15 de marzo de 1741 (seis meses antes)La voz de la supuesta bruja es gruesa y casi gutural. Catherine está anonadada y un poco aterrada. La mujer acaba de decir su nombre completo como si la conociera de toda la vida. No puede ser posible que sepa quién es solo con verla. Todavía no es tan famosa como le gustaría para que su simple presencia sea digna de reconocimiento.—¿Cómo…?—Yo sé muchas cosas, señorita Catherine —se anticipa a responder la vieja.—Entonces ya sabe a qué he vuelto hasta aquí —interviene Arden.—Veo que la información que te di te llevó a tu destino —responde con solemnidad.—Devuelva de inmediato el objeto a… a este hombre —vuelve a hablar Catherine, que no sabe cómo referirse al pirata a su lado—, y nos iremos sin causar ninguna molestia.—Mmm, ¿devolver? No. Yo hice un trueque con este joven. El medallón a cambio de información.—¿Medallón? —cuestiona la capitana. Mira a Arden con cara de pocos amigos. No puede creer que le haya hecho perder el tiempo hasta es
24 de agosto de 1741Todo empieza como una horrible pesadilla.Catherine está de nuevo atada de pies y manos con las tetas expuestas para el comodoro. Recostada en la cama y completamente indefensa, su pecho sube y baja agitado mientras el hombre de ojos ambarinos la contempla desnuda. No hay rastros de sangre en sus manos como ella lo recordaba, en cambio, está con la camisa entreabierta, y ya no trae esa ridícula peluca blanca que lo hace ver tan gracioso.El comodoro no dice una palabra. Ella intenta liberarse de los amarres, pero es inútil. Andrew le sonríe con malicia y se acerca a ella, su pantalón cae al suelo y deja ver su polla en todo esplendor. Catherine quiere dar un alarido, más, aún sigue con la mordaza. El miembro duro del comodoro es todo un espectáculo de ver. Le jala los pies y los separa, usa las cuerdas para amarrarle los pies a los parantes de la cama. La pelirroja traga en seco y siente su corazón acelerado a mil.De pronto ya no siente terror, ni miedo. En cambi
09 de abril de 1745 (cinco meses antes)El barco lleva navegando veinticinco días. Los marineros ya empiezan a mostrar el tedio y agotamiento de pasar tantos días en el mar. Solo veintitrés días antes habían desembarcado en el escollo negro para aprovisionar el barco lo suficiente hasta resistir el viaje. Los mares del este son completamente diferentes a lo que ellos están acostumbrados en el norte.Entre piratas existen ciertas reglas, o como ellos los llaman: Los diez mandamientos piratas. Uno de los más importantes es no cruzar los territorios establecidos entre ellos, para evitar disputas a la hora de tomar los botines de los barcos mercantes de los reinos continentales.Existen cinco reinos principales, que están dispersos geográficamente en todo el mundo. Ahora, Catherine y su tripulación se están dirigiendo hacia el reino de Muvaria. Pero toparse con un barco de la armada del rey de Muvaria no es lo que le preocupa, sino encontrarse con un barco pirata de las islas del este per
24 de agosto de 1741La capitana está boquiabierta, y no es para menos. La persona que se ha reunido con el posible informante no es otra que su querida supuesta amiga: Evelyn Smit. De todos los piratas que se imaginó que podrían desear que ella desapareciera, jamás la tuvo a ella en la lista.Una ira incontenible amenaza con explotar de su cuerpo. Arden la mira y se da cuenta de sus intenciones, Heinrik también. Cooke presencia todo desde mucho más atrás; casi retrocede de espaldas cuando ve que Catherine se pone de pie hecha una furia y dispuesta a correr a enfrentar a la pirata.—¡Espera! —le pide Arden.—Esa maldita perra traidora. ¡Suéltame, Arden! La voy a matar —brama con las manos empuñadas. Una vena sobresale de su sien y sus mejillas se han tornado rojas cual tomate. La ira la ha segado y a los dos hombres les cuesta un poco de trabajo retenerla. La sujetan por los hombros e intentan hacer que se agache de nuevo para evitar ser vistos.—No, Catherine, no puedes hacer eso sin
