—¡No hablarás en serio!
Fruncí el ceño.
—No grites, no estoy sorda y me encuentro a unos pasos de ti —espeté con irritación—. Necesitamos el empleo.
—Buscaremos otro, pero no con ese tío que te quiere follar —me señaló con el dedo—. Tu eres mía, mi propiedad, nadie te toca, ni te mira sin mi permiso.
Odiaba cuando se ponía en plan obsesivo macho alfa. Tampoco me agradaba la idea de trabajar para él, pero… las deudas nos ahogaban, yo tenía que pagar la enorme cantidad que pedí prestada al hospital cuando mi padre estuvo internado, los medicamentos, la recuperación, cosas de la casa, préstamos del banco, préstamos de las tarjetas de crédito… una infinidad, yo sola no podía, y Jonathan había gastado todos sus ahorros en una moto, sin contar que apostó dinero y ahora le debía miles de dólares al banco. Un trabajo simple no ayudaba. En cambio esta oportunidad…
—Necesitamos ese empleo —insistí.
—No con él, sé cuando un hombre te desea, y ese tipo, aunque sea el presidente, te folla con la mirada —Jonathan se acercó a mí y rodeó mi cintura con sus brazos, me atrajo hacia su cuerpo y comenzó a besarme con frenética pasión—. Tu eres solo mía ¿acaso no lo entiendes?
—Jonathan…
Pero no me prestó atención, bajó su boca hasta mi cuello y lamió, besó, y mordisqueó mi delicada piel haciendo que brotara de mi garganta un gemido de dolor.
—¡Joder! Duele, Jonathan, para… me haces daño —intento apartarle de mí, pero no cede, es más fuerte que yo, más grande, se aparta y cuando creo que ha terminado, pasa al otro extremo de mi cuello y hace lo mismo—. ¡Idiota!
Siento un dolor punzante en mi cuello, y el coraje comienza a correr por todo mi torrente sanguíneo, el muy cabrón me ha dejado dos chupetes enormes, uno de cada lado.
—Es para que sepan que eres mía —sentencia con una sonrisa de suficiencia.
—No soy una maldita vaca para que me marques como tu propiedad, mucho menos un objeto, ya hemos hablado de esto —arrugué la nariz con enfado y me dirigí a la cocina—. Dale gracias a Dios, que la pastilla que toma mi padre hace que duerma como tronco, o de lo contrario te arrancaría las bolas.
—¡Oh, vamos! —Jonathan intentó acercarse a mi pero se lo impedí—. Solo protejo lo que es mío, no voy a permitir que otro hombre quiera mearse encima de lo que me pertenece, por mucho que sea el jodido presidente del país.
—No soy un objeto, Jony, para que me hables o trates de esa manera, y nadie va a mear a nadie, es el presidente y mi tío nos ha conseguido esta oportunidad…
Me detuve en seco al ver cómo sus ojos centelleaban, las chispas que emanaban de sus dos pupilas eran hipnotizantes y aterradoras al mismo tiempo. Pero no me dejé intimidar, lo conocía bien, esto solo se trataba de otra de sus tantas rabietas y celos.
—¿Acaso te gusta? ¿te lo quieres tirar? —brama—. ¡¿Quieres ser la puta primera dama?!
Cerré los ojos dejando que la intranquilidad y la angustia que crecían en mi interior, salieran a flote, ya era demasiado de sus celos, ¿acaso no me conocía? en los años que llevábamos juntos jamás le puse los cuernos y ahora me salía con esto…
—¿Quieres callarte de una vez? no sabes lo que dices, estoy contigo, ¿acaso crees que el presidente de los Estados Unidos querría a alguien como yo, para convertirla en primera dama? es que es ilógico y hasta descabellado, el tipo es un arrogante, orgulloso, y claro que no es de nuestro total agrado, pero nos ofrece una puerta abierta que nos puede sacar de nuestros problemas, ¿acaso tus celos absurdos no te dejan ver la realidad? no tenemos opción —las palabras brotan de mi garganta como cascada, mi pecho se oprime y sé que estoy a punto de liberar algo que lo puede lastimar, es por esa razón que cierro la boca, la adrenalina recorre mi cuerpo como torbellino arrasando con toda la prudencia que habitaba en mi interior—. Mi padre está enfermo, estoy hasta el cuello de deudas, necesito un respiro, y si el presidente me ofrece algo como esto, no lo voy a desaprovechar. Es lo mejor, ya lo he pensado mejor, tenemos que hacerlo.
