Mi cabeza no deja de dar vueltas al asunto, después de una charla intensa con mi tío y de haber aceptado una nueva cita con Lenin mañana por la mañana para aceptar el cargo como su asistente y de poder dejar en claro algunas cosas, llegué a casa y lo primero que hice fue encerrarme en mi habitación y llorar en silencio.
Basándome en las palabras de mi tío, mi padre solo se preocupó por mi bienestar, no confiaba en Jonathan, y por lo visto en nadie más, el trabajo con el presidente como condición estaba casi segura que era una de sus pruebas en donde me probaría que puedo ser buena en cualquier área, ya que él sabía tan bien como yo, que siempre dudaba de mis capacidades, no solía tener mucha fe en mí, pero él nunca la perdió.
—Pero ahora que lo mencionas, eso quiere decir que aceptas el puesto como mi asistente personal ¿cierto? ¿Qué te hizo cambiar de opinión? —me cuestiona mientras se pasea con las manos en los bolsillos, por mi habitación, deteniéndose frente a mi espejo de tamaño natural, en donde no había tenido tiempo de arrancar las fotos en las que estaba con Jonathan en un viaje de acampar que hicimos el años pasado.—Digamos que la plática con mi tío fue muy fructífera —respondo siguiendo sus movimientos.—Tendrás que cambiarte a la casa blanca —su tono de voz se vuelve más gélido que de costumbre cuando ahora pasa a mi escritorio, en donde también estaba lleno de dos enormes fotos enmarcadas de Jonatha
—¡Pero qué alegría volver a verte enana! —Eithan me asfixia en un efusivo abrazo de oso, como los que solía darme cuando éramos niños—. Aunque mírate, ya de niña mocosa no tienes nada.Eithan era mi primo, mi mejor amigo e hijo de mi tío Albert, mi confidente, hace años nos habíamos distanciado porque se fue a las filas militares, en donde le enseñaron disciplina, según las palabras de mi tío, ya que si algo tenía Eithan y que le molestaba a su padre, era que no se tomaba nada en serio, y siempre andaba de fiesta en fiesta.Todo un rompecorazones y galán, ya era algo común y típico en él que al llegar a cualquier sitio, llamara la atención de las mujeres, no importa la edad, era com
Me pongo de pie tan efusivamente que olvido mi estado actual y me mareo. Toco mi cabeza con la frente y al dar un paso me desvanezco, cierro los ojos y me pierdo en la oscuridad que se presenta ante mí, pidiendo a gritos que me engullera para no tener que sobrevivir a este dolor que me dejó la muerte de mi padre, mi único amigo, la única persona a la que de verdad le importaba.El olor a alcohol me hace reaccionar y abro los ojos de golpe, incorporándome y olvidándome por completo de dónde estaba.—Has despertado —dice el mismo guardia de ojos verdes.—¿En dónde estoy? —la cabeza me duele y siento que está a nada de estallarme en mil pedazos.
—¿Sucede algo, señorita Sotonel? —Me pregunta el gerente al ver mi reacción—. El presidente suele venir seguido aquí con su equipo de trabajo.Ruego para que no me vea Lenin, pero justo cuando le doy la mano al gerente para despedirme y largarme, Lenin posa sus ojos sobre mí, nos miramos fijamente el uno al otro con la tensión construyéndose en el ambiente, la intensidad llameante de sus ojos avellana con destellos verdes, me hace querer correr por mi vida, y toda mi tranquilidad se va a la mierda cuando camina hacia nuestra dirección.—Señor presidente, es un honor tenerlo de nuevo aquí —lo saluda el gerente del restaurante con la educación establecida para dirigirse a él.
La pesadez de mis párpados no me deja abrir los ojos, un fuerte dolor punzante martiriza mi cabeza y siento el ácido estomacal subir y bajar por mi garganta, me muevo inquieta hasta que hago un enorme esfuerzo y logro abrir primero un ojo, luego el otro y lo primero que veo es un techo totalmente blanco, uno que es diferente al mío. Respiro profundo y me incorporo, la cabeza me pesa tanto como una bola de boliche y me toco la frente como si eso pudiera frenar mi malestar.Intento reunir todas las piezas del rompecabezas, recuerdo cada parte hasta que la imagen de Lenin hecho una furia, hace que mi corazón palpite.—Por fin despertaste.Una voz ronca, masculina y demasiado varonil hace que de un respingo, giro a mi derecha y choco contra un par de ojos
Tomo un servicio de taxi y me dirijo a mi casa, en el camino no dejaba de sentirme nerviosa, aún podía sentir su aliento sobre mí. Paso mi mano por atrás de mi nuca e intento estabilizar mi respiración, mientras recito en mi mente, sus últimas palabras“Nunca acepto un no, por respuesta”¿Sería capaz de hacer algo en mi contra? No, es decir, es el presidente, puede tener a las mujeres que desee, y pronto tendría a su lado a una primera dama. Es imposible que tenga tiempo para convertirse en mi peor pesadilla cuando él era el sueño de muchas.Llegó a mi departamento, y al abrir noto que la cerradura no tiene el seguro que le suelo poner, rápidamente entro en pánico, giro la perilla y al abrir, me encuentro solo con la mirada cansada de mi tío Albert, quie
Decido tomar una larga bocanada de aire y ponerme en marcha, estoy a punto de dirigirme a tomar un taxi, cuando el cosquilleo de mi nuca y esa sensación de sentirme vigilada por alguien, me hace tragar duro, quiero voltear hacia atrás, pero temo con lo que me vaya a encontrar, por lo que decido seguir mi camino, convenciéndome de que debo estar paranoica con la hostilidad y el acoso de Lenin.Subo al taxi y le indico al señor que me lleve al supermercado, una vez estando ahí, me tranquilizo y hago mis compras, salgo y al momento de encaminarme a una nueva base de taxis, alguien me nombra.—¡Anelys!Giro a mi izquierda y me encuentro con Alan, sus ojos oliva me sonríen con coquetería y sin pedírselo, me arrebata algunas
Para cuando regreso a casa luego de haber hecho unas compras innecesarias gracias a Lenin, mi enfado es más que apocalíptico. Gasté la mitad de mis ahorros en un nuevo guardarropas, lo necesitaba pero tenía planeado que fuera tan pronto, el hijo de perra me había cortado con tijeras toda mi ropa, sin piedad, incluso se atrevió a agarrar mis bragas y toda mi ropa interior, llevándolas al mismo destino que el resto de la ropa.Al principio, cuando vi el desastre, mis mejillas se incendiaron con la sola idea de imaginármelo manoseando mi ropa interior, pero luego la vergüenza se convirtió en deseo de venganza, uno que estaba dispuesta a que probara, ¿quería que le abriera las piernas? Pues bien, lo haría, pero a mi manera, estaba jugando sucio, así que presidente o no, le daría una patada