09 de marzo de 1741 (5 meses antes)Si a Catherine alguna vez le hubiesen dicho que la magia es real, jamás les hubiera dado crédito a esas palabras, sin embargo, lo que tiene ante sus ojos no puede ser el resultado de otra cosa. Si hay una explicación más lógica, ella no la encuentra.La piedra que antes era una sola, ahora son un par de puertas que se deslizan de una forma inexplicable y asombrosa.Ella y sus hombres quedan con la boca abierta de par en par mirando la inmensidad de la pared desplazarse hasta dejar un espacio por el que entrarían tres de sus hombres más corpulentos uno al lado del otro.—¿Esto es real? —pregunta maravillada.—Tan real como respirar —contesta Arden emocionado. La ha estado contemplando todo el rato para evaluar su reacción—. Entremos.—¿No nos verán llegar? —pregunta Heinrik.—Ninguno de ellos conoce esta entrada. Les caeremos por sorpresa.Arden avanza sin titubear. Los piratas lo siguen, encabezados por la capitana. Al pasar las grandes puertas de p
24 de agosto de 1741La sonrisa de satisfacción de Catherine al dejar en evidencia a Evelyn se siente casi como un orgasmo. La rubia evalúa las caras de cada uno de los presentes en la habitación, incluyendo a su padre, que se rehúsa a mirarla a los ojos. Edward Black es el primero en hacer algo. Sale de la habitación y sujeta a Evelyn por el brazo, sin importarle si es brusco o no. La jala hasta afuera, donde al parecer, Heinrik se había encargado de traer a toda la tripulación y al resto de piratas de la isla. De pronto, todo está lleno de gente como si se tratara de un circo.—Esta es la traidora entre los piratas —anuncia Black.—¡No! ¡No es verdad! Puedo explicarlo —suplica Evelyn, pero nadie le hace caso—. Padre… —dice en un ruego mirando al hombre, que al fin voltea a verla. En sus ojos se refleja un profundo desprecio.—Llévenla a la cofradía —ordena Howell.Edward la empuja contra sus hombres, quienes la toman de los brazos y la obligan a rastras a caminar hacia el edificio.
09 de abril de 1741 (cinco meses antes)Catherine y sus hombres se vuelven a reunir. Sutton y Selwyn habían aprovechado la separación para hacer reconocimiento en todo el lugar. Aún no hay rastros de Roger Sparrow por ningún lado, pero si lograron contabilizar a todos los piratas que se encuentran en el santuario. Son en total quince hombres, bien armados, pero desprevenidos.—Debemos matarlos a todos sin que se den cuenta, ni den la alarma. Si Sparrow no está aquí, es porque debe estar en la caleta, pero no iremos hasta allá a buscarlo, dejaremos que venga solo hasta nosotros. —La capitana explica su plan a los seis marinos reunidos a su alrededor en un círculo.—Hagan su trabajo, sean sigilosos, si los descubren, estaremos jodidos —les dice Heinrik.—No se preocupe mi capitana. Lo haremos en menos de lo que canta un gallo —asegura Sutton.—Bien, dispérsense.Los hombres de Sparrow están por todo el lugar; no serán difíciles de sorprender, lo complicado es asesinarlos y no dejar la e
01 de septiembre de 1741 Desde que Evelyn había sido colgada, las cosas en la isla estaban tensas. Los marinos reclamaban a los señores piratas el hecho de que desconocían si en cualquier momento, la armada y la flota del rey Julius III vendría a atacar Birronto y desmontar así, una de las sociedades de piratería del mundo. No podían estar seguros de nada, pero ninguno de ellos se atrevía a surcar el mar hasta Queen Bay para averiguar la verdad de todo eso. Catherine es la única que no puede dejar de pensar que el único que podría responder esas dudas es el comodoro. Sin embargo, la última vez que quiso tenderle una trampa para sacarle información, lo único que había conseguido es que él la viese como Dios la trajo al mundo. Su padre había vuelto de a dónde sea que se había ido, y eso la intriga, pero lo que realmente quiere es pedirle que la deje ir a Queen Bay a buscar de nuevo al comodoro. No le ha comentado a Arden la idea porque no está segura de que la apruebe. Esa tarde se v