Listo, comienzo a sollozar, las lágrimas se derraman por mis mejillas dejando surcos a su paso. Odiaba que me vieran tan vulnerable, pero ya no podía más, estaba cansada de ser siempre responsable, y tan madura, simplemente quería vivir una vida lo más normal que pudiera. Jonathan relaja su gesto y me abraza.
—Lo siento, Ane —me susurra y la calma llega al sentir que el calor que emana de su cuerpo se filtra por sus ropas e inunda mi ser, un cosquilleo en la nariz me invade y dejo que el dulce aroma de mi novio, sea el tranquilizante perfecto—. Perdóname, soy muy celoso cuando alguien quiere a mi chica, nunca pienso dejarte Ane, lo sabes… ¿cierto?
Yo asentí con la cabeza en silencio.
—Y cuando toda esta m****a acabe, nos mudaremos a México, y nos casaremos —se apartó unos centímetros de mi, y con una caricia delicada me colocó un mechón suelto detrás de mi oreja, me dio un beso en la nariz y eso me reconfortó, era un idiota, pero cuando estaba en modo; novio amoroso, me recordaba el por qué seguíamos luchando por esto—. Tendremos hijos y formaremos la familia más linda de todo el mundo, nos compraremos una casa y tu estarás dentro de ella como una muñequita, esperando a que yo regrese de trabajar, con la cena lista y tu padre viendo el fútbol en una pantalla de las nuevas, ya sabes, pronto nos reiremos de esta situación.
Fruncí el ceño cuando mencionó que estaría en la casa esperándolo, pero decidí que por hoy habían sido muchas discusiones, así que lo dejé pasar por esta vez, tal vez más tarde cuando las aguas se calmaran, lo hablaríamos.
—Eso quiere decir que…
—Aunque me cueste los huevos, trabajaremos con ese imbécil, pero algo sí te advierto —me levanta el mentón y nuestros ojos se cruzan—. Si ese cabrón se pasa contigo, es hombre muerto, sin importar que sea el jodido presidente, eres solo mía.
No esperó mi respuesta, selló mis labios con un beso cálido, tierno, sin prisas.
—Eres mi todo —susurro.
—No tienes idea de lo loco me vuelves Ane, te deseo tanto…
De pronto, el momento tan mágico y romántico que estábamos viviendo se vio interrumpido por una atmósfera más pasional, sexual y brusca, sus manos comenzaron a recorrer mis curvas hasta llegar a mis nalgas, dándoles un apretón, gemí de dolor pero él atrapó mi alarido con sus labios, penetró mi boca con su lengua metiéndomela hasta la garganta. Intenté apartarlo de mi cuerpo pero me lo impidió de forma inmediata, comenzó a llevarme hasta uno de los sillones viejos que teníamos como sala, cuando gracias a una fuerza divina, el timbre se escuchó.
—Joderrrrrrrr —resopló.
—Yo abro —me apresuro a decir zafándome de su agarre y corriendo a toda velocidad hacia la entrada.
Abro sin verificar de quién se trataba, un hombre mayor, bien vestido, con un traje negro y una corbata roja, estaba parado frente a mí, sus ojos recorrieron mi cuerpo lascivamente y las arrugadas comisuras de sus labios se elevaron en dirección al cielo mostrándome una muy sutil mueca burlona.
—¿Señorita Sotonell? —me preguntó con un tono de voz casi neutro pero con ciertos toques hostiles.
—Sí, soy yo —me aclaro la garganta con nerviosismo.
—Soy el licenciado Santori, vengo de parte del banco, me temo que traigo una orden firmada por un juez para embargar su departamento, su deuda ha incrementado en los últimos años y el banco requiere su dinero —me informa mostrándome una hoja, comienzo a leerla y enseguida el alma se me cae a los pies cuando sé que dice la verdad, las manos me tiemblan al ver a tres oficiales de policías listos para entrar—. Lo siento mucho señorita.
