24 de agosto de 1741La capitana está boquiabierta, y no es para menos. La persona que se ha reunido con el posible informante no es otra que su querida supuesta amiga: Evelyn Smit. De todos los piratas que se imaginó que podrían desear que ella desapareciera, jamás la tuvo a ella en la lista.Una ira incontenible amenaza con explotar de su cuerpo. Arden la mira y se da cuenta de sus intenciones, Heinrik también. Cooke presencia todo desde mucho más atrás; casi retrocede de espaldas cuando ve que Catherine se pone de pie hecha una furia y dispuesta a correr a enfrentar a la pirata.—¡Espera! —le pide Arden.—Esa maldita perra traidora. ¡Suéltame, Arden! La voy a matar —brama con las manos empuñadas. Una vena sobresale de su sien y sus mejillas se han tornado rojas cual tomate. La ira la ha segado y a los dos hombres les cuesta un poco de trabajo retenerla. La sujetan por los hombros e intentan hacer que se agache de nuevo para evitar ser vistos.—No, Catherine, no puedes hacer eso sin
09 de marzo de 1741 (5 meses antes)Si a Catherine alguna vez le hubiesen dicho que la magia es real, jamás les hubiera dado crédito a esas palabras, sin embargo, lo que tiene ante sus ojos no puede ser el resultado de otra cosa. Si hay una explicación más lógica, ella no la encuentra.La piedra que antes era una sola, ahora son un par de puertas que se deslizan de una forma inexplicable y asombrosa.Ella y sus hombres quedan con la boca abierta de par en par mirando la inmensidad de la pared desplazarse hasta dejar un espacio por el que entrarían tres de sus hombres más corpulentos uno al lado del otro.—¿Esto es real? —pregunta maravillada.—Tan real como respirar —contesta Arden emocionado. La ha estado contemplando todo el rato para evaluar su reacción—. Entremos.—¿No nos verán llegar? —pregunta Heinrik.—Ninguno de ellos conoce esta entrada. Les caeremos por sorpresa.Arden avanza sin titubear. Los piratas lo siguen, encabezados por la capitana. Al pasar las grandes puertas de p
24 de agosto de 1741La sonrisa de satisfacción de Catherine al dejar en evidencia a Evelyn se siente casi como un orgasmo. La rubia evalúa las caras de cada uno de los presentes en la habitación, incluyendo a su padre, que se rehúsa a mirarla a los ojos. Edward Black es el primero en hacer algo. Sale de la habitación y sujeta a Evelyn por el brazo, sin importarle si es brusco o no. La jala hasta afuera, donde al parecer, Heinrik se había encargado de traer a toda la tripulación y al resto de piratas de la isla. De pronto, todo está lleno de gente como si se tratara de un circo.—Esta es la traidora entre los piratas —anuncia Black.—¡No! ¡No es verdad! Puedo explicarlo —suplica Evelyn, pero nadie le hace caso—. Padre… —dice en un ruego mirando al hombre, que al fin voltea a verla. En sus ojos se refleja un profundo desprecio.—Llévenla a la cofradía —ordena Howell.Edward la empuja contra sus hombres, quienes la toman de los brazos y la obligan a rastras a caminar hacia el edificio.
