Si de situaciones extrañas se hablaba, la que se presentaba frente a mi, se llevaba todos los galardonados, mi padre estaba aún dormido y agradecía el hecho de que tuviera el sueño pesado, igual que yo, o de lo contrario los echaría de nuestro departamento con una escopeta apuntando a sus traseros, y por supuesto sin importarle que se tratara del presidente.
Mi mente no dejaba de divagar sobre los posibles escenarios y sobre el posible tema de conversación que tendría mi novio con él. Estaba fuera de mi departamento cruzada de brazos, recargando mi espalda sobre la pared, y acompañada de los guaruras disfrazados del presidente. Movía los dedos de mis manos con impaciencia, ¿por qué querían tanta privacidad? Al final Jonathan me contaría todo… ¿cierto? ¿Por qué habrá dicho el presidente que me quería a mí?
—Joder… —musite por lo bajo.
—¡Hola, Anelys!
Aquella voz la conocía muy bien, levanté la mirada lentamente y los recuerdos de mi época adolescente reviven en mi memoria. Un cuerpo masculino y bien definido canaliza todas mis angustias y como imán ancla toda mi atención, mi campo de visión se ve afectado por unos enormes y hermosos ojos oliva, mismos que en el pasado me miraban solo a mi.
—Hola Alan —lo saludo con cordialidad.
Alan era mi ex, habíamos salido cuando yo tenía catorce años y como era de esperarse, las cosas no funcionaron del todo bien entre nosotros, en especial porque en esa época sus padres habían muerto en un accidente automovilístico, lo que dio como resultado que se convirtiera en un chico muy distinto del que me enamoré. Era mi vecino, y lo que yo llamo; un nuevo rico. Pues al parecer su padre le dejó una exorbitante suma de dinero en el banco. Misma que se negaba a usar porque era dinero ganado mediante negocios turbios.
—¿Tan temprano y aquí parada frente a tu apartamento? —enarca una ceja con gesto divertido—. ¿Y tu chicle?
Alan le llamaba así a Jonathan, de hecho no se soportaban y cada que cruzaban una mirada, era para lanzarse indirectas muy directas.
—Dentro —aseguro.
Sus ojos oliva rápidamente se fijan en los guardaespaldas disfrazados del presidente y comienzo a removerme nerviosa.
«Maldición»
—¿Necesitas una mano con algo? —esta vez endurece el gesto de su perfecto y bien cincelado rostro masculino.
—Estoy bien —niego con la cabeza apartando mi mirada de él, no quería que tuviera ideas equivocadas—. Ya te explicaré luego…
Siento un hormigueo en la nariz, mi estómago hace un estruendoso sonido provocando que un rosado intenso aflore de mis mejillas.
—¿Por qué no entras a tu casa y desayunas algo? —frunce el ceño y da dos pasos más hacia mi, acortando la distancia que nos mantenía al margen—. Puedes venir a mi apartamento…
La voz de Alan se hace lejana y el piso parece estar más cerca de mi rostro, me siento mareada y estoy a punto de caer al suelo cuando un par de brazos me sostienen, rodeando mi cintura con fuerza, atrayéndome al mismo tiempo hacia su pecho sólido, su aroma de pronto me parece familiar y al sentirme mejor me obligo a alzar la mirada.
—Alan… —susurro notando que nuestros rostros están demasiado cerca—. Lo… Siento, que vergüenza contigo.
—Shhhh —su aliento a menta fresca me envuelve en una vorágine de fantasías exóticas—. Seguramente no has probado alimento.
—Yo… es mejor que te vayas —digo sintiendo como mis palabras se tropiezan al brotar de mi garganta.
—El pasillo es de todos Anelys, pero si te hace sentir mejor…
—Sí —me apresuro a responder.
Alan enarca ambas cejas con diversión pero decide no hacer o decir nada más, asiente con la cabeza y pasa de mi, alborotando mi cabello como si fuera una niña pequeña.
—De igual forma supongo que ya no es mi asunto —murmura.
—¿Qué quieres decir con eso? —pregunto observando como se aleja por el pasillo.