Cierro los ojos y les doy el paso, no había nada que hacer, quiero pedirle que no lo haga, pero cuando levantó la mirada, el tipo se ha alejado hacia la cocina, con ojos confusos, intento decirle a Jonathan que prepare a mi padre, él asiente con el ceño fruncido pero hace lo que le pido.
Era demasiado humillante, si tenía que ponerme de rodillas para que no lo hicieran, lo haría… pero me detuve en seco antes de llegar al umbral de la puerta de la cocina. El tipo estaba hablando por teléfono a susurros, y estaba por marcharme y esperarlo cuando nombró a Lenin.
—Sí señor presidente, está hecho, la estamos embargando, tal y como usted lo ordenó.
¡Maldito, hijo de…!
—Como usted diga… —el tipo se giro y al ver que estaba detrás escuchando todo, palideció—. Señor, creo que tenemos un problema…
Le arrebaté el jodido celular y me lo coloqué en la oreja, su voz fue como un puñal directo en el estomago.
—¿Qué problema hay, Santori? —su voz era ronca, demasiado varonil y muy segura.
—El problema es que eres un hijo de puta —bramo.
Silencio, es lo único que obtuve.
—¿Te comieron la lengua los ratones? —le pregunté con voz vacilante.
—Señorita Sotonell, la quiero ver hoy en la noche, en mi oficina, creo que hay muchas cosas que tenemos que aclarar, si piensa rechazar mi oferta, me temo que daré órdenes no sólo de que la embarguen, sino de…
—¿Me está amenazando? —la indignación hace que enarqué ambas cejas y que el tipo trajeado se asuste.
—Solo quiero hablar pero…
La cabeza me explotaba, la adrenalina se disparaba como misil por todo mi cuerpo y el coraje hacia ese tipo acrecentaba con cada segundo.
—¿Qué es lo que quieres en realidad de mi? —manifesté en un tono glacial.
—A ti, te quiero a ti, Anelys.
Justo en ese momento Jonathan salió de la habitación de mi padre con él, verlo con ese aspecto tan enfermo hizo que se removiera algo en mi interior, me mordí el labio inferior y solté un largo tendido suspiro.
—Bien, a las ocho me va bien.
—Mandaré a alguien por ti —aseguró y puedo ser consiente de los matices divertidos que tenía su voz.
—Aja.
—Y… Anelys…
—¿Sí?
—Ponte algo sexy.
«Maldito pervertido»
Me cuelga el teléfono y caigo en la realidad; Jonathan tenía razón, el presidente de los Estados Unidos me quería follar. El problema era que no se lo iba a permitir.
Lenin había terminado de firmar los documentos que tenía pendientes sobre el desarrollo de las nuevas viviendas que se les entregaría a los ciudadanos de bajos recursos, cuando alzó la vista y la ancló sobre el reloj de madera barnizada finamente colocado sobre una de las paredes en la parte superior cercana a la puerta, de su oficina, eran las 7:30 pm, por lo que no tardaría en llegar Anelys.Sonrió al recordar que lo llamó hijo de puta, y era cierto, lo era, de eso ni él tenía la menor duda, haría todo lo posible porque ella trabaje para él, su novio era un bonus extra, le mostraría la verdadera cara de la moneda y terminaría con ese gilipollas, esa era una apuesta que ganaría.—Vas a ser mía, quieras o no —susur
Ella no movió un solo músculo hasta que aquel maduro hombre con ojos centelleantes, suspiró y resignado comenzó a caminar hacia la puerta, pasando de lado, pero antes de marcharse, se detuvo y se giró hacia Lenin.—Habló en serio, te damos un plazo de cuatro meses para que consigas eso, no más —recorrió el cuerpo de Anelys y después dirigió nuevamente la mirada hacia Lenin—. Las putas pueden seguir en la lista de espera.Y diciendo esto salió cerrando la puerta como acto vengativo.—Imbécil —resopló Lenin—. Hola Anelys.Ella se le quedó mirando fijamente, sonrió comenzó a caminar hacia &ea
—¿Se puede saber adónde vamos? —cuestioné en cuanto el pánico se apoderó de mí al ver que caminábamos a toda prisa hacia un carro negro blindado.Pero Lenin no dijo nada, se guardó todo para él y con empujones me obligó a entrar al auto, estando dentro, le dio instrucciones precisas al chofer quien echándonos un breve vistazo a través del espejo retrovisor, asintió y encendió motores. No tenía idea alguna del lugar al que nos dirigíamos, pero mi mente revolucionaba y no dejaba de imaginar los posibles escenarios a los que me enfrentaría. Mis ojos localizaron la manija de la puerta pero poniendo los ojos en blanco supe que era la idea más absurda que se pudiera cruzar por mi mente, después de todo estaba segura que todo el auto estaba perfectamen
Una cruel sonrisa se dibujó en sus perfectos labios, y sus ojos avellana se anclaron en los míos.—Buena respuesta, Anelys —musitó al tiempo que se colocaba la capucha de la sudadera, quedándole encima de la gorra y los lentes—. Andando.***Una ligera capa de humo cubría el área VIP del centro nocturno llamado "Gato Negro" La música permanecía a muy alto volumen mientras las risas, las voces incoherentes y los gemidos de placer, se perdían bajo el magnetismo de aquella noche. Jonathan permanecía atento a los movimientos tan sexys de la chica que estaba encima de su mesa, se lamió los labios al tiempo que con una mirada que denotaba lujuria, recorría cada espacio desnudo de su piel.