09 de abril de 1741 (cinco meses antes)Catherine y sus hombres se vuelven a reunir. Sutton y Selwyn habían aprovechado la separación para hacer reconocimiento en todo el lugar. Aún no hay rastros de Roger Sparrow por ningún lado, pero si lograron contabilizar a todos los piratas que se encuentran en el santuario. Son en total quince hombres, bien armados, pero desprevenidos.—Debemos matarlos a todos sin que se den cuenta, ni den la alarma. Si Sparrow no está aquí, es porque debe estar en la caleta, pero no iremos hasta allá a buscarlo, dejaremos que venga solo hasta nosotros. —La capitana explica su plan a los seis marinos reunidos a su alrededor en un círculo.—Hagan su trabajo, sean sigilosos, si los descubren, estaremos jodidos —les dice Heinrik.—No se preocupe mi capitana. Lo haremos en menos de lo que canta un gallo —asegura Sutton.—Bien, dispérsense.Los hombres de Sparrow están por todo el lugar; no serán difíciles de sorprender, lo complicado es asesinarlos y no dejar la e
01 de septiembre de 1741 Desde que Evelyn había sido colgada, las cosas en la isla estaban tensas. Los marinos reclamaban a los señores piratas el hecho de que desconocían si en cualquier momento, la armada y la flota del rey Julius III vendría a atacar Birronto y desmontar así, una de las sociedades de piratería del mundo. No podían estar seguros de nada, pero ninguno de ellos se atrevía a surcar el mar hasta Queen Bay para averiguar la verdad de todo eso. Catherine es la única que no puede dejar de pensar que el único que podría responder esas dudas es el comodoro. Sin embargo, la última vez que quiso tenderle una trampa para sacarle información, lo único que había conseguido es que él la viese como Dios la trajo al mundo. Su padre había vuelto de a dónde sea que se había ido, y eso la intriga, pero lo que realmente quiere es pedirle que la deje ir a Queen Bay a buscar de nuevo al comodoro. No le ha comentado a Arden la idea porque no está segura de que la apruebe. Esa tarde se v
9 de abril de 1741 (cinco meses antes) Catherine se separa abruptamente del pirata, quien abre los ojos con lentitud después de aquel beso apasionado. Queda perplejo ante ella. Sus mejillas se han sonrojado y no puede evitar sentir un calor intenso que le recorre el cuerpo hasta su sexo. Ya no quiere seguir negando la atracción que hay entre los dos, y es más que evidente que él se siente igual por ella. Arden la mira con un ardiente deseo. Unas ganas locas de arrancarle la ropa en ese momento lo poseen. Catherine es tan hermosa que no puede entender cómo es que todo este tiempo ha logrado contenerse ante sus encantos. El pecho de la capitana sube y baja con agitación. Ella también lo mira como si quisiera comérselo de un bocado. Arden lleva los brazos descubiertos y se le marca cada vena y cada músculo de su cuerpo, y de pronto tiene ganas de que esas fuertes manos sujeten sus caderas y la haga temblar de placer. Se quedan allí de pie frente al otro, y tienen un juego de miradas,
05 de septiembre de 1741Hace cuatro días que el fantasma del pacífico ha zarpado desde Birronto, y finalmente han llegado a la ruta marítima por donde pasan los barcos del Rey de Regoria. Catherine trata de mantenerse ligeramente camuflada usando la luz del sol a su favor, mientras esperan pacientes para interceptar alguno de los navíos con cargamentos importantes.Este día el mar está en calma. Sus marinos están ocupados jugando un juego de cartas y dados mientras beben las reservas de ron de la bodega. Catherine está recostada sobre el timón del barco; mira hacia el horizonte y piensa en todo lo que ha pasado hasta ahora. Arden y ella han recorrido mucho en seis meses. Lo observa jugar con Heinrik y Cooke, y sonríe al recordar que esos dos no se llevaban para nada bien.Arden agita el perol con los dados y los lanza sobre la mesita de madera con ruido seco. La capitana se detiene a mirarle el tatuaje de serpiente que le recorre el brazo y que a veces da la sensación de que se mueve
10 de abril de 1741 (cinco meses antes)Catherine se encuentra presa del pánico, un temor agobiante inunda su pecho y no es precisamente por la tormenta que los azota sin piedad; Arden no está por ningún lado y teme lo peor.—¡¿Dónde está?! —Vuelve a preguntar presa del miedo.—¿Quién? —pregunta Berry alzando el tono de voz para poder ser escuchado entre tanta bulla.—¡Arden!Se pone de pie y se zafa del agarre del pirata, que intenta detenerla sin éxito. Intenta correr hacia el castillo de la popa para encontrarlo. Selwyn y Heinrik tratan de bajar las escaleras, pero los movimientos erráticos del barco les dificultan demasiado la tarea.—No puede ir para allá, mi capitana —le dice Heinrik cuando se cruzan a mitad de camino.—Arden estaba ahí, se ha caído —pronuncia las palabras apretadas unas con otras, con desespero. El agua les chorrea a cántaros por el cabello y la ropa.—Ahí no hay nadie —asegura Selwyn.—¡No podemos dejar que se ahogue!—¡En esta tormenta, no lo encontraremos! —