Desde aquella noche
Desde aquella noche
Por: Afrodita
Prólogo

Me levanto en medio de la noche con el corazón en la boca cada que escucho sus llantos y corro hacia su habitación para verlos sentado en sus camas abrazando sus muñecos favoritos. Sin embargo, en cuanto ellos se percatan de mi presencia, de inmediato dejan de llorar y me mira con esos hermosos ojos azules que derriten el corazón de cualquier persona. Es que desde la primera vez que los vi, hasta yo me enamore de ellos.

Muy despacio luego de secar sus lágrimas los tomo entre mis brazos y los llevo a mi habitación mientras esconden sus cabecitas en mi cuello. No cabe duda que yo soy su todo en este mundo y después de ese llanto sofocante de inmediato comienzan a quedarse dormidos otra vez, por lo que aprovecho para acostarlo de nuevo, pero esta vez lo hago a mi lado.

Hago un muro de almohadas a su alrededor para evitar que se caiga al suelo mientras duermen y después apago las luces dejando solo una pequeña lámpara de estrellas encendida para que el cuarto no se vea tan tenebroso si llegan a despertarse otra vez. 

Me acomodo despacio junto a ellos para ver lo tranquilos que se ven mientras duermen y a veces envidio la paz que los rodea, tanta que ni siquiera se dan cuanta de todo los problemas que hay a su alrededor. Así que admiro como boba lo lindos que se ven y detallo a profundidad todos sus rasgos que, aunque me pesen, son iguales a los de él. Es que hasta parece un mal chiste, ya que sus labios pequeñitos y sus cachetes regordetes no los heredaron de mí que he sido la que los ha llevado 9 meses en la barriga. Aun así, sin duda vivo enamorada de ellos.

Mis hijos son el regalo más grande que me haya podido dar la vida y por ellos soy capaz de cualquier cosa. Es por eso que no me cabe en la cabeza que su padre los haya rechazado aún sin haber nacido y para colmo como ya he dicho, son como dos gotas de agua idénticas a él, solo que en versión miniatura.

Cuando por fin logro agarrar el sueño una vez más, sin poder evitarlo recuerdo cada cosa que me ha pasado desde que tuve a mis hijos. Los cuales ya han cumplido los 5 años y sin duda no cambiaría ni un solo segundo de todo lo que he vivido junto a ellos.

La mañana llegó por fin y por alguna razón las cosas hoy no me estaban saliendo como lo esperaba. Hoy tuve que traer conmigo a mis hijos al trabajo debido a que nadie lo podía cuidar. Mis padres tenían una cirugía de emergencia en el hospital y mi hermana aún no llegaba de su viaje escolar, a eso súmenle que mi mejor amiga tenía un caso en el juzgado muy importante esta mañana al cual no podía faltar. Afortunadamente para mí París y Milán eran unos pequeños muy bien portados y dulces que no daban mucho que hacer.

Para los que no me conocen mi nombre es Ibiza González y soy diseñadora paisajista de una de las empresas constructoras más importantes de todo Madrid. Hace siete años comencé a trabajar para el CEO Julio Galle y en poco tiempo me hice su mano derecha al demostrarle mi talento. Él y su esposa han sido cómo unos padres para mí desde que entré a trabajar en este lugar, pero ellos desconocen mi secreto mejor guardado. Uno que sin duda destruirían la imagen perfecta que se han creado de mi persona.

Cuando descubrí mi embarazo unos años atrás, pensé que ellos me despedirían de mi puesto por ser madre soltera. Había escuchado que en muchas ocasiones, en algunas empresas despedían a las mujeres solamente por ese simple hecho. Sin embargo, lejos de lo que creí que sería mi fin, por parte de ellos solamente recibí amor y confianza. Tanto así que ellos adoran a mis hijos y los tratan cómo si fuera sus propios nietos lo que es obviamente muy irónico porque sin saberlo, en realidad son los abuelos paternos de mis bebés. Solo que eso jamás lo sabrán porque cuando su hijo, Alejandro Galle, decidió desaparecer como un cobarde rechazando sus responsabilidades, yo juré que este secreto se iría a la tumba conmigo. No obstante, lejos de lo que juré y creí, la vida me demuestra que para todos hay un plan y un destino escrito que no se puede cambiar.

Cuando salgo del ascensor siendo seguida por mis hijos, veo como estos salen corriendo como dos correcaminos directamente hacia mi oficina. Ellos al ser gemelos hacen todos juntos y más cuando se trata de travesuras. 

De un momento a otro por estar corriendo no notaron a la persona que venía saliendo de una de las oficinas y por el choque de inmediato caen al piso sin poder enviarlo. Es ahí cuando de inmediato yo voy hacia ellos para ver si no se hicieron daño, pero al ver a la persona que está agachado a su lado revisándolos, de inmediato me quedo paralizada sin saber qué hacer.

– ¿Están bien pequeños? – pregunta con esa voz suya que no he podido sacarme de la cabeza en todos estos años.

En un segundo me sentí morir cuando sus manos se atrevieron a acariciar a mis hijos y más al ver como los pequeños le sonríen tan ampliamente como si nada hubiese pasado. Es ahí cuando el miedo me invade por completo y reacciono para apartar a mis hijos de él. Ni siquiera quiero que respiren su mismo aire y mucho menos que venga a arruinarnos la vida. 

En cuanto lo veo incorporarse no puedo evitar retroceder un paso mientras sostengo la mano de mis hijos, pero él no se mueve, solamente está ahí mirándome de una manera muy intensa, pero ni así va a lograr hacerme flaquear.

 – Desde ahora te lo advierto, no me importa por qué regresaste, pero no te quiero cerca de mis hijos. Que esta sea la última vez que te acerques a ellos.

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