Alguna vez en alguna etapa de mi vida, había leído en un libro, que es horrible el sonido que hace un corazón roto, bien, pues, ahora me parece que el autor de ese libro no supo describir a detalle lo que se siente. En cuanto subimos las escaleras de metal, ya sentía que mis piernas se convertían en goma de mascar, Lenin había decidido acompañarme, pagó al hombre que estaba a cargo de la zona VIP una cuantiosa cantidad de dinero para permitirnos el acceso sin problema alguno, y ahora estaba frente a la puerta más enorme que había visto en mi vida.Habíamos recorrido un pasillo iluminado por una espantosa y de muy mal gusto, luz roja, el sonido de la música se convirtió en algo sordo y lejano al momento que mi mano derecha estaba tocando con firmeza la manija. Me detuve dejando que el miedo me invad
-¿Te gustó? -pregunto imitando el tono de voz más neutral que conocía.Me acomodo bien en el asiento, dispuesta a salir de ese sitio tan reducido ¿desde cuando los carros parecen tan pequeños en estas situaciones?-Podemos terminarlo en...-Te hice una pregunta -lo interrumpo.-Sí.-Que bien, porque es lo único que tendrás de mi -espeto con firmeza-. Tienes lo que quise darte, ahora déjame en paz, respecto a la deuda, hablaré con mi tío y llegaremos a una solución, pero quiero que sepas que tendrás cada centavo de vuelta.-¿Qu&ea
Cuando despierto siento el imperioso deseo de volver a cerrar los ojos para no tener que enfrentarme a la realidad, habían pasado solo unas cuantas horas y saber que mi padre ya no estaba conmigo, solo incrementaba el dolor en mi pecho y sin poderlo evitar, el llanto me ahoga, me hago un ovillo y me abrazo a mis rodillas, el vestido negro que traía puesto se me sube enseñando mis muslos, no me importa, solo quiero que un enorme hoyo negro me engulla y borre todo, quiero desaparecer, quiero… irme con él.Mi padre era mi único apoyo, la razón más fuerte que tenía para seguir adelante, y ahora que no estaba sentía que mis propósitos y metas en la vida, mis sueños y mis anhelos se derretían en mis manos, imparables, implacables.—Nena…
Todo el tiempo en el que el sacerdote estuvo hablando sobre el perdón e incluso cuando tuve que despedirme de mi padre, fue como si estuviera en modo zombie, no sentía, no escuchaba, en mi mente solo pasaban todos los momentos que viví a su lado. Por lo que cuando mi padre ya estaba sepultado, lo único que quería era llegar a casa, hacerme un ovillo y llorar en silencio.—Cariño —me habla mi tío, quien estaba caminando detrás de mí—. ¿Puedo hablar contigo? Me gustaría que fuéramos a comer a un sitio más tranquilo, hay muchas cosas que tratar.Asiento.—Bien, te esperaré en el auto —esta vez se dirige a Alan—. Muchas gracias por venir, sé que t&uac