Cuando el mayordomo Pablo llegó apresuradamente al sótano, Julio ya no estaba allí. Solo vio a su hija acurrucada en una esquina, temblando y disculpándose sin cesar.—Laura, ¿qué te pasa? —le preguntó muy preocupado.Uno de los guardaespaldas cercanos le respondió fríamente: —Pablo, el señor ha di
Silvia mantuvo los ojos cerrados, con el cuerpo temblando ligeramente. La mano de Julio se detuvo en ese instante, dándose cuenta de que ella no estaba dormida, y decidió no continuar. Silvia, con la frente cubierta de sudor, se sintió realmente aliviada cuando él se detuvo.A medida que avanzaba l
Silvia acababa de llegar a la casa antigua, había desayunado con Julio cuando recibió el mensaje de Nadia. Le decía que quería verla para hablar de algo muy importante.Silvia se lo contó en ese momento a Julio. Ese último fue directo: —Si no quieres ir, recházala.Ella no sabía si era solo cortesí
Nadia le ofreció a Oscar uno tras otro juguete de gran valor, con la esperanza de hacerlo feliz. Pero Oscar despreció por completo todos esos juguetes: —Señora Valdés, gracias, pero mi mamá me dijo que no debo aceptar cosas de extraños. Silvia se contuvo para no correr directo hacia ellos. Todavía
Al regresar a la vieja casa, Nadia le pidió a Silvia que lo pensara muy bien y no se apresurara a rechazarla.—Después de todo, tú y yo sabemos que la familia Orellana ha caído en completa desgracia. ¿De dónde vas a sacar ingresos fijos siendo una mujer divorciada?Silvia se encontraba en el balcón
Si no fuera por la presencia del niño Ramón, Julio habría sido aún más mordaz y sus palabras habrían sido aún más hirientes.Cuando Andrés y su esposa salieron de la habitación, sus caras estaban completamente rojas de la vergüenza. Andrés, sin importar su dignidad, exclamó: —¿Quién se cree que es
Silvia nunca había imaginado siquiera que Julio, conocido afuera como el implacable gerente, pudiera tener un lado realmente tan descarado. Siempre había creído que a él no le importaba en lo absoluto.Julio miró de reojo a la mujer a su lado y pensó que, si podía estar con ella para siempre, valdrí
—Cuánto tiempo sin verte. Has cambiado muchísimo —le dijo Luisa extendiendo con sutileza la mano.Silvia no la tomó, solo le dedicó una sonrisa cortés.—Tú, en cambio, no has cambiado mucho.La expresión de Luisa se tensó un poco mientras retiraba su mano.—¿Te importaría salir a charlar un rato?Lu