Tomo un servicio de taxi y me dirijo a mi casa, en el camino no dejaba de sentirme nerviosa, aún podía sentir su aliento sobre mí. Paso mi mano por atrás de mi nuca e intento estabilizar mi respiración, mientras recito en mi mente, sus últimas palabras “Nunca acepto un no, por respuesta” ¿Sería capaz de hacer algo en mi contra? No, es decir, es el presidente, puede tener a las mujeres que desee, y pronto tendría a su lado a una primera dama. Es imposible que tenga tiempo para convertirse en mi peor pesadilla cuando él era el sueño de muchas.
Llegó a mi departamento, y al abrir noto que la cerradura no tiene el seguro que le suelo poner, rápidamente entro en pánico, giro la perilla y al abrir, me encuentro solo con la mirada cansada de mi tío Albert, quie
Decido tomar una larga bocanada de aire y ponerme en marcha, estoy a punto de dirigirme a tomar un taxi, cuando el cosquilleo de mi nuca y esa sensación de sentirme vigilada por alguien, me hace tragar duro, quiero voltear hacia atrás, pero temo con lo que me vaya a encontrar, por lo que decido seguir mi camino, convenciéndome de que debo estar paranoica con la hostilidad y el acoso de Lenin.Subo al taxi y le indico al señor que me lleve al supermercado, una vez estando ahí, me tranquilizo y hago mis compras, salgo y al momento de encaminarme a una nueva base de taxis, alguien me nombra.—¡Anelys!Giro a mi izquierda y me encuentro con Alan, sus ojos oliva me sonríen con coquetería y sin pedírselo, me arrebata algunas
Para cuando regreso a casa luego de haber hecho unas compras innecesarias gracias a Lenin, mi enfado es más que apocalíptico. Gasté la mitad de mis ahorros en un nuevo guardarropas, lo necesitaba pero tenía planeado que fuera tan pronto, el hijo de perra me había cortado con tijeras toda mi ropa, sin piedad, incluso se atrevió a agarrar mis bragas y toda mi ropa interior, llevándolas al mismo destino que el resto de la ropa.Al principio, cuando vi el desastre, mis mejillas se incendiaron con la sola idea de imaginármelo manoseando mi ropa interior, pero luego la vergüenza se convirtió en deseo de venganza, uno que estaba dispuesta a que probara, ¿quería que le abriera las piernas? Pues bien, lo haría, pero a mi manera, estaba jugando sucio, así que presidente o no, le daría una patada
Anastasia es hermosa, podría pasar como una modelo sin problemas, y con el contoneo vulgar de caderas que realiza mientras se acerca a la mesa a tomar la orden, no pierdo las esperanzas porque Lenin ponga los ojos en ella o en cualquier otra, y me deje en paz. Resignada, contenta y satisfecha con el cambio, tomo la libretilla, y me acerco al hombre (que no tiene nada de chico solitario) y lo observo detenidamente.Es apuesto, cabello oscuro y largo por arriba de los hombros, ojos marrones, tez clara, sus facciones son tan finas como las de un modelo de revistas para mujeres, y sus hoyuelos hacen un contraste perfecto en él. Cuando me acerco, el olor a loción masculina se filtra por mis fosas nasales y es imposible no sonreí con el aura tan llamativa que emana.—Buenas tardes, ¿ya sabe qué
LENINHe dejado de escuchar lo que dice el vicepresidente, mi mente viaja al momento vivido en el sanitario para caballeros, salivo con la propuesta de Anelys, mi mente no ha dejado de viajar en las mil ideas que pueda tener para mí, jamás había deseado tanto a una mujer, estaba empecinado con ella porque me rechazó, nadie lo había hecho nunca, y ella no sería la excepción.Su situación económica era decadente, Albert me había comentado todo acerca de la cláusula que hay en el testamento de su padre, y eso me hacía hincharme de orgullo, porque yo no solo la deseaba como mi asistente personal por sus habilidades, no, sino, porque moría por meter mi verga en su coño. Era una mujer hermosa, y virgen, yo anhelaba ser el primero
¿Quién se cree para dejarme diez minutos esperando? Era el presidente de su país, debería estar más que agradecida, o por lo menos besándome los pies como todas lo hacen, Joder. Abre la puerta y me sorprendo al ver su aspecto, está maquillada y tiene el cabello oscuro recogido en una larga coleta con un solo mechón suelto de lado, tan cerca puedo admirar las ligeras pecas que se asoman pese a la capa de maquillaje, sus ojos azules me invitan a pasar y eso hago.Recorro su cuerpo, el cual está cubierto por una bata de baño, permanece descalza y me confunde el que no me invite a pasar a la estancia principal, solo me deja en el recibidor, mirándome como si yo fuera alguna especie de atracción animal.—Siento haberte hecho esperar, estaba preparando u
Pero ella calla y estampa sus labios con los míos, abro la boca dándole paso a mi curiosidad, sabe a vodka, sabe a fresa y chocolate, mi lengua se niega a dejar de bailar con la suya, y ella gime moviendo sus caderas con más ahínco, quisiera verla montada en serio sobre mí, la quiero desnuda debajo de mi cuerpo. Quiero tocar su piel cuando se aparta de mí y besa mi cuello, succiona como una leona y sé que me dejará marca, pasa por mi barbilla y me araña la espalda, estoy tan excitado, que mi mente se nubla y pierdo la noción del tiempo. —Joder, Anelys… me estás matando.—¿De verdad? —gime besando mi pecho y bajando hasta mis pantalones.Abre mi bragueta luego de desabroch
La amenaza de Lenin me sigue toda la noche, no puedo dormir, por más posturas que intento no me surte el efecto, y a las dos de la madrugada termino en la cocina comiendo una enorme barra de chocolate, sentada en el sofá mientras revivo los momentos frescos de lo ocurrido. Extrañamente no me sentía avergonzada, todo lo contrario, era una victoria para mí y eso me hacía sentir mejor, pero la cosquilla en mi estómago me decía que iba a haber graves consecuencias.Por un mísero instante cuando me masturbaba frente a él, olvidé que era el presidente de los Estados Unidos, joder, era como un símbolo nacional intocable, y luego estaba el hecho de que estaba saliendo con Karla Rosem, una de las mujeres más importantes en la ONU y en el país, era hermosa, recuerdo haber leído un artícu
—Hola tío —cruzo la calle volteando a ambos lados y cruzo la avenida—. ¿Qué hay?—¿Puedo saber por qué no has aceptado el trabajo que te ofrece el propio presidente? —su tono molesto me hace estremecer.—Encontré una mejor opción —respondo tajante.—¡Ningún trabajo es mejor que el ser la asistente personal del presidente! —Exclama haciéndome dar un respingo—. ¿Acaso estás mal de la cabeza? Comienzo a creer que necesitas atención médica. Jamás lo había sentido tan alterado por temas como estos, mi tío era el que siempre mantenía la cabeza fr&iacut