflexión, cerró los ojos, tomó un sorbo de agua y dejó que la píldora se deslizara por su garganta. Con ese acto, se sentía más aliviada, no sostenía ni en su cabeza, la idea de darle un hijo a ese miserable. 

Al salir, él la miró de los pies a la cabeza y desaprobó su ropa. 

—¿Es lo mejor que tienes en el armario? ¡Respóndeme! Tienes más de una hora arreglándote y te apareces así, m****a —reclamó.

¿Qué tenía de malo su ropa? 

—Karim...

—No quiero ponerme de mal humor —aseguro apretándose el tabique de la nariz —. Ve y cambiate esa terrible ropa que tienes. 

Ella apretó los dientes, otra vez se mostró sumisa e hizo lo que exigió. Pasado un tiempo, se marcharon, iba de copiloto, odiando la ruta, el espacio compartido y el destino. 

Él estaba centrado en el trayecto. 

Karim se reuniría con un colega. 

"¿Por qué demonios debo acompañarte?" Pensó con furia. 

Al llegar, el valet parking se encargó del auto. Rumbo al interior del restaurante afamado, él colocó una mano en la espalda baja de la mujer, acto que se presentó en forma de espiral en su espalda. Sí, tubo que fingir sonrisa y un paso seguro que llegó a flaquear. 

Y si no fuera por su empuje, habría quedado anclada al suelo, desvanecida tal vez. 

Un rubio de atractivos ojos azules estrechó manos con el árabe. Luego, la miró a ella y de forma educada saludó. 

—Debes ser la persona que atrapó su corazón. 

—Sí, ella es mi esposa, Juliette —continuó el tonto de Karim, fingiendo cariño delante del trajeado. 

—Un gusto, encantada de conocerle —emitió sin ganas, pero se esforzó para disfrazarlo. 

Mientras ellos dos se sumergieron en temas de negocios, ella se quedó al margen, agobiada con el ambiente, con los remilgos excesivos. Todo eso la ponía mal. ¡Quería salir corriendo de allí y dejar todo atrás! 

En algún momento sonó el teléfono del tipo rubio, al parecer tenía otros pendientes, por eso la reunión acabó. Afortunadamente se terminó. 

Y pudieron ir a casa. 

***

La mujer estaba a escondidas, escuchando la conversación telefónica que mantenía Karim. 

—¿Por qué? No quiero hijos, padre. Tampoco tendré hijos con ella. ¿Estás demente? 

Ella se tapó la boca. 

¿Así que el malévolo de su padre le exigía un nieto de ambos? Casi le da un patatús, ni loca le daría un hijo a ese idiota. 

—Terminemos con esto, adiós. 

Ella, sabiendo que podría darse cuenta de su intromisión a escondidas, se retiró lo más pronto que pudo de la zona y llegó a su habitación con el corazón desbocado. 

Mientras tanto, el millonario se quedó reflexionando en las palabras de su padre. 

"Debe darte un hijo, si quieres mantener el poder absoluto". 

Karim se estaba devorando la cabeza de tanto pensar. ¿Por qué un hijo con Juliette le otorgaría el control de todo? 

—Maldición, ¿qué me estás ocultando, padre? —se frotó la sien, aquejado por el dolor de cabeza —. Un hijo... 

Más tarde, cuando la noche caía, Juliette cenó algo ligero, sola, porque Karim estaba metido en el despacho que tenía en casa. Pero era agradable la soledad y no la compañía desagradable de su esposo. De pronto él apareció, así de imponente como siempre. 

—Pensé que ya no estarías aquí. 

Y era cierto que a diferencia de otros días, se demoró más en devorar lo que quedaba en su plato. 

—Me daré prisa. 

—No te estoy echando —elevó la voz, ella se estremeció —. ¿Has estado tomando la píldora? 

—Me dijiste que...

—Sé lo que te dije, de ahora en adelante no habrá protección. 

Aunque se veía venir aquello de su parte, ella abrió los ojos de par en par y casi se ahogó con la comida. 

—¿Por qué? 

Sus filosos ojos se clavaron en ella. 

—Me darás un hijo, Juliette —declaró congelando hasta sus huesos —. Al fin y al cabo, tú me perteneces. 

—¿Un bebé? No quiero embarazarme, Karim... —refutó en contra, él la miró mal. 

—¿Lo decides tú? Aquí se hace lo que ordene, ¿te atreves a tener una objeción? 

Pasó saliva con dificultad antes de verlo a los ojos y negar. Pero apretaba el regazo de su vestido debajo de la mesa, ocultando el enojo que de sus poros también escapaba. 

—Dejaré la píldora y te daré un hijo, Karim —pronunció forzada, resignada como a Karim le gustaba verla. 

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