18 de agosto de 1741Luego de aquel sueño Catherine trata con todo su esfuerzo de no pensar en el comodoro. Se alisa la ropa una vez más antes de entrar a la edificación de la cofradía de piratas. Sabe que su padre estará entre ellos, pero no es a él a quien quiere impresionar.Hace el intento de tocar la puerta, pero esta se abre de par en par frente a ella. El salón de la cofradía es digno de un salón de la corona de Regoria. El piso tiene grabados en porcelanato azul y detalles dorados. En el fondo y al centro se encuentra una gran mesa rectangular de madera donde hay seis sillas dispuestas una al lado de la otra. No es la primera vez que ella entra a ese lugar, y, aun así, la sigue sorprendiendo como si lo fuera.Dos grandes columnas de piedra blanca sostienen el alto techo sobre su cabeza, y en el fondo hay dos puertas, una a la izquierda y otra a la derecha, que llevan a donde los piratas guardan ciertos registros.Se supone que entre los piratas no hay reyes o gobernantes, pero
10 de marzo de 1741 (seis meses antes)Catherine se lo queda mirando perpleja ante la pregunta. Ella es una mujer creyente de muchas cosas, pero hace mucho que aprendió a no creer en todo cuento de piratas, por supuesto que no creería en algo como un tesoro encantado. Resopla y se echa a reír frente a él, quien la mira expectante, esperando la respuesta a su pregunta.—Por supuesto que no —contesta con sarcasmo.—Si quieres saber mi historia tendrás que tener la mente un poco abierta —esto último se lo dice con una mirada pícara. Ella capta el doble sentido en sus palabras y rueda los ojos hasta ponerlos en blanco.—Habla, y ya después veré si te creo o no. Arden carraspea su garganta y empieza:—Todo empezó hace un par de semanas, cuando estaba en busca de algo único. Un tesoro encantado que me habían asegurado que estaba escondido en un lugar supuestamente abandonado hacía mucho tiempo. Ahora que lo pienso en retrospectiva, no fue la m
19 de agosto de 1741Catherine está decidida a descubrir quién es el traidor en la isla antes de que todo se salga de control. Si a esa persona se le ocurría revelar la ubicación de las islas Birronto, estarían totalmente perdidos. Sin embargo, no puede simplemente llegar a Queen Bay y buscar al comodoro. Ese es su territorio, estaría en desventaja, y lo más seguro es que terminara capturada y colgada mientras todos miran como el aire escapa de sus pulmones.Desde que se le ocurrió la idea de interceptarlo para sacarle la información, no ha podido dejar de pensar en cómo podría llegar a él sin caer en el proceso.Ahí, sentada en una gran silla tapizada en cuero y con el calor de un par de velas a su lado, gira entre sus dedos una pluma entintada. Mira hacia el infinito, solo escuchando el sonido de las olas del mar acariciando la arena de la playa frente a su casa.—¿En qué estás pensando? —le pregunta Arden cuando se acerca a ella.—Necesito descubrir al maldito traidor antes de que
15 de marzo de 1741 (seis meses antes)Se demoraron cuatro días exactos en llegar a Queen Bay. El fantasma del pacífico le hace honor a su nombre, pues llegan en la madrugada, navegando entre la neblina matutina de la bahía. Es una fortuna que el clima les favorezca de esa manera para poder pasar desapercibidos. Catherine maniobra el timón del barco para virar hacia sotavento y así rodearla bahía. Los oficiales de Queen Bay desconocen el lugar donde ella va atracar el barco. Un espacio entre lo que alguna vez fue un solo bloque de roca enorme, ahora dividido en dos. Solo un pirata lo suficientemente loco atravesaría ese espacio tan cerrado con su barco, pues, corre el peligro de quedar encallado en medio debido a lo angosto. Sin embargo, Catherine está confiada en que lo puede lograr.—Mira la marea —le indica Arden—, no podremos salir de aquí hasta que vuelva a subir en la noche —dice con preocupación.Catherine lo ha llevado hasta la cubierta y decidió quitarle las esposas, hasta es
