Alguna vez en alguna etapa de mi vida, había leído en un libro, que es horrible el sonido que hace un corazón roto, bien, pues, ahora me parece que el autor de ese libro no supo describir a detalle lo que se siente. En cuanto subimos las escaleras de metal, ya sentía que mis piernas se convertían en goma de mascar, Lenin había decidido acompañarme, pagó al hombre que estaba a cargo de la zona VIP una cuantiosa cantidad de dinero para permitirnos el acceso sin problema alguno, y ahora estaba frente a la puerta más enorme que había visto en mi vida.
Habíamos recorrido un pasillo iluminado por una espantosa y de muy mal gusto, luz roja, el sonido de la música se convirtió en algo sordo y lejano al momento que mi mano derecha estaba tocando con firmeza la manija. Me detuve dejando que el miedo me invad
-¿Te gustó? -pregunto imitando el tono de voz más neutral que conocía.Me acomodo bien en el asiento, dispuesta a salir de ese sitio tan reducido ¿desde cuando los carros parecen tan pequeños en estas situaciones?-Podemos terminarlo en...-Te hice una pregunta -lo interrumpo.-Sí.-Que bien, porque es lo único que tendrás de mi -espeto con firmeza-. Tienes lo que quise darte, ahora déjame en paz, respecto a la deuda, hablaré con mi tío y llegaremos a una solución, pero quiero que sepas que tendrás cada centavo de vuelta.-¿Qu&ea
Cuando despierto siento el imperioso deseo de volver a cerrar los ojos para no tener que enfrentarme a la realidad, habían pasado solo unas cuantas horas y saber que mi padre ya no estaba conmigo, solo incrementaba el dolor en mi pecho y sin poderlo evitar, el llanto me ahoga, me hago un ovillo y me abrazo a mis rodillas, el vestido negro que traía puesto se me sube enseñando mis muslos, no me importa, solo quiero que un enorme hoyo negro me engulla y borre todo, quiero desaparecer, quiero… irme con él.Mi padre era mi único apoyo, la razón más fuerte que tenía para seguir adelante, y ahora que no estaba sentía que mis propósitos y metas en la vida, mis sueños y mis anhelos se derretían en mis manos, imparables, implacables.—Nena…
Todo el tiempo en el que el sacerdote estuvo hablando sobre el perdón e incluso cuando tuve que despedirme de mi padre, fue como si estuviera en modo zombie, no sentía, no escuchaba, en mi mente solo pasaban todos los momentos que viví a su lado. Por lo que cuando mi padre ya estaba sepultado, lo único que quería era llegar a casa, hacerme un ovillo y llorar en silencio.—Cariño —me habla mi tío, quien estaba caminando detrás de mí—. ¿Puedo hablar contigo? Me gustaría que fuéramos a comer a un sitio más tranquilo, hay muchas cosas que tratar.Asiento.—Bien, te esperaré en el auto —esta vez se dirige a Alan—. Muchas gracias por venir, sé que t&uac
Mi cabeza no deja de dar vueltas al asunto, después de una charla intensa con mi tío y de haber aceptado una nueva cita con Lenin mañana por la mañana para aceptar el cargo como su asistente y de poder dejar en claro algunas cosas, llegué a casa y lo primero que hice fue encerrarme en mi habitación y llorar en silencio.Basándome en las palabras de mi tío, mi padre solo se preocupó por mi bienestar, no confiaba en Jonathan, y por lo visto en nadie más, el trabajo con el presidente como condición estaba casi segura que era una de sus pruebas en donde me probaría que puedo ser buena en cualquier área, ya que él sabía tan bien como yo, que siempre dudaba de mis capacidades, no solía tener mucha fe en mí, pero él nunca la perdió.
—Pero ahora que lo mencionas, eso quiere decir que aceptas el puesto como mi asistente personal ¿cierto? ¿Qué te hizo cambiar de opinión? —me cuestiona mientras se pasea con las manos en los bolsillos, por mi habitación, deteniéndose frente a mi espejo de tamaño natural, en donde no había tenido tiempo de arrancar las fotos en las que estaba con Jonathan en un viaje de acampar que hicimos el años pasado.—Digamos que la plática con mi tío fue muy fructífera —respondo siguiendo sus movimientos.—Tendrás que cambiarte a la casa blanca —su tono de voz se vuelve más gélido que de costumbre cuando ahora pasa a mi escritorio, en donde también estaba lleno de dos enormes fotos enmarcadas de Jonatha
—¡Pero qué alegría volver a verte enana! —Eithan me asfixia en un efusivo abrazo de oso, como los que solía darme cuando éramos niños—. Aunque mírate, ya de niña mocosa no tienes nada.Eithan era mi primo, mi mejor amigo e hijo de mi tío Albert, mi confidente, hace años nos habíamos distanciado porque se fue a las filas militares, en donde le enseñaron disciplina, según las palabras de mi tío, ya que si algo tenía Eithan y que le molestaba a su padre, era que no se tomaba nada en serio, y siempre andaba de fiesta en fiesta.Todo un rompecorazones y galán, ya era algo común y típico en él que al llegar a cualquier sitio, llamara la atención de las mujeres, no importa la edad, era com
Me pongo de pie tan efusivamente que olvido mi estado actual y me mareo. Toco mi cabeza con la frente y al dar un paso me desvanezco, cierro los ojos y me pierdo en la oscuridad que se presenta ante mí, pidiendo a gritos que me engullera para no tener que sobrevivir a este dolor que me dejó la muerte de mi padre, mi único amigo, la única persona a la que de verdad le importaba.El olor a alcohol me hace reaccionar y abro los ojos de golpe, incorporándome y olvidándome por completo de dónde estaba.—Has despertado —dice el mismo guardia de ojos verdes.—¿En dónde estoy? —la cabeza me duele y siento que está a nada de estallarme en mil pedazos.
—¿Sucede algo, señorita Sotonel? —Me pregunta el gerente al ver mi reacción—. El presidente suele venir seguido aquí con su equipo de trabajo.Ruego para que no me vea Lenin, pero justo cuando le doy la mano al gerente para despedirme y largarme, Lenin posa sus ojos sobre mí, nos miramos fijamente el uno al otro con la tensión construyéndose en el ambiente, la intensidad llameante de sus ojos avellana con destellos verdes, me hace querer correr por mi vida, y toda mi tranquilidad se va a la mierda cuando camina hacia nuestra dirección.—Señor presidente, es un honor tenerlo de nuevo aquí —lo saluda el gerente del restaurante con la educación establecida para dirigirse a él.