Capítulo 113

Respiro a una velocidad que me sofoca, pero no dejo de hacerlo, ya que es la única manera que tengo para saber que estoy viva y que esto es real, que no se trata de una estúpida pesadilla. Mi pecho sube y baja, el sonido del péndulo que descansa en una de las esquinas del escritorio, me quiebra la cabeza, me da jaqueca y el ácido estomacal se me sube por la garganta. Los deseos por gritar, llorar y salir corriendo sin rumbo ni dirección, me avasallan y alteran mi sistema nervioso.

Uno... dos... tres... respira...

Cierro y abro los puños, las lágrimas se me han secado, pero el sentimiento de angustia no desaparece.

Uno... dos... tres... respira...

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