22 de agosto de 1741Catherine, Arden y Heinrik tienen dos días esperando al comodoro, mientras tratan de pasar desapercibidos en el escollo. Se supone que el plan es que su barco toque puerto al día siguiente. Si todo sale como esperan, el mensaje ya ha debido haberle llegado al comodoro dos días atrás. Lo más lógico es suponer que él quiera interceptarla antes de que llegue a la isla, por eso, es imprescindible que el comodoro crea que ha llegado primero.El escollo es un lugar lleno de vida comercial. En su mayoría es todo legal, excepto por las cosas robadas que se venden sin que la armada real lo note. Cuando un comerciante tenía la mala suerte de ser descubierto, perdía todo su puesto y su negocio, sumado a una condena por vender mercancía ilegal. Aun así, eso no detiene a los mercantes de vender objetos o hacer trueques libres del impuesto de la corona.Catherine no tiene demasiado que hacer, se ha dedicado esos dos días a pasearse los puestos viendo qué poder comprar o interca
15 de marzo de 1741 (seis meses antes)La voz de la supuesta bruja es gruesa y casi gutural. Catherine está anonadada y un poco aterrada. La mujer acaba de decir su nombre completo como si la conociera de toda la vida. No puede ser posible que sepa quién es solo con verla. Todavía no es tan famosa como le gustaría para que su simple presencia sea digna de reconocimiento.—¿Cómo…?—Yo sé muchas cosas, señorita Catherine —se anticipa a responder la vieja.—Entonces ya sabe a qué he vuelto hasta aquí —interviene Arden.—Veo que la información que te di te llevó a tu destino —responde con solemnidad.—Devuelva de inmediato el objeto a… a este hombre —vuelve a hablar Catherine, que no sabe cómo referirse al pirata a su lado—, y nos iremos sin causar ninguna molestia.—Mmm, ¿devolver? No. Yo hice un trueque con este joven. El medallón a cambio de información.—¿Medallón? —cuestiona la capitana. Mira a Arden con cara de pocos amigos. No puede creer que le haya hecho perder el tiempo hasta es
24 de agosto de 1741Todo empieza como una horrible pesadilla.Catherine está de nuevo atada de pies y manos con las tetas expuestas para el comodoro. Recostada en la cama y completamente indefensa, su pecho sube y baja agitado mientras el hombre de ojos ambarinos la contempla desnuda. No hay rastros de sangre en sus manos como ella lo recordaba, en cambio, está con la camisa entreabierta, y ya no trae esa ridícula peluca blanca que lo hace ver tan gracioso.El comodoro no dice una palabra. Ella intenta liberarse de los amarres, pero es inútil. Andrew le sonríe con malicia y se acerca a ella, su pantalón cae al suelo y deja ver su polla en todo esplendor. Catherine quiere dar un alarido, más, aún sigue con la mordaza. El miembro duro del comodoro es todo un espectáculo de ver. Le jala los pies y los separa, usa las cuerdas para amarrarle los pies a los parantes de la cama. La pelirroja traga en seco y siente su corazón acelerado a mil.De pronto ya no siente terror, ni miedo. En cambi
09 de abril de 1745 (cinco meses antes)El barco lleva navegando veinticinco días. Los marineros ya empiezan a mostrar el tedio y agotamiento de pasar tantos días en el mar. Solo veintitrés días antes habían desembarcado en el escollo negro para aprovisionar el barco lo suficiente hasta resistir el viaje. Los mares del este son completamente diferentes a lo que ellos están acostumbrados en el norte.Entre piratas existen ciertas reglas, o como ellos los llaman: Los diez mandamientos piratas. Uno de los más importantes es no cruzar los territorios establecidos entre ellos, para evitar disputas a la hora de tomar los botines de los barcos mercantes de los reinos continentales.Existen cinco reinos principales, que están dispersos geográficamente en todo el mundo. Ahora, Catherine y su tripulación se están dirigiendo hacia el reino de Muvaria. Pero toparse con un barco de la armada del rey de Muvaria no es lo que le preocupa, sino encontrarse con un barco pirata de las islas del este per