Alan se detiene pero no me da la cara, lo que me hace dudar un poco. Su espalda se tensa y de pronto un silencio casi sepulcral invade el pasillo. ¿En dónde m****a estaban las personas imprudentes que interrumpían estos momentos incómodos en la vida de otra persona?
—Porque ya no eres mía, Anelys —dice con voz ruda.
Se va, desaparece de mi campo de visión y pese a saber lo que quiso decir, intento no pensar en ello los próximo quince minutos.
***
—¿Entonces, qué dices?
Lenin se encontraba de pie, observando con detenimiento los retratos esparcidos por las paredes del pequeño departamento.
—¿Y por qué el presidente de los Estados Unidos quiere que mi novia sea su asistente personal? —gruñó Jonathan cruzándose de brazos y optando una actitud poco amable.
Cuando se trataba de Anelys; su novia, se transformaba en un posesivo a punto de matar a todo aquel que ponga sus miras en ella. Y el presidente no era precisamente alguien con quien quisiera que trabajara su novia. No era idiota, y era perfectamente capaz de reconocer cuando otro hombre era mucho más apuesto y rico. Después de todo, ella por lo general no se dejaba deslumbrar tan fácil, pero era una mujer, y la carne llama, el deseo es parte del ser humano, y si alguien la iba a follar, era él.
—Ya te lo he repetido —Lenin había investigado a ese tipo, estaba enterado de que estuvo hace cuatro años en la cárcel por robo de alcohol, y por ende, él decidía toda la vida de Anelys, según las palabras de Albert—. Me parece que de todas las candidatas que se presentaron en la oficina porque así lo pedí, es la mejor capacitada.
—Ya… —Jonathan entrecerró los ojos—. Creo que usted debe ser muy idiota para mentir, o muy inocente como para creer que yo me tragaría ese cuento, ¿por qué el presidente se arriesgaría a venir hasta acá; uno de los barrios más peligrosos, únicamente para convencer a una chica para que sea su asistente personal?
—Chico listo —Lenin sonrió.
—Lo soy cuando se trata de Anelys, soy un jodido radar de perros, sé cuando alguien se la quiere tirar —Jonathan tensó la mandíbula—. No quise hacer más revuelo delante de ella, pero supe sus intenciones en cuanto vi como la estrechaba contra su cuerpo.
—Y según tú… ¿cuáles son mis intenciones? —Lenin resistió el impulso de golpearlo.
—La quiere follar —la respuesta de Jonathan le causó nauseas—. Pero no lo va a lograr, el único que la desflorará, soy yo.
Lenin dejó escapar su risa interna al escuchar lo que ya sospechaba con anterioridad, Anelys era virgen, lo que le llevó a pensar que el chico que estaba delante de él, era un imbécil, tantos años juntos y nunca pudo metérsela. Ahora la jugada cambiaba. Le daría una lección al chico.
—No, te equivocas, si la estreché hacia mí, fue un mero impulso —se dirigió a la puerta—. ¿Crees qué alguien como yo, se fijaría en alguien como ella para tomarla en serio? Necesito una primera dama, no una puta personal. Si he venido hasta acá es por respeto y cariño a Albert; su tío.
Jonathan apretó los puños. No le creía.
—Serás mi chófer, y ella mi asistente personal, ambos vendrán a vivir a la casa blanca unos meses —finalizó Lenin—. O aceptan el trabajo, o se mueren de hambre.
—Rechazamos la oferta —Jonathan se dirigió a la puerta y ante la sorpresa del presidente, este la abrió de par en par—. Anelys y yo no aceptamos trabajar para usted.
Lenin tensó la mandíbula al ver cómo los ojos cristalinos de Anelys se anclaban sobre los suyos como un frío y muy filoso puñal. Jonathan en cambio, no apartaba la mirada de él, odiaba que viera a su chica de ese modo, era solo suya. Así que armándose de valor, y sabiendo que se estaba arriesgando, se acercó hasta su oído y le dijo:
—Olvídelo señor presidente, ella nunca será suya, ya tiene un dueño, y ese soy yo.
¿Acaso lo estaba invitando a jugar? ¿No sabía que fuera de la fachada de un presidente integro, en realidad era un hijo de puta? ¿Qué no sería suya? ¡Ya lo veremos!
—El lunes entrarán a trabajar… ya lo verás —Lenin sonrió al tiempo que se colocaba los lentes con movimientos lentos y bien calculados.
Al ver a Anelys con la ropa del día anterior le había cabreado, pensar que estuvo toda la noche gimiendo y gozando de su cuerpo desnudo con aquel cobarde que tenía como novio, de pronto le heló la sangre, estaba encaprichado con ella, lo sabía, pero algo cambió cuando Jonathan le confirmó la sospecha sobre su virginidad, eso lo ponía al mil.
«Joder, solo la necesito en mi cama una puta noche» pensó.
Y lo sería, haría todo lo que estuviera en sus manos por lograrlo, ella vendría a él y le suplicaría por el empleo.
—Hasta pronto… señorita Sotonell —su sonrisa se atenuó—. Nos veremos el Lunes.
Giró sobre sus talones y sus guardaespaldas le siguieron el paso. Una vez dentro del vehículo, tomó su celular y le marcó a la única persona que lo ayudaría sin rechistar, el hombre que siempre estaba a su entera disposición, el mismo que le había entregado toda la información de Anelys.
—Señor presidente —contestó una voz armoniosa.
—Albert, necesito que me ayudes con tu sobrina.
—¿Qué ha pasado? —cuestionó el tío de Anelys.
—Creo que es una mujer muy capacitada para el empleo, es solo que necesito saber todo sobre sus deudas económicas, conocer a mis empleados a fondo, es una prioridad, y más si se tratará de mi asistente personal —mintió.
—Como usted diga señor presidente, enseguida le mando un archivo en donde viene todo lo que me pide —respondió el tío de Anelys con preocupación—. ¿Sucede algo malo con mi sobrina?
«Claro, que me la quiero follar y al parecer no me la pondrá fácil» pensó en decirle pero se contuvo.
—Para nada, gracias por la información.
—A sus órdenes señor presidente.
Ambos colgaron y su celular no tardó en emitir un pequeño pitido que anunciaba la llegada de alguna notificación de su correo electrónico presidencial. Abrió el archivo conjunto que extraía otros documentos y sonrió.
—Te tengo.
—¡No hablarás en serio!Fruncí el ceño.—No grites, no estoy sorda y me encuentro a unos pasos de ti —espeté con irritación—. Necesitamos el empleo.—Buscaremos otro, pero no con ese tío que te quiere follar —me señaló con el dedo—. Tu eres mía, mi propiedad, nadie te toca, ni te mira sin mi permiso.Odiaba cuando se ponía en plan obsesivo macho alfa. Tampoco me agradaba la idea de trabajar para él, pero… las deudas nos ahogaban, yo tenía que pagar la enorme cantidad que pedí prestada al hospital cuando mi padre estuvo internado, los medicamentos, la recuperación, cosas de la casa, pr
Lenin había terminado de firmar los documentos que tenía pendientes sobre el desarrollo de las nuevas viviendas que se les entregaría a los ciudadanos de bajos recursos, cuando alzó la vista y la ancló sobre el reloj de madera barnizada finamente colocado sobre una de las paredes en la parte superior cercana a la puerta, de su oficina, eran las 7:30 pm, por lo que no tardaría en llegar Anelys.Sonrió al recordar que lo llamó hijo de puta, y era cierto, lo era, de eso ni él tenía la menor duda, haría todo lo posible porque ella trabaje para él, su novio era un bonus extra, le mostraría la verdadera cara de la moneda y terminaría con ese gilipollas, esa era una apuesta que ganaría.—Vas a ser mía, quieras o no —susur
Ella no movió un solo músculo hasta que aquel maduro hombre con ojos centelleantes, suspiró y resignado comenzó a caminar hacia la puerta, pasando de lado, pero antes de marcharse, se detuvo y se giró hacia Lenin.—Habló en serio, te damos un plazo de cuatro meses para que consigas eso, no más —recorrió el cuerpo de Anelys y después dirigió nuevamente la mirada hacia Lenin—. Las putas pueden seguir en la lista de espera.Y diciendo esto salió cerrando la puerta como acto vengativo.—Imbécil —resopló Lenin—. Hola Anelys.Ella se le quedó mirando fijamente, sonrió comenzó a caminar hacia &ea
—¿Se puede saber adónde vamos? —cuestioné en cuanto el pánico se apoderó de mí al ver que caminábamos a toda prisa hacia un carro negro blindado.Pero Lenin no dijo nada, se guardó todo para él y con empujones me obligó a entrar al auto, estando dentro, le dio instrucciones precisas al chofer quien echándonos un breve vistazo a través del espejo retrovisor, asintió y encendió motores. No tenía idea alguna del lugar al que nos dirigíamos, pero mi mente revolucionaba y no dejaba de imaginar los posibles escenarios a los que me enfrentaría. Mis ojos localizaron la manija de la puerta pero poniendo los ojos en blanco supe que era la idea más absurda que se pudiera cruzar por mi mente, después de todo estaba segura que todo el auto estaba perfectamen
Una cruel sonrisa se dibujó en sus perfectos labios, y sus ojos avellana se anclaron en los míos.—Buena respuesta, Anelys —musitó al tiempo que se colocaba la capucha de la sudadera, quedándole encima de la gorra y los lentes—. Andando.***Una ligera capa de humo cubría el área VIP del centro nocturno llamado "Gato Negro" La música permanecía a muy alto volumen mientras las risas, las voces incoherentes y los gemidos de placer, se perdían bajo el magnetismo de aquella noche. Jonathan permanecía atento a los movimientos tan sexys de la chica que estaba encima de su mesa, se lamió los labios al tiempo que con una mirada que denotaba lujuria, recorría cada espacio desnudo de su piel.
Alguna vez en alguna etapa de mi vida, había leído en un libro, que es horrible el sonido que hace un corazón roto, bien, pues, ahora me parece que el autor de ese libro no supo describir a detalle lo que se siente. En cuanto subimos las escaleras de metal, ya sentía que mis piernas se convertían en goma de mascar, Lenin había decidido acompañarme, pagó al hombre que estaba a cargo de la zona VIP una cuantiosa cantidad de dinero para permitirnos el acceso sin problema alguno, y ahora estaba frente a la puerta más enorme que había visto en mi vida.Habíamos recorrido un pasillo iluminado por una espantosa y de muy mal gusto, luz roja, el sonido de la música se convirtió en algo sordo y lejano al momento que mi mano derecha estaba tocando con firmeza la manija. Me detuve dejando que el miedo me invad
-¿Te gustó? -pregunto imitando el tono de voz más neutral que conocía.Me acomodo bien en el asiento, dispuesta a salir de ese sitio tan reducido ¿desde cuando los carros parecen tan pequeños en estas situaciones?-Podemos terminarlo en...-Te hice una pregunta -lo interrumpo.-Sí.-Que bien, porque es lo único que tendrás de mi -espeto con firmeza-. Tienes lo que quise darte, ahora déjame en paz, respecto a la deuda, hablaré con mi tío y llegaremos a una solución, pero quiero que sepas que tendrás cada centavo de vuelta.-¿Qu&ea
Cuando despierto siento el imperioso deseo de volver a cerrar los ojos para no tener que enfrentarme a la realidad, habían pasado solo unas cuantas horas y saber que mi padre ya no estaba conmigo, solo incrementaba el dolor en mi pecho y sin poderlo evitar, el llanto me ahoga, me hago un ovillo y me abrazo a mis rodillas, el vestido negro que traía puesto se me sube enseñando mis muslos, no me importa, solo quiero que un enorme hoyo negro me engulla y borre todo, quiero desaparecer, quiero… irme con él.Mi padre era mi único apoyo, la razón más fuerte que tenía para seguir adelante, y ahora que no estaba sentía que mis propósitos y metas en la vida, mis sueños y mis anhelos se derretían en mis manos, imparables, implacables.